La expresión de Turay cambiaba a cada momento mientras volaba guiado por una joven.
La mirada de la jovencita seguía siendo fría y sus movimientos parecían mecánicos… Solo trataba de volar para no pensar.
Aun así, el dolor y el sufrimiento seguía en sus ojos siendo más evidente que antes.
¿Cuánto tiempo estuvo con ellos?
Una semana, tal vez más.
Era difícil decir cuando tenía demasiado trabajo debido a que ellas cambiaron todo.
Ayudaron a su gente para cazar criaturas, limpiaron los alrededores del pequeño pueblo de los monstruos, limpiaron mazmorras temporales y mazmorras naturales.
Esa joven y su amiga, que algunas veces era vista, eran individuos poderosos, pero Turay lo sabía.
La ayuda que ella le daba era una forma de ahogar sus pensamientos… Tratar de no pensar y sobrellevar el dolor.
Lo sabía, porque él también lo había hecho.
Después de todo había perdido mucho durante tantos años en este barco a la deriva conocido como áfrica.
Eso era igual hoy.
La joven escuchó un llamado de auxilio por la radio de un grupo de refugiados cercanos y lo primero que dijo fue que iba a ayudar.
Y ahora estaban aquí volando al oeste, más allá de las antiguas fronteras de Chad, dirigiéndose a las antiguas fronteras de la República de Níger.
Turay dudó al verla volar de forma silenciosa, aunque al final decidió hablar.
"¿Qué tal si vuelves a la escuela?" Preguntó queriendo parecer lo más tranquilo posible.
La joven detuvo su vuelo y Turay en contra de su lado más pragmático, continuo.
"Todavía no debes haber terminado la secundaria, ¿cierto? Creo que es momento de que vuelvas. Tus padres también deben estar preocupados." Dijo Turay con la mejor sonrisa que pudo dar.
Desde la llegada de ambas, la joven se había convertido en el pilar del pueblo y para muchos era vista como una salvadora… Y lo era.
Sin ella, seguramente estarían sufriendo los ataques de las criaturas, la dificultad y el peligro de la caza.
El miedo de que una bestia mágica de alto rango se acercara y convirtiera en ruinas su pueblo o peor que milicianos llegaran e hicieran algo peor.
Lo mejor que podían hacer era aferrarse a ella usando todo lo que podían para atarla, pero Turay era solo un marinero en un barco… Que no dudaría de empujar a otros a un bote sano para que se salvaran, mientras él lentamente se hundía.
Tenía mucha gente en su pueblo que dependían de ella, pero si su vida dependía de una joven cuyo estado mental era inestable… Entonces, Turay prefería hundirse en su bote.
Era por eso que conociendo la crueldad y la incertidumbre de su destino dio una sonrisa cordial como si pudieran con todo.
"Nosotros estaremos bien. Es mejor que vuelvas a casa y descanses." Dijo Turay y con una sonrisa a medio en broma, señaló. "La educación es importante."
No podía hacer que una niña sufriera su destino… No podía hacer que una niña llevara las cargas que ellos mismos representaban.
Sí, eso eran, cargas.
No eran usuarios de habilidades, solo eran personas normales tratando de sobrevivir en este caótico lugar… Como muchas personas en otras partes del mundo.
No sabía si la joven tenía padres y era difícil decir cuando ella estuvo presente en otros lugares caóticos como era oriente medio, años antes.
Quizás sus padres le dieron libertad, o a lo mejor no le importaba su hija, o simplemente tenían confianza en la abrumadora fuerza de ambas jovencitas para protegerse… Esto último era lo normal cuando alguien la miraba balancear la espada.
Independientemente de la razón, sabía que ella podía vivir sola o acompañada en cualquier parte del mundo que fuera mejor que esto.
Con su fuerza podría ganar bastante dinero en las ciudades y vivir una vida tranquila y cómoda, sin tener que sufrir y sin tener que llevar cargas que no debería llevar.
La joven se detuvo y lo miró reconociendo sus emociones, entonces dio un suspiro tomando todas las emociones en su interior.
"Sigo estudiando solo que no de la forma tradicional." Dijo la joven y dando una sonrisa involuntaria, reveló. "Además… Necesito esto."
Se detuvo un momento como si le costara procesar todas sus emociones y continuo.
