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Sombrero excéntrico

Nunca dejaré de amarte, se escuchó con el viento...

 

Central Park, New York City.

 

—'Las palabras no salían de la boca del pobre hombre, aunque su amor se reflejaba en su mirada, no podía hablarle a la joven mujer.' —Ethan leía para sí mismo en voz susurrante.

Él era un ávido lector, se encontraba recostado en la banca de madera, inmerso en aquel mundo de suspenso, atrapado.

—¡Jack, ven aquí! — se oyó una voz femenina de fondo; la cual Ethan ignoró para continuar prestando atención a su novela.

Pero su concentración no duró mucho más, unas pisadas torpes sobre las hojas secas provocaron que éstas crujieran, obligándolo a bajar su libro, encontrándose con los ojos de un pequeño niño de no más de tres años.

—Oh vaya… ¡Hola amiguito!, ¿estás perdido? — le preguntó con una sonrisa amable.

El pequeño no respondió nada, solo le veía fijamente, estirando su pequeño y corto brazo hacia el llamativo sombrero que Ethan llevaba puesto. Detrás llegó una mujer, dueña de un cuerpo sacado de revista, melena pelirroja y ojos celestes, igual a los del pequeño.

Ethan quedó fascinado al verla, perdiendo la página por donde se encontraba leyendo segundos atrás y que poco le importaba ahora.

—Disculpa, mi sobrino es muy curioso. Creo que le ha gustado tu sombrero. — habló la pelirroja con un toque de timidez.

Sin duda, el sombrero que Ethan llevaba era demasiado excéntrico. Podía parecer sacado de un disfraz de payaso, se podía jurar que hasta luces tenía.

—¿Me has dicho algo? — reaccionó algo tarde Ethan, todavía absorto en la imagen de la mujer.

La muchacha pensó que Ethan era demasiado tonto como para entablar una conversación con él; optando por responder con una leve sonrisa y darse la vuelta para volver con su sobrino al sitio de juegos.

—Pero ¿Qué ha sido eso? — se preguntó Ethan en voz baja, confundido.

Rápidamente se puso de pie, se quitó el sombrero y corrió hacia donde estaba el pequeño, quien jugaba con la arena, echándosela encima de la cabeza. Ethan cuidadosamente colocó el sombrero en la cabeza del niño. El sombrero se le caía un poco, tapando su visión, pero eso no le afectaba, soltaba pequeñas risitas, mientras giraba su cabeza en ambas direcciones.

A corta distancia, la pelirroja observaba la escena, sin perder de vista a su sobrino. Se acercó, agradecida pero un poco avergonzada por la situación.

—Creo que le queda mejor a él que a mí. — dijo Ethan a Hanna, sonriéndole mientras ajustaba el sombrero a la cabeza del niño.

—Es un sombrero interesante… —respondió la pelirroja con un tono burlón.

—Lo compré en un puesto por aquí cerca. Se me hizo muy llamativo. — se explicó, sintiéndose algo avergonzado.

—No tienes que explicarme nada— contestó la muchacha, dirigiendo su cabeza a otro lado, para ocultar su sonrisa.

—Me llamo Ethan, Ethan Parker. — se apresuró a decir el joven para volver a captar la atención de la pelirroja.

Ella, sin embargo, no se inmutó. Pasaron por su mente miles de ideas negativas sobre el muchacho para evitar ilusionarse, como siempre le pasaba con los hombres que le atraían.

—¡Tía Hanna! ¡tía Hanna! —el pequeño llamaba a todo pulmón, mientras rascaba repetidamente su cabeza con ambas manos.

—Un gusto Hanna — dijo Ethan viendo a la pelirroja ir por su sobrino.

Hanna se inclinó para sacudir la arena del cabello de Jack, aún pensando en las palabras de Ethan. Los hombres que había conocido antes siempre habían tenido segundas intenciones, y ella estaba cansada de desilusiones.

Ethan observó a Hanna interactuar con su sobrino. La ternura con la que trataba al pequeño Jack le arrancó una sonrisa. Decidió que no podía dejar que se marcharan sin intentarlo una vez más.

