La cara de Karl estaba enrojecida. No se sentía para nada vigilado. Además, ni siquiera llevaba el uniforme de la prisión; todavía llevaba la ropa que había usado cuando fue capturado.
Se sentó en la sala de interrogatorios de forma muy relajada, como si aquello no fuera una celda de la cárcel sino su propia casa. Esto era completamente diferente a la primera vez que Karl fue capturado. Parecía estar seguro de que no le pasaría nada.
Cuando escuchó la pregunta de Nora, sonrió.
—Nora, ya estoy bien. Ayúdame a pasar un mensaje a Tanya. ¡Puedo verla en unos días! La veré abiertamente.
Nora entrecerró los ojos.
—¿Por qué dices eso? ¿Hay alguna otra razón por la que transportaste a la gente de la organización a Nueva York?
Karl estaba muy tranquilo.
—Nora, aún no puedo decirte la verdad, pero lo descubrirás tarde o temprano. No te angusties, ¡yo también estaré bien!
Nora: —...
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