A ritmo de tortuga Abel fue cruzando los arroyos saltando por el agua, subiendo en las subidas y bajadas en las bajadas y marchando hacia adelante en los planos, parecería una redundancia aclarar todo esto, pero tras tanta caminata el destino final del viudo merecía que uno verificará si habia leído bien todas estas redundancias, puesto que al final del mencionadisimo sendero una larga valla de madera en mal estado podía verse extendiéndose hasta donde la niebla permitía ver.
—No doble nunca, no había un solo cruce, no perdí de vista el sendero ni una sola vez: entonces cómo puede ser posible que esté viendo esta vaya nuevamente?—Comentó Abel acercándose con cuidado a los tablones de madera llenos de hongos y musgos delante de él. Al tocarlos con sus manos el hombre comprobó que esta vaya era exactamente la misma por la cual había entrado a la mansión, pese a que el camino por el cual había estado marchando claramente no era el mismo, puesto que este sendero no le provoca ningún recuerdo.
—Incluso están los mismos dos tablones rotos por los cuales entre la anterior vez…esto no tiene ningún sentido…—Murmuro Abel mirando con perturbación los dos tablones de madera por lo cual podría agacharse para cruzar la valla.
Asustado con la idea de volver ingresar a la mansión, Abel inconscientemente dio unos pasos para atrás y se alejó lentamente de la valla. Acto seguido el viudo se dio la vuelta y pensó en largarse a correr por el camino por a donde había venido alejándose lo máximo que pudiera de esta horripilante mansión, sin embargo antes de que esa idea pudiera tomar forma el hombre se detuvo y miró atentamente como en el horizonte la silueta de una persona acercándose muy lentamente podía verse en la distancia.
—Mierda, eso es una persona, o me lo estoy imaginando? —Se murmuró Abel a sí mismo casi susurrando mientras un escalofrío le recorrió la espalda, delante de él se encontraba la mansión de los Fisher, mientras que atrás de él estaba esta silueta acercándose muy lentamente, pese a ello la silueta solo se veia como un borroso manchon negro, por lo que era muy complicado distingir si eso era realmente un ser humano.
Ante la duda, Abel se quedó completamente paralisado por unos cuantos minutos hasta que no tuvo duda alguna que algo se estaba acercando a él por a donde había estado caminando minutos atrás. Comprendiendo que quedarse a esperar a esta persona que lo estaba persiguiendo era una pésima idea, Abel se acercó a la valla y con agilidad se agacho por debajo de los tablones rotos y salió disparado como una liebre en dirección a la mansión. Ciertamente lo que había en la mansión daba miedo, pero quien fuera que lo estuviera persiguiendo por un camino tan despoblado era un peligro más inminente.
Sin detenerse Abel corrió hasta que ante sus ojos la silueta de la inmensa mansión de los Fisher comenzó a aparecer, no obstante para sorpresa del joven, si bien había seguido el aparente sendero que dirige desde la vaya hasta la mansión, el hombre divisó que nunca pudo cruzarse con el pasto que había quedado quemado debido a la quema de los dibujos.
Claramente el hombre estaba preocupadisimo de no encontrar el pasto quemado, puesto que él mismo indicaba la proximidad del escondite que había estado utilizando y sin escondite solo le quedaba ingresar a la mansión en donde se siente menos seguro.