La tienda de campaña se estremeció por el viento y yo con ella.
Cada vez hacia más frio. Una helada sensación atravesaba el saco de dormir y la chaqueta que me envolvían.
Me sentía completamente entumida a pesar de tener varias capas de ropa y unos calcetines gruesos junto con unas bostas de montaña.
—¿Q-que ho-ra es? —pregunte. Mis dientes castañeaban tanto que apenas podía pronunciar algo.
—Las dos. —contesto Edward.
Él se encontraba en la esquina más alejada de la pequeña tienda, temeroso de enfriarme más de lo que ya estaba. La tienda estaba completamente a oscuras así que no podía ver la expresión que tenía, pero por el tono de su voz podía apreciar la desesperación y la preocupación.
—Quizá…—
—N-no, estoy b-bien, la v-verdad, no me q-quiero i-ir. —tartamudee.
Ya había intentado convencerme muchas veces de irnos corriendo de ahí, pero me daba miedo de que el frio me calara más afuera. Si ya hacía frío adentro, no quería ni imaginar lo congelado que debería de estar el viento ahí afuera.
Además echaría a perder todos los esfuerzos del día anterior. Ya estaba preocupada de que con la tormenta se hayan borrado los esfuerzos no quería que se echara a perder lo único que tenía que hacer solo porque no soportaba el frio.
—¿Qué puedo hacer? —suplico Edward.
Sacudí la cabeza.
En el exterior Jacob aullaba de frustración.
—V-vete d-de a-aquí. —le ordene a Jacob.
—Solo está preocupado por ti. —tradujo Edward. —Él está bien, su cuerpo está diseñado para soportar esto. —
Solté un suspiro tembloroso e intenté hacerme más bolita para conservar más el calor. Ya hasta me ardía respirar.
Jacob volvió a hacer ruidos que sonaban como chillidos de lamento.
—¿Qué quieres que haga? —gruño Edward con nerviosismo. —¿Qué la saque con la tormenta? No sé en que puedes ser de utilidad. ¿Por qué no te vas y te consigues un lugar más cálido? —
—N-no p-peleen, e-estoy b-b-bien. —
Por el gruñido que soltó Edward y el aullido de Jacob estuvo claro que no logre convencerlos.
Un aullido fuerte sonó. Edward puso mala cara.
—Eso apenas va a servir. —dijo. —Y es la peor idea que he oído en mi vida. —alzo la voz.
—Mejor idea que la tuya claro que sí. —dijo Jacob. —"¿Por qué no te vas y te consigues un lugar más cálido?" —imito a Edward. —¿Qué crees que soy un san bernardo? —
El sonido del cierre siendo abierto se escuchó. Jacob trato de entrar lo más rápido posible, pero eso no impidió que una ráfaga del frío viento entrara e hiciera que un peor temblor del que ya tenía me atacara. Solté un gemido.
—Esto no me gusta para nada. —dijo Edward. —Limítate a darle la chamarra y sal de aquí. —
—La chamarra es para mañana. Ahora tiene demasiado frio como para calentarse por sí misma. Esta congelada. —se dejó caer a un lado de mí. —Tu dijiste que necesitaba un lugar más caliente y aquí estoy yo. —se señaló. —Hazme un campo. —me dijo.
—Cuidado con lo que haces. —advirtió Edward.
—N-n-n-no q-q-quiero. —tartamudee.
—No seas terca, ¿Acaso quieres que los dedos se te pongan negros? —
Como pudo metió su cuerpo en el saco de dormir. Esta muy calientito. Me abrazo y me pego a su pecho. Se encogió cuando puse mis dedos congelados contra su pecho.
—Ay, Elina, estas helada. —se quejó.
—E-es o-obvio. —dije.
—Intenta relajarte. —sugirió. —Muy rápido entraras en calor, pero sería mucho más rápido si no tuvieras ropa. —
Edward gruño.
—C-cállate. —lo regañe. —R-respetarme i-idiota. —
—El solo esta celoso. —dijo Jacob.
—Claro que lo estoy. —intervino Edward. —No tienes ni la menor idea de cuanto desearía ser yo el que hiciera lo que haces por ella, perro. —
—Así es la vida. —comento Jacob. —Al menos sabes que ella desearía que fueras tu. —
—Cierto. —admitió Edward.
Los temblores fueron disminuyendo mientras ellos discutían.
—¿Te sientes mejor? —pregunto Jacob.
—Si. —dije al fin sin tartamudear.
—Todavía tienes los labios azules, ¿No quieres que los caliente? Solo lo tienes que pedir. —
—[Cállate, Idiota.] —dije.
