—Fácil... solo deja que te golpee, y, ¡eso será todo!
Al oír el consejo de Zaki, Sei quitó la mano de él de su hombro.
—No puedo despertarla ahora. Tenemos que volver inmediatamente, —contestó, y Zaki se jaló el cabello, demostrando su extrema decepción.
¡Diablos! Que mal momento.
—Entonces deja que te golpee cuando hayamos vuelto de manera oficial. —Zaki obviamente hablaba como si quisiera ver a la esposa de Sei golpeándolo, por lo que Sei, mientras se dirigían a la entrada, solo le respondió: —Cállate.
Unos minutos después, la puerta del dormitorio se abrió con gentileza y en silencio.
Los pasos se acercaron y Sei se sentó al lado de la cama mientras la luz amarilla de la lámpara del velador iluminaba levemente la habitación.
Sei observó por un rato a la chica dormida, que en su mano sostenía un libro, lentamente se lo quitó y lo dejó en la mesa.
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