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Mirada

Clei se estiró, aún adormilado, sin percatarse de la mirada de Nat que oscilaba entre el odio y la satisfacción. El príncipe había dormido ajeno a las maquinaciones que se tejían en la penumbra de su habitación.

Cuando sus ojos se posaron en Nat, Clei se enderezó con la espalda recta. La sonrisa del otro príncipe era como un enigma, escondiendo emociones negativas bajo su superficie. "Mi príncipe," dijo Nat, su voz suave pero cargada de significado, "los otros príncipes quieren hablar contigo."

Clei asintió, consciente de que el juego de poder entre ellos se intensificaba. Los "hermanos" no eran solo aliados; eran competidores en un tablero donde las piezas se movían con astucia y pasión. El festival de las estrellas había dejado huellas profundas, y Clei sabía que su papel no solo era danzar en el escenario, sino también navegar las intrigas que amenazaban con desgarrar su mundo.