—¿Qué? —me miro confundido.
—Que te calles, idiota. ¿Entendiste? —
—Si, entendí. —contesto.
Edward se rio.
Mis ojos se fueron cerrando poco a poco. Me relaje.
—Eso está bien, pequeña, duerme. —susurro Jacob.
Suspire casi inconsciente.
—Seth ya está aquí. —informo Edward.
—Perfecto. Ahora puedes estar al pendiente de lo que pase mientras yo cuido a tu novia. —
—Ya basta. —dije medio dormida.
Al poco tiempo me relaje tanto que quede en un estado donde estas dormida pero no por completo así que puedes escuchar a tu alrededor.
—¡Por favor! —grito en un susurro Edward. —¡Si no te importa...! —
—¿Qué? —susurro Jacob.
—¿No crees que deberías intentar controlar tus pensamientos? —murmuro furioso Edward.
—Nadie te ha dicho que estés de chismoso. —desafío Jacob. —Sal de mi cabeza. —
—Me encantaría. No tienes idea de a qué volumen suenan tus pequeñas fantasías. Es como si me las estuvieras gritando. —
—Intentaré bajarles el volumen. —dijo Jacob con sarcasmo.
—Eso sería maravilloso, gracias. —contestó Edward, para luego murmurar algo que no entendí. —No estoy celoso, para nada. —
—Que gran mentiroso. —susurro Jacob. —¿Por qué no apuestas? Sería interesante. —
Edward se río entre dientes.
—Madura, jacob. —
—Sabes que Elina todavía podría cambiar de idea. —dijo Jacob. —Eso teniendo en cuenta todas las cosas que yo puedo hacer con ella y tú no. Al menos, claro, sin matarla. —
—Mejor duérmete, Jacob. —ordeno Edward. —Estás empezando a irritarme. —
—Sí, creo que lo haré. Aquí se está muy a gusto. —contesto.
Edward no contestó.
Yo estaba ya demasiado ida como para decirle a Jacob que se callara y apartarlo. El calor de Jacob hizo que me relajara y no pudiera moverme del cansancio.
—Ojalá pudiera. —dijo Edward de repente.
—Pero ¿Serías sincero? —pregunto Jacob.
—Siempre se puedes curiosear a ver qué pasa. —
—Bien, tú ves dentro de mi cabeza. Déjame echar una mirada dentro de la tuya esta noche, eso sería justo. —dijo Jacob.
—Tu mente está llena de preguntas. ¿Cuáles quieres que responda? —pregunto Edward.
—Los celos...deben de estar quemándote. No puedes estar tan seguro de ti mismo como parece. A menos que no tengas ningún sentimiento. —
—Claro que los tengo. —admitió. —Que no confié en ti no significa que no confié en ella y como confió en ella es por lo que estoy tranquilo. —
—¿Piensas así todo el tiempo? —susurró Jacob. —¿No te resulta difícil cuando ella no está? —
—La extraño mucho, eso es obvio. —dijo Edward. —Pero a ella le gusta su espacio y mientras ella este feliz yo lo seré. —se quedaron callados. —No lo sé, Jacob. No sé si ella piensa en ti. —
—Tú tienes la ventaja de saber que está enamorada de ti. —
—Es agradable saberlo. —comentó Edward.
—Pero Elina también me quiere a mí. Aunque ella no lo sabe. —
—No sabría decirte si es cierto. —dijo Edward.
—¿Y eso te molesta? ¿No te gustaría saber también lo que ella piensa? —
—Si y no. Pero a ella le gusta más así, así que prefiero que Elina sea feliz. —
El viento soplo con más intensidad moviendo la tienda. Jacob cerró sus brazos a mi alrededor, pegándome más a él.
—Gracias. —susurró Edward. —Aunque suene raro, me alegro de que estés aquí. —
—Si quieres decir que tanto como a mí me encantaría matarte, yo también estoy contento de que ella se haya calentado. —
—Es una tregua algo incómoda, ¿No? —
—Admítelo los celos te queman tanto como a mí. —dijo Jacob en un tono engreído.
—Para nada. —contesto Edward.
—Me sorprende tu paciencia, tienes más que yo. —
—Es posible. He tenido cien años para ejercitarla. Los cien años que llevo esperándola. —
—Bueno, y... ¿En qué momento decidiste ser el chico lleno de paciencia? —pregunto Jacob.
