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Un nuevo amanecer

Un goteo constante en mi frente me sacó de un sueño profundo, un sueño que parecía ser importante. Abrí los ojos y me enderecé de un salto, buscando orientarme en mi entorno. Un sentimiento de urgencia me invadió, como si hubiera olvidado algo vital. Mis pensamientos se disolvieron casi al instante al darme cuenta de que me encontraba en medio de una vasta selva. Mis dedos se aferraban a las raíces de un árbol frondoso contra el cual estaba recostado.

Al inspeccionar mi entorno, pude distinguir a otros seis individuos, tres hombres y tres mujeres, todos estábamos ataviados con telas desgastadas y de un color marrón claro. Todos estaban despiertos, pareciendo conscientes de su situación. Cuando uno de los hombres, atlético y con corte militar, se dio cuenta de que yo también había despertado, se acercó y se inclinó hacia mí, formulando una pregunta que parecía flotar en el aire.

-¿Qué recuerdas?

Pero antes de que pudiera responder, una voz femenina interrumpió la conversación en un tono neutral.

-No tiene sentido preguntarle nada Uno. Es probable que no recuerde más que nosotros.

La dueña de la voz era una joven pelirroja con su cabello recogido en una coleta de caballo. Mientras hablaba, el hombre que me había interrogado ligeramente giró su torso, revelando un gran número "uno" grabado en su espalda.

-Supongo que tú eres Siete. - habló Uno, con su mirada perdida en la distancia. - Ya habrás deducido por qué nos llamamos por números. No recordamos nuestros nombres, ni sabemos dónde estamos, ni mucho menos por qué estamos aquí.

Mientras Uno hablaba, el resto del grupo comenzó a moverse, y el hombre marcado con el número uno se levantó para unirse a los demás.

-Tenemos que cooperar para sobrevivir esta noche. No tenemos otra opción - continuó Uno con determinación - Dos, Tres y Cinco, recojan madera y hierba seca para encender un fuego. Cuatro y Seis, se escucha el paso de agua, vayan a investigar de dónde proviene. Siete y yo exploraremos los alrededores."

Sin excusas para evitar las tareas asignadas, los miembros del grupo se dividieron para cumplir con sus deberes antes de que cayera la noche. Uno me ofreció una mano para ayudarme a ponerme de pie, y juntos nos dirigimos a explorar el entorno. Mientras caminábamos, reflexioné sobre lo poco que podía recordar. Tenía nociones del conocimiento general, pero detalles específicos sobre mi persona parecían inaccesibles. ¿Qué hacía antes de estar aquí? Me di cuenta de que no tenía sentido seguir cavilando en estas cuestiones, ya que no iba a obtener respuestas. Después de caminar un rato, llegamos a lo que parecía ser un claro. Aunque no soplaba viento, la hierba se movía como si una corriente invisible la empujara suavemente en una dirección, que cambiaba cada ciertos intervalos. Era un espectáculo hipnotizante.

En ese momento, Uno se acercó y me hizo una señal para indicar que era hora de regresar. Justo cuando me di la vuelta, me pareció ver algo o alguien al otro lado del claro. Cuando volví a mirar para comprobarlo, solo encontré la hierba ondeando al compás del viento invisible.

Continuamos siguiendo el camino de regreso, el mismo por el que habíamos venido. A pesar de que habíamos caminado durante lo que parecían ser alrededor de media hora, no veíamos señales del lugar del que habíamos partido. Además tampoco estaba el familiar sonido del agua que habíamos escuchado previamente mientras estábamos con los demás.

-Algo anda mal, ya deberíamos de haber llegado a nuestro destino. - Le comenté a Uno

-Hay otra cosa extraña, el tiempo tampoco parece haber transcurrido, el sol sigue en la copa de los árboles. - Señaló Uno

Escudriñé a mi alrededor, y noté que se acercaban siluetas desde la distancia. Fijando mi mirada en ellas, me di cuenta de que algunas de las siluetas tenían una forma humanoide, pero eran anormalmente delgadas y se movían con lentitud. Otras eran más bajas y se desplazaban con mayor rapidez a cuatro patas.

Uno me tiró del brazo, y nos escondimos detrás de una roca, desde donde observamos el avance de estas criaturas. A medida que se acercaban, pude distinguir sus rasgos grotescos. Aunque tenían una forma vagamente humana, no compartían ninguna característica con los humanos. Los altos tenían una piel grisácea, ojos hundidos y no tenían cabello. Vestían de manera precaria con telas o pieles. Los otros seres, que iban por delante de los humanoides, parecían cumplir una función de exploración. Tenían aspecto canino, pero sus ojos eran blancos y mostraban señales de tener un tipo de dermatitis en forma de calvicies en sus pelajes, en algunos casos, la piel les sangraba. Además, sus hocicos goteaban una sustancia negruzca.

Mientras observaba a estos seres, noté que una de las figuras humanoides, ligeramente más alta que las demás, arrastraba algo, dejando un rastro de un líquido rojizo a su paso. Al prestar más atención, reconocí las prendas marrón claro.

-Dos - murmuró Uno en un susurro.

Justo en ese momento, la criatura comenzó a inspeccionar algo en su otra mano, y pronto identifiqué lo que era: la cabeza de Dos. La criatura colocó la cabeza bajo su axila y con una daga rudimentaria arrancó el dedo meñique de uno de los pies del cadáver de Dos, llevándoselo a la boca, que estaba llena de colmillos afilados, al terminárselo, parecía que el monstruo quería esbozar algo así como una sonrisa. El grotesco espectáculo revelaba que, de alguna manera, estas criaturas parecían disfrutar de la carne humana.

Uno y yo nos desplazamos hacia atrás con sumo cuidado, tratando de no hacer ruido, con la intención de ocultarnos en un espeso arbusto. Una vez dentro, los monstruos pasaron bastante cerca de nuestro escondite, siguiendo su sendero. Cuando ya parecía que habían pasado de largo, un pequeño pájaro de color café con blanco y franjas negras, se posó sobre nuestro arbusto y chirrió de manera intermitente, entonces uno de los canes que estaba olfateando el suelo cerca de nosotros levanto su vista y lanzó un leve gruñido hacia el arbusto. En ese momento, el monstruo que arrastraba el cuerpo de Dos lo soltó con un brusco movimiento y se lanzó hacia nosotros con una velocidad sorprendente, usando sus cuatro extremidades de manera intermitente para avanzar en nuestra dirección.

-¡Corre! - gritó Uno, instándome a escapar.

Hola.

Felicidades a mi querido lector, has terminado el primer capítulo.

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