—Disculpa, Hanna —dijo Ethan, acercándose un poco—. Vi que estabas leyendo un libro hace un momento. ¿Te gusta la literatura de suspenso?

Hanna lo miró, sorprendida por la pregunta.

—Sí, me encanta. ¿Cómo lo sabes?

—Porque yo también estaba leyendo uno. —Ethan levantó su libro para mostrárselo—. Este es uno de mis favoritos.

Hanna frunció el ceño y miró el título.

—¿De verdad? Ese es uno de mis libros preferidos. —Su voz tenía una mezcla de incredulidad y curiosidad.

Ethan sonrió, sintiendo que finalmente había captado su atención.

—Me alegra saberlo. Tal vez podríamos discutirlo algún día, si te apetece.

Antes de que Hanna pudiera responder, un grupo de jóvenes pasó cerca, lanzando piropos de mal gusto hacia ella. Hanna bajó la mirada, claramente incómoda. Ethan frunció el ceño, se volvió hacia los jóvenes y les lanzó una mirada intensa y firme. Los muchachos, al notar su presencia imponente, se callaron y apresuraron el paso, alejándose.

Hanna, que no se había percatado de la intervención de Ethan, seguía sintiéndose avergonzada.

—Oye, no les prestes atención —dijo Ethan suavemente—. Algunos tipos no saben cómo comportarse.

Hanna levantó la mirada, sorprendida por la empatía de Ethan.

—Gracias, Ethan. Supongo que estoy acostumbrada a este tipo de cosas.

—No deberías tener que estarlo —replicó Ethan—. Te mereces algo mejor.

Hanna se quedó en silencio, sintiéndose un poco más cómoda. Ethan aprovechó la oportunidad para cambiar de tema.

—¿Te gustaría tomar un café en alguna de las cafeterías cerca del parque? Podríamos hablar más sobre nuestros libros favoritos y dejar que Jack juegue un poco más.

Hanna vaciló por un momento, pero luego asintió.

—Está bien. Un café suena bien.

Ethan sonrió, sintiéndose triunfante.

—Genial. Conozco un lugar que te va a encantar.

Mientras caminaban hacia la cafetería, Ethan se aseguraba de mantener una conversación ligera y amena, haciendo preguntas sobre Hanna y sus intereses. Hanna, poco a poco, empezó a relajarse y a disfrutar de la compañía de Ethan.

Sentados en una mesa al aire libre, con el sol de la tarde bañándolos en una cálida luz, Ethan y Hanna continuaron hablando. Jack, mientras tanto, jugaba felizmente cerca de ellos.

Hanna se sorprendió al descubrir que compartían muchos intereses y que Ethan tenía una pasión genuina por la lectura, algo que no había encontrado en otros hombres. A medida que la conversación fluía, empezó a darse cuenta de que tal vez, solo tal vez, Ethan era diferente.

—Bueno, Ethan —dijo finalmente Hanna, con una sonrisa genuina—. Ha sido un día interesante. Gracias por tu compañía.

—Gracias a ti, Hanna. Ha sido un placer conocerte a ti y a Jack. —Ethan se levantó y miró a Jack—. Y este pequeño tiene un gran gusto por los sombreros.

Hanna rió, sintiéndose más ligera que en mucho tiempo.

—Tal vez nos veamos de nuevo en el parque.

—Me encantaría —respondió Ethan, con una sonrisa cálida.

Mientras se despedían, Ethan sintió que había dado un paso importante. Había logrado romper las barreras iniciales de Hanna, y eso era solo el comienzo. Caminando de regreso a su banco, se sintió optimista sobre lo que el futuro podría depararles.

Pero mientras el sol se ponía sobre Central Park, una sombra de incertidumbre se cernía en el horizonte. Ethan no podía prever los desafíos que estaban por venir. Con una mezcla de esperanza y un inexplicable presentimiento, Ethan sabía que su vida estaba a punto de cambiar de maneras que aún no podía imaginar.

En lo profundo de su corazón, sentía que algo grande y desconocido estaba por suceder. Mientras se alejaba, no podía evitar preguntarse si el destino les tenía preparado algo más que un simple encuentro casual.