—Bueno, ya sabes el carácter que tiene Elina, sabes que ella no tiene mucha paciencia aunque ella diga que sí, además que ella no aguantaría que me comportara como un estúpido después de todo el daño que le hice. Sabes, ella me hizo sufrir un poco, y lo tenía bien merecido, lo admito, por eso decidí comenzar a actuar de una manera que a los dos nos funcionara, y así no acabar con algo que empezó de una forma tan espontánea y bonita. —
—¿Qué harías si ella cambiara de idea? —preguntó Jacob de repente.
—Nunca la obligaría a hacer algo que no quiere. —
Jacob se rio bajito entre dientes.
—¿Me matarías? —
—No.—dijo Edward.
—¿Por qué no? —dijo Jacob con burla.
—¿De verdad crees que buscaría hacerle daño de esa manera? —cuestiono Edward.
Jacob dudó durante unos momentos y después suspiró.
—Sí, tienes razón, pero algunas veces... —
—... resulta una idea estupenda. —termino Edward la frase de Jacob.
Jacob intento reír bajo.
—Exactamente. —admitió al final.
Me pregunté si en verdad esa conversación se estaba llevando a cabo o solo era producto de mi cansancio.
—¿Y cómo sería perderla? ¿Cómo fue cuando pensaste que la habías perdido para siempre? ¿Cómo te las... arreglaste? —
—Es muy difícil para mí hablar de ello —admitió Edward. —Ha habido dos ocasiones en las que he pensado eso. —dijo lentamente. —Aquella vez en que creí que podía dejarla, fue casi... casi insoportable. Pensé que Elina me olvidaría y que sería como si nunca me hubiera conocido. No soportaba la idea de eso, pero me resigne pensando que era lo mejor para ella, pero obviamente no lo era. Nunca me perdonare el haberla dejado, nunca sabre como recompensarle, pero lo intentare todos los días hasta que mi existencia se termine. —
Jacob guardo silencio por un momento.
—Pero tú te fuiste porque no querías que ella se convirtiera en una chupasangres. Querías que siguiera siendo humana. —dijo Jacob.
—Jacob, desde el momento en que me di cuenta de que la amaba supe que había sólo cuatro posibilidades. La primera alternativa, la mejor para Elina, habría sido que no se hubiera enamorado de mí que me hubiera dejado y se hubiera marchado. Yo lo habría aceptado aunque eso no cambiaría mis sentimientos. Tú piensas que yo soy como... una piedra viviente, dura y fría. Y es verdad. Somos lo que somos y es muy raro que experimentemos ningún cambio real, pero cuando eso sucede, como cuando Elina entró en mi vida, es un cambio permanente. No hay forma de volver atrás... —dijo Edward. —La segunda opción, la que yo escogí al principio, fue quedarme con ella a lo largo de toda su vida humana. A Elina no le convenía malgastar su tiempo con alguien que no podía ser humano como ella pero era la alternativa que yo podía enfrentar con mayor facilidad. Sabiendo, por supuesto, que cuando ella muriera yo también encontraría una forma de morir. Sesenta o setenta años seguramente me parecerían muy pocos años... Pero entonces se demostró lo peligroso que era para ella vivir tan cerca de mi mundo... Parecía que iba mal todo lo que podía ir mal. O caía sobre nosotros... esperando para golpearnos. Me aterrorizaba pensar que ni siquiera tendría esos sesenta años si me quedaba cerca de Elina siendo ella humana. Así que escogí la tercera posibilidad, la que sin duda se ha convertido en el peor error de mi larga vida, como ya sabes: Salir de su vida, esperando que ella se viera forzada a aceptar la primera alternativa. No funcionó y casi nos mata a ambos en el camino. ¿Qué es lo que me queda, sino la cuarta opción? No es lo que ella quiere, aunque a veces pareciera que sí. Estamos intentando retrasarlo lo más que podamos, ella quiere vivir todas las experiencias humanas que pueda. —
—Me gusta la primera alternativa. —dijo Jacob.
Edward no respondió.
—Ya sabes lo mucho que me cuesta aceptar esto. —murmuró Jake. —Pero veo cuánto la amas... no lo puedo negar. Teniendo en cuenta eso, no creo que debas abandonar todavía la primera opción. Pienso que hay grandes probabilidades de que ella estuviera bien. Una vez pasado el tiempo, claro. Ya sabes, si la loca de Bella no la hubiera empujado del acantilado en marzo y si tú hubieras esperado otros seis meses antes de venir a comprobar... Bueno, podrías haberla encontrado razonablemente feliz. Tenía un plan en marcha. —
Edward rio entre dientes.
