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Capítulo Uno: Ecos de un Futuro Desvanecido

ÓrbitaCentra, un titán de luces neón y sombras, se alzaba ante el mundo como un faro de prosperidad y decadencia. Los rascacielos, cuyas cimas se perdían entre las nubes, eran testigos silenciosos de los susurros de la ciudad que se deslizaban por las calles mojadas y los oscuros callejones.

En los distritos bajos, donde los edificios, aunque todavía imponentes, no podían rivalizar con las torres del distrito cero, Alex, un muchacho de dieciséis años, caminaba con una mezcla de asombro y resignación. Su chaqueta, aunque desgastada, le ofrecía un consuelo familiar contra la suave lluvia que caía del cielo nocturno.

En su hogar, un pequeño apartamento situado sobre la tienda de comestibles de la familia, su madre Lena y su hermana Elara, probablemente estaban terminando sus tareas diarias, envueltas en los aromas de una cena sencilla pero nutritiva. La tienda, aunque humilde y luchando contra el paso del tiempo y la tecnología, había sido el sustento de la familia desde que la guerra se llevó a su padre.

Alex se detuvo un momento, sus ojos se perdieron en las luces de neón que se reflejaban en los charcos de la calle. Aunque no había participado en ningún "trabajito" aún, conocía las historias, los rumores de las oportunidades que se escondían en las sombras de ÓrbitaCentra para aquellos dispuestos a arriesgarse.

Un sonido de discusión lo sacó de sus pensamientos. Un grupo de Cromados estaba congregado en un callejón cercano, sus voces elevándose en una mezcla de frustración y desafío. Alex se deslizó silenciosamente por la calle, evitando llamar la atención.

Su NeuroLinker vibró suavemente, una llamada de Lena interrumpiendo sus pensamientos.

Lena: "Alex, cariño, ¿dónde estás? La cena está lista."

Alex: "Estoy en camino, mamá. Solo me detuve un momento."

Lena: "Por favor, apresúrate. No es seguro después del anochecer."

Alex: "Lo haré, mamá. Te quiero."

Desconectó la llamada, sus pasos resonando en las calles desiertas mientras se dirigía hacia casa, hacia la seguridad temporal que proporcionaba su familia. En ÓrbitaCentra, la seguridad era efímera y Alex sabía que, tarde o temprano, las sombras lo llamarían a él también.

Alex cruzó la puerta de la tienda, el suave tintineo del timbre anunciando su llegada. La luz cálida y acogedora del interior contrastaba con la fría luminosidad de las calles de ÓrbitaCentra. Los olores familiares de productos frescos y especias llenaban el aire, un consuelo que solo el hogar podía ofrecer.

Lena levantó la vista, su expresión de preocupación se suavizó al ver a Alex. "Ahí estás, Alex", suspiró, "Estaba empezando a preocuparme."

Alex se quitó la chaqueta, colgándola cuidadosamente en el perchero. "Lo siento, mamá. Me entretuve un poco en el camino."

Desde la cocina, Elara asomó la cabeza, su rostro iluminándose al ver a su hermano. "¡Finalmente!", exclamó, "Estaba esperando para contarte sobre el nuevo juego que encontré en la RedSombra hoy."

A pesar de la dureza de la vida en ÓrbitaCentra, Alex no pudo evitar sonreír ante el entusiasmo de su hermana. La familia se reunió alrededor de la mesa, compartiendo una comida sencilla pero hecha con amor. Las conversaciones flotaban ligeramente, oscilando entre las anécdotas del día y las pequeñas alegrías que encontraban en su vida cotidiana.

Después de la cena, Alex se retiró a su pequeña habitación, un espacio apenas lo suficientemente grande para una cama y un escritorio desgastado. Encendió su terminal, los datos fluyendo a través de la pantalla mientras se conectaba a la RedSombra.

Aunque no había entrado en el mundo de los "trabajitos" y las sombras, sabía que era solo cuestión de tiempo. La vida en los distritos bajos era un constante recordatorio de las oportunidades limitadas que tenían aquellos que no estaban en las alturas de las torres corporativas.

Mientras exploraba los flujos de datos, una pequeña notificación parpadeó en la esquina de la pantalla. Un mensaje encriptado, proveniente de una fuente desconocida. Alex frunció el ceño, la curiosidad bailando en sus ojos mientras consideraba sus opciones.

