—Sígueme —le dijo Zaki y la llevó hasta el auto negro aparcado al lado del camino.
En ese momento, Hinari no lo dudó ni un segundo y siguió obediente al guardaespaldas de aspecto normal. Sabía que incluso si volvía a su departamento y se encerraba ahí, aquellas personas se quedarían esperando a que saliera. Estaba consciente de que tampoco podía escapar, porque no había ningún taxi a la vista, así que no tenía otra opción que seguirlo.
Entraron rápidamente al asiento trasero del auto y cerraron las puertas antes de que los guardaespaldas los alcanzaran.
—Vamos. —le dijo Zaki al conductor y este aceleró por la calle, lejos de los perseguidores.
Cuando Hinari estuvo segura de que nadie los estaba siguiendo, dejó escapar un suspiro de alivio.
—Así que también puedes usar tu talento de pervertida como un arma, eh... nada mal. —El hombre a su lado habló captando su atención.
Espera... ¿talento de pervertida? Este normal...
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