—Quizá hubiera funcionado. Era un plan muy bien pensado. —
—Así es pero... —de repente Jacob comenzó a susurrar tan rápido que las palabras se le enredaron. —Dame un año chupasa...Edward. Creo que puedo hacerla feliz de verdad. Es testaruda, nadie lo sabe mejor que yo, pero tiene capacidad de sanar. De hecho, se hubiera curado antes. Y ella podría seguir siendo humana, en compañía de Graham, Sun y Eric, maduraría, tendría niños y... sería Elina. Tú la quieres tanto como para ver las ventajas de este plan. ¿Puedes llegar a considerar la idea de que yo sea mejor para Elina que tú? —
—Lo he pensado. —contestó Edward. —En muchos sentidos, tú serías mucho más apropiado para ella que cualquier otro ser humano. Pero no voy a ser tan estúpido como para cometer el mismo error dos veces, Jacob. Me quedaré mientras ella me quiera a su lado. —
—¿Y si al final decidiera que me quiere a mí? —desafió Jacob. —De acuerdo, es una posibilidad muy lejana, te concedo eso. —
—La dejaría marchar. —dijo Edward.
—¿Así nada más? —pregunto.
—Nunca me opondría a su felicidad, Jacob, pero tú tendrás que dejarla algún día. Como Sam y Emily, tampoco tú tendrías opción. Siempre estaría esperando para sustituirte y me moriría de ganas de que eso sucediera. —
Jacob resopló.
—Bueno, has sido mucho más sincero de lo que creí. Gracias por permitirme entrar en tu mente. —
—Como ya te he dicho, me siento extrañamente agradecido por tu presencia esta noche. Es lo menos que podía hacer... ya sabes, Jacob, si no fuera por el hecho de que somos enemigos naturales y que pretendes robarme la razón de mi existencia, en realidad, creo que me caerías muy bien. —dijo Edward.
—Quizá... si no fueras un asqueroso vampiro que planea quitarle la vida a la chica que amo... Bueno, no, ni siquiera entonces. —dijo Jacob sincero.
Edward rio.
—¿Puedo preguntarte algo? —pregunto Edward.
—¿Acaso necesitas preguntar? —
—Sólo escucho tus pensamientos. Es sobre una historia que Elina no tenía interés alguno en contarme el otro día. Algo acerca de una tercera esposa... —
—¿Qué pasa con eso? —
Edward no contestó, escuchando la historia en la mente de Jacob.
Oí su siseo en la oscuridad.
—¿Qué? —pregunto Jacob.
—Claro. ¡Claro! —a Edward le hervía la sangre. —Hubiera preferido que tus mayores se hubieran callado esa historia para ellos mismos, Jacob. —
—¿No te gusta ver a las sanguijuelas en el papel de chicos malos? —se burló Jacob. —Ya sabes que lo son. Entonces y ahora. —
—Lo cierto es que esa parte no me importa para nada. ¿No adivinas con qué personaje podría sentirse identificada Elina? —pregunto Edward.
A Jacob le llevó un minuto caer en la cuenta.
—Oh…La tercera esposa. Muy bien, ya veo lo que tratas de decir. —
—Por eso quiere estar en el claro. Para hacer lo que pueda. Ése es otro buen motivo para que mañana no me separe de ella. —Edward suspira.
—Tu hermano le dio esa misma idea tanto como la historia. —
—Nadie intentó hacerle daño. —dijo Edward.
—¿Y cuánto durará esta pequeña tregua? —preguntó Jacob. —¿Hasta los primeros rayos de la mañana? ¿O mejor esperamos hasta que termine la lucha? —
Hubo una pausa mientras ambos pensaban.
—Cuando amanezca. —susurraron a la vez y se echaron a reír.
—Que duermas bien, Jacob. —masculló Edward. —Disfruta del momento. —
Se hizo el silencio de nuevo.
—No lo decía de forma tan literal. —Edward gruñó por lo bajo.
—Lo siento. —dijo Jacob. —Podrías dejarme ya sabes... dejarnos una cierta intimidad. —
—¿Quieres que te ayude a dormir, Jacob? —ofreció Edward.
—Podrías intentarlo. Sería interesante ver quién quedaría peor, ¿No? —dijo Jacob.
—No me tientes mucho, lobo. Mi paciencia no es tan grande como para eso. —
Jacob rio entre dientes.
—Mejor no me muevo ahora, si no te importa. —
Edward comenzó a cantar para sí mismo aunque más alto de lo habitual, intentando ahogar los pensamientos de Jacob.
Era mi nana lo que tarareaba y caí aún más profundo en la inconsciencia pensando que todo lo que habían hablado era producto de mi imaginación.