Alex, inmerso en la serenidad de su habitación, se encontraba en un estado de contemplación profunda. Su espacio, aunque humilde y escasamente amueblado, era un refugio de paz en el tumulto constante de ÓrbitaCentra. Los posters, descoloridos por el tiempo, de bandas de música de épocas pasadas y héroes de guerras olvidadas, adornaban las paredes, mientras que una lámpara de escritorio emitía una luz suave, creando un ambiente de tranquilidad en el entorno confinado.

Sentado frente a su terminal, los dedos de Alex se movían con una mezcla de ansiedad y curiosidad sobre el teclado. El mensaje encriptado, parpadeando en la esquina de la pantalla, se presentaba como un misterio envuelto en un enigma. Con un suspiro resignado, inició el protocolo de descifrado, sus ojos fijos en las líneas de código que se desplazaban por la pantalla, como un río digital de posibilidades y peligros.

Mientras el software hacía su trabajo, la mente de Alex divagaba, llevándolo hacia los rostros familiares de Lena y Elara. A pesar de las adversidades y los recuerdos de un mundo que una vez fue, ellas mantenían un sentido de normalidad y amor en su hogar. La guerra, que había robado a su padre y dejado cicatrices en el mundo que conocían, permanecía como un espectro en sus vidas, un recordatorio constante de los horrores y sacrificios del pasado.

El zumbido suave de la terminal interrumpió sus pensamientos, arrastrándolo de vuelta a la realidad digital que se desplegaba ante él. El mensaje había sido descifrado, revelando un texto que se leía tanto como una oferta como una advertencia.

"Alex, tus habilidades no han pasado desapercibidas. La RedSombra es un lugar de oportunidades para aquellos que saben dónde buscar. Pero ten cuidado, las sombras, aunque ricas en secretos, también albergan peligros que pueden consumir a los imprudentes. Si decides adentrarte en las profundidades, sigue la señal del cuervo cibernético. Pero recuerda, una vez que entras, no hay vuelta atrás."

El cuervo cibernético. Alex había oído rumores, susurros entre las sombras de la RedSombra sobre una entidad que ofrecía trabajos e información a aquellos dispuestos a pagar el precio. Pero, ¿por qué él? ¿Cómo sabían de él?

La curiosidad y la necesidad de una vida diferente lo tiraban hacia adelante, tentándolo hacia las sombras de lo desconocido. Alex sabía que adentrarse en este mundo podría significar la pérdida de la vida que conocía, pero la promesa de respuestas y, quizás, de una vida mejor para él y su familia, era una llamada que no podía ignorar.

Con una respiración temblorosa, Alex siguió la señal, sus dedos tecleando con determinación mientras se adentraba en las profundidades de la RedSombra, hacia un futuro incierto y oscuro. Cada golpe de tecla lo llevaba más profundo, cada línea de código revelando más de este submundo digital que se extendía ante él como un océano infinito de posibilidades y peligros.

Las luces de su terminal parpadeaban, reflejando patrones de luz en sus ojos mientras navegaba por los flujos de datos, su mente trabajando febrilmente para descifrar y entender la información que se desplegaba ante él. Alex, un joven de los distritos bajos de ÓrbitaCentra, estaba a punto de sumergirse en un mundo que iba más allá de su comprensión, donde las líneas entre el bien y el mal, la justicia y la corrupción, eran tan borrosas como la realidad misma.

Alex, ahora inmerso en el vasto océano digital de la RedSombra, se encontraba navegando por corrientes de datos, su mente y sus dedos trabajando en armonía para descifrar y navegar por los flujos de información. La señal del cuervo cibernético lo guiaba a través de capas de firewalls y protocolos de seguridad, cada uno más complejo y enrevesado que el anterior. Era un mundo completamente distinto al tangible, un espacio donde las reglas eran escritas y reescritas por aquellos con el conocimiento y la habilidad para hacerlo.

Mientras se adentraba más, Alex podía sentir la presión, una sensación intangible de estar siendo observado, de moverse a través de un territorio donde no era bienvenido. Pero la promesa de respuestas, la posibilidad de un futuro diferente para él y su familia, lo impulsaba hacia adelante.

Finalmente, después de lo que parecieron horas de navegación y descifrado, Alex llegó a un nodo, un espacio digital que pulsaba con una energía extraña y etérea. En el centro del nodo, la imagen de un cuervo, formado por códigos y datos, parpadeaba, sus "ojos" resplandeciendo con una luz fría y calculadora.

"Bienvenido, Alex," la voz, digitalizada y distorsionada, resonó a través del espacio, "Has demostrado ser capaz de seguir el rastro y navegar por la RedSombra. Pero, ¿estás preparado para lo que viene a continuación?"

