—De hecho, tenemos un gran problema —murmuró Sei y el pequeño Shin frunció el ceño con fuerza. Miró atentamente a su padre, como si estuviera impaciente por oír cuál era el problema, mientras que Sei observaba cada cambio de expresión en el rostro de su hijo.
Después de crear la atmósfera adecuada para decir la verdad, Sei siguió hablando.
—Pequeño Shin, tu mamá y yo ya no estamos legalmente casados —dijo, y el pequeño parpadeó, antes de que sus curiosos ojos se llenaran de sorpresa e incredulidad.
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