Al mismo tiempo, Kain siguió bajando por la avenida principal, con el frio de la mañana como su única compañía. Miraba a la gente esperar a que abrieran las tiendas de suministros. Otros ancianos, con cierto dolor de espalda y pasos lentos, sacaban cestas con productos de sus locales. La posicionaban al borde de la calle, se paraban detrás de las cestas y al igual que el día anterior, comenzaban a gritar lo bueno que eran sus productos.
De los negocios de comida, los más llamativos eran los pequeños puestos de comida. Estos se posicionaban a un lado de la avenida, apegados a una pared. En su gran mayoría eran carretones modificados para que llevarán una cocina para preparar comida. En el borde exterior había tablón ancho de dos metros de largo recubierto de latón, para que funcionara como mesón. Kain paso por al lado de uno de esos negocios y vio al dueño tomar un par de sillas que llevaba incrustadas en el borde del carro. Le dio la vuelta al carro y puso las sillas en la calle, cerca del mesón para que sus futuros clientes se pudieran sentar. Con eso su negocio estaba montado, solo le faltaba empezar a preparar la comida. Kain se detuvo delante del carro y lo vio empezar a sacar unos pequeños costales de arroz.
-Buenos días- dijo el anciano de buen humor al notar a Kain. Iba bien afeitado y utilizaba el cabello corto. Al mismo tiempo, vestía encima de su kimono un delantal blanco.
-Buenos días, occhan (tío, de modo informal)- dijo Kain -tengo hambre ¿Cuándo tendrá listo algún plato? Tengo dinero-
El anciano hizo una pequeña sonrisa benevolente y le dijo en tono amable -lo siento, amiguito, pero falta mucho para eso. Me tienen que traer algunos ingredientes que se me quedaron en la casa. Vuelve en una hora más y te preparo algo bueno-
-No lo creo- respondió Kain en tono amable -pero gracias, vendré en otro momento-
-No hay problema- dijo el anciano con una sonrisa seguro de su habilidad -cuando vuelvas haré algo tan increíble, que te hará volver día a día-
Kain hizo una pequeña sonrisa y asintió. Después agito su mano y se despidió. Gracias al trato amable se sintió un poco mejor, pero nunca olvido lo que aprendió en estos pocos días. Siguió avanzando por la avenida principal hasta llegar al cruce que dividía Konoha a la mitad. Prácticamente era el límite entre los distritos shinobis y los distritos civiles. Kain cruzo la calle, dejando atrás el pavimento y avanzando por las calles de tierra. Siguió avanzando durante varios metros hasta llegar frente a la puerta Torii, la cual marcaba la entrada a la casa de Hashirama. El jardín del frente, a los costados del camino de acceso, seguía estando florido, todo gracias al cuidado de Mito. Sin embargo, y para sorpresa de Kain, su abuela estaba de pie junto a su madre esperándolo frente a la puerta de la casa. También las acompañaba Mito, con un claro rostro cargado de enojo. Sin embargo, a Kain le preocupo más que su abuela estuviera en pie.
Naori, como siempre, tenía un rostro serio y su barbilla un tanto elevada en una expresión orgullosa. Digna y elegante incluso en su vejez. Su cabello ceniciento caía como dos cascadas de plata y su rostro viejo y cansado resaltaba en una expresión en calma. A su lado, Naoko tomaba a Naori del brazo derecho. Sus ojos estaban cerrados y su hermoso rostro tenía una clara expresión de preocupación. Al mismo tiempo, Mito tomaba a Naori del brazo izquierdo, como si la ayudara a equilibrar el envejecido cuerpo. Vestía como siempre su kimono blanco y su cabello rojo como la sangre solo acentuaba su cara de enojo.
Kain hizo una amplia sonrisa y avanzó por el camino empedrado hasta llegar frente a su a abuela, madre y Mito. Sin embargo, se quedo a dos metros de ellas, solo como precaución.
-He vuelto, abuelita