"Hacer esto hace que no pueda pensar… O tal vez mis problemas son ahogados." Agregó con una voz cansada y adolorida.
Turay sabía que esas palabras no solo eran para él, sino que para la persona que se encontraba en la sombra de la joven.
Era un hombre adulto, pero ahora lo único que pudo decir fue…
"Entiendo."
Esas fueron las únicas palabras que pudieron salir de su boca.
No la consoló, no trató de convencerla, solo la entendió.
Como alguien que había perdido a muchos conocidos, amigos y familiares, él había probado muchas formas de luto y también había tratado de no pensar.
Ambos volvieron a volar, mientras que la joven dirigía de vuelta la mirada hacia adelante solo con su objetivo a la vista.
Avanzando rápidamente, Turay la guio, recordando lo poco que sabía de esta área, tratando de dirigirse al destino que ambos tenían.
Un grupo de refugiados era normal en estos tiempos desolados.
Muchas personas escapaban de las olas de criaturas o las hordas bestias y ni hablar como escapaban de las constantes guerras entre señores de la guerra y sus sucios tratos.
Y no tuvieron que pasar mucho tiempo volando para encontrar este grupo.
Un grupo de refugiados de unas cincuenta personas estaban afuera de sus carpas arrodilladas ante un grupo de milicianos.
Los cadáveres de los hombres estaban repartidos por el suelo y frente a ellos solo se encontraba un hombre todavía en pie queriendo dar batalla.
Tenía heridas por todo su cuerpo que todavía sangraban, pero sus músculos revelaban sus venas, dejando a la vista la ira y rencor.
Sus ojos eran como llamas, mientras que su aura de combate se retorcía alrededor de él.
Al frente de él estaban los milicianos dando sonrisas burlonas.
Eran dos Rango A espadachines y varios milicianos de bajo rango, incluyendo personas normales con armas viejas.
"Ríndete ante el Gran Kan y únete a nosotros. Si lo haces dejaremos libres a esas personas." Dijo uno de los Rangos A.
"Al menos que quieras que los matemos a todos y luego te llevemos al Gran Kan para que te haga servir directamente." Dijo el otro rango A dando una sonrisa peligrosa.
Habló en voz alta, queriendo asustar a los refugiados arrodillados detrás del luchador, quien tembló al darse cuenta de lo que podía suceder.
No iban solamente a por él.
Cuando la joven estuvo por tomar su espada, Turay la detuvo mientras trataba de ocultarse.
"Ellos son tropas bajo el 'Gran Kan'. Un Señor de la Guerra que dice ser descendiente de Gengis Kan. Independiente de si es verdad, es un lunático muy peligroso." Advirtió Turay con seriedad y apretando su puño ante su impotencia, murmuró. "Si los ayudas… Quizás nos pongan en la mira. Escuche que ese tipo quiere ser un gran conquistador."
Si, esto eran ellos.
Las personas normales en estas 'tierras de nadie' estaban en la base de la pirámide de clases y ante esos señores de la guerra solo eran basura o a lo mejor menos que eso.
Lo peor era que había todo tipo de lunáticos entre los señores de la guerra y los más locos eran quienes siempre subían al poder.
Como ahora.
Un Señor de la Guerra que supuestamente era descendiente de Gengis Kan, un gran mongol reconocido en la historia y trataba de replicar no solo sus hazañas, sino que sus acciones.
Lo peor era que al querer ser un conquistador tenía que empezar por un área y ahora Turay se dio cuenta de que deseaba empezar por la zona cercana de Chad, en donde ellos se encontraban.
Tenía sentido de que fueran por esta zona.
Después de todo, en la zona del oeste, en las tierras de antiguos países como 'Mali' se encontraban bastantes señores de la guerra enfrentándose entre ellos.
Enfrentarse a tal lunático… Podía ser un problema.
La joven dudó y luego dirigió su mirada hacia el luchador que estaba herido, pero todavía estaba en pie, tratando de cubrir solo con su cuerpo a las personas a su espalda.
Turay pudo ver dolor en esa mirada y a diferencia de lo que él esperaba no había miedo.
No era la ignorancia de una niña que no sabía el panorama general, sino que era alguien que probablemente había visto situaciones más peligrosas de lo que uno esperaría de una niña a esa edad.
Turay solo se maldijo a sí mismo por tener que obligar a una niña ante esa encrucijada entre sus valores y el panorama general.
