—No tengo ganas de celebrar el fin de la guerra, pero nuestra familia necesita un poco de felicidad o al menos una oportunidad de distraernos del dolor. Pasemos el resto del día con nuestra familia. Todo lo demás puede esperar hasta mañana— Dijo Orión.
—Tal vez incluso por un poco más— Jirni asintió.
Con Thrud muerto, la ira de Jirni se había ido. Sin su ira, estaba vacía, lista para llenarse de más dolor por la ausencia de Phloria. Jirni todavía tenía muchos planes e intrigas, pero no tenía voluntad de llevar a cabo ni un solo paso de ninguno de ellos.
***
Mansión Ernas, habitación de Quylla, esa tarde.
El almuerzo había sido un completo fracaso. Nadie tenía ganas de regocijarse por el fin de la guerra y nadie estaba de humor para charlar. El largo silencio y las caras ensimismadas hacían que el Comedor pareciera una vigilia funeraria.
Suertudo se sentó a los pies de Orión todo el tiempo, comiendo solo la comida que venía de su mano.
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