Alex, a pesar de la naturaleza intangible del espacio, sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal. Pero su determinación permanecía inquebrantable. Respondió, su voz convertida en datos en este espacio digital, "Estoy aquí. Estoy listo."

El cuervo cibernético pareció considerarlo por un momento, antes de continuar. "La RedSombra es un lugar de oportunidades, pero también de peligros inimaginables, Alex. Aquí, la información es la moneda de cambio y los secretos son tanto armas como escudos. Si deseas sobrevivir, aprender y prosperar aquí, debes estar dispuesto a sacrificar, a tomar decisiones que pueden llevarte por caminos oscuros."

Alex asintió, su avatar digital en este espacio reflejando su determinación. "Entiendo los riesgos. Pero necesito hacer esto, por mi familia, por un futuro diferente al que ÓrbitaCentra nos ha condenado."

"Entonces, que así sea," respondió el cuervo, "Tu primer trabajo en la RedSombra te espera. La información que necesitas ha sido cargada en tu terminal. Pero recuerda, Alex, cada acción tiene una reacción, y cada secreto desenterrado puede tener consecuencias imprevistas."

Con eso, Alex fue expulsado de la RedSombra, encontrándose de nuevo en su habitación, la pantalla de su terminal parpadeando con datos recién adquiridos. Su corazón latía con fuerza en su pecho, la realidad de lo que acababa de hacer comenzando a asentarse en su mente.

Se levantó, caminando hacia la ventana, mirando hacia las luces de ÓrbitaCentra, brillando en la oscuridad de la noche. ¿Qué había puesto en marcha con sus acciones? ¿Y cuánto cambiaría su mundo y el de aquellos a los que amaba?

La tienda de Yuki, disfrazada de un establecimiento de antigüedades, era un lugar de contrastes. A primera vista, las estanterías llenas de objetos antiguos y curiosidades parecían inofensivas, pero Alex sabía que detrás de esa fachada se ocultaba un mundo de sombras y secretos. Al entrar, un tintineo suave anunció su presencia, y los ojos astutos de Yuki se posaron sobre él, evaluándolo con una mirada que parecía penetrar en su alma.

Yuki era una mujer de estatura media, con una presencia que exudaba una calma controlada. Su cabello negro estaba recogido en un moño apretado, y sus ojos, aunque amables, escondían una profundidad y astucia que hablaba de años en este submundo de ÓrbitaCentra.

Alex se acercó al mostrador, manteniendo su postura relajada pero alerta. "Me han dicho que tienes trabajos que necesitan manos discretas", comenzó, su voz baja y firme.

Yuki lo observó durante un momento que pareció eterno antes de responder. "Las palabras viajan rápido en las sombras, pero no todos los susurros deben ser creídos, joven. ¿Quién te envía a mi umbral?"

"La RedSombra", respondió Alex, recordando la figura del cuervo cibernético y las palabras que lo habían guiado hasta aquí.

Yuki entrecerró los ojos ligeramente, luego asintió, permitiendo que una sonrisa enigmática cruzara su rostro. "Entonces, las sombras te han traído a mí. ¿Estás preparado para lo que buscas, Alex?"

Él asintió, aunque en su interior, una tormenta de incertidumbre y ansiedad se agitaba. "Estoy listo para hacer lo que sea necesario."

Yuki se inclinó hacia abajo, sacando un pequeño objeto de un cajón oculto debajo del mostrador. Era un pincho de datos, su superficie metálica brillando suavemente bajo las luces tenues de la tienda. "Este pincho contiene la información para tu primer trabajo. Es sencillo, pero requerirá discreción y habilidad. No debes ser visto, y no debes dejar rastro."

Alex tomó el pincho de datos, sintiendo su peso sorprendentemente ligero en su mano. "¿Y qué hay del pago?"

"Serás compensado justamente a tu regreso, asumiendo que el trabajo se complete según lo especificado", respondió Yuki, su tono indicando que no se toleraría el fracaso.

Alex asintió, insertando el pincho de datos en el puerto de su NeuroEnlace, un implante cibernético que permitía la interfaz directa con la tecnología y la RedSombra. La información fluyó a través de él, detalles del trabajo, la ubicación, el objetivo, y las instrucciones se grabaron en su mente.

Yuki lo observó mientras procesaba la información, luego habló, su voz un susurro suave. "Recuerda, Alex, en este mundo de sombras y secretos, cada elección tiene su precio. Asegúrate de estar preparado para pagar el tuyo."

Con un asentimiento final, Alex se giró y salió de la tienda, la información del trabajo resonando en su mente, y el peso de la elección que había hecho asentándose en sus hombros.