¿Qué haría él en este momento?
¿Qué podía hacer un marinero de un barco que lentamente se estaba hundiendo?
Si, como un marinero, él se lanzaría al mar para tratar de salvar a otros a pesar de que el costo podía ser su vida.
"Ugh…" Los dos espadachines cortaron el cuerpo del luchador debilitado y la mirada de la joven se llenó de frialdad cuando vio que un corte aterrizó cerca de un refugiado.
Ella tomó el mango de su espada y si bien su mano tembló sutilmente, ella apretó el agarre poniendo una expresión fría.
Sin embargo, antes de que pudiera desenfundar la espada, su sombra se elevó y la otra jovencita apareció.
Turay había visto esa joven que se había ocultado en la sombra.
Ambas tenían la misma edad y el mismo color de cabello, pero a diferencia de Aurora, que era delgada y parecía débil, con una ligera palidez como si no pudiera dormir de noche, la otra joven llevaba una mirada fría e indiferente, que ahora estaba teñida de preocupación.
"Yo me encargaré." Dijo la joven poniendo su mano en el mango de la espada para detener a Aurora.
"Alice…" Murmuró Aurora, pero la joven llamada Alice agitó la cabeza con determinación.
"Quiero ayudarte. Como tu amiga, quiero ayudarte y si no quieres que lleve las cargas por ti, al menos déjame compartirla." Respondió la joven llamada Alice.
Tal como Turay suponía, ambas eran diferentes.
Aurora tomaba responsabilidades y 'cargas' sin que nadie se lo pidiera y lo llevaba por su cuenta de forma independiente.
Trato de hacer todo sola sin pedir ayuda.
Y luego estaba ella, Alice, que ante sus ojos solo había muy pocas cosas valiosas y como cualquiera deseaba protegerlo.
Incluso si eso significaba que tuviera que llevar completamente las cargas de sus seres queridos que, para ella, a lo mejor no eran para nada pesada.
Aun así, eran diferentes.
Aurora no necesitaba que alguien llevara sus 'cargas' y sus 'responsabilidades', solo necesitó una compañera... Una amiga.
Quien finalmente se rindió fue Aurora, que bajó la mano sin ocultar la ira y la intención asesina hacia los milicianos que se estaban moviendo.
Ellos pudieron observar, ya que ambas estaban usando artefactos para ocultarse de individuos fuertes y pudieron observar lo que sucedía sin ser notados.
Tratando de rodear al luchador, los milicianos apuntaron con sus armas a las personas que estaban a la espalda de luchador, mientras otros llevaban sonrisas maliciosas.
Seguramente estaban imaginando lo que le harían a las mujeres y niñas indefensas.
"Te lo dejaré a ti." Respondió Aurora con un tono plano.
Eso fue suficiente para Alice.
Turay abrió sus ojos en grande cuando vio que desde la espalda de Alice empezaban a salir brazos negros.
Sin que sus ojos pudieran captar los movimientos de la joven, Alice utilizó sus brazos negros para empujar su cuerpo y ella saltó hacia el grupo de los milicianos.
"Qug… Ughh…"
A una velocidad apenas perceptible para alguien como él, esa mujer actuó.
Un brazo negro atravesó el estómago de un Rango A y cuando el otro Rango A trató de elevar su espada, otro brazo negro en forma de cuchilla le cortó el cuello.
Cayendo en medio con una expresión indiferente desde su espalda, decenas de lanzas negras salieron atravesando a todos los milicianos, empalándolos contra el suelo o los árboles.
Todo mientras ella miraba las acciones de sus brazos con total indiferencia ante la vida… Como si estuviera haciendo un simple recado.
Ambas no eran normales en múltiples maneras.
Turay lo sabía, pero no le importó y acercándose a su lado caminó por los cadáveres de milicianos y refugiados, acercándose al grupo que estaba temeroso.
No era fuerte, solo era un marinero en un barco a la deriva tratando de cubrir sus huecos.
Sin embargo, algo podía hacer entre tantas cosas y eso era…
"Tranquilos, todo estarán bien. Ya ha llegado la ayuda." Dijo Turay con una sonrisa que trataba de calmar el miedo y el temor.
Lo único que podía hacer era ponerse al frente para hablar, tratando de ayudar a esas dos jovencitas que ya cargaban con demasiado peso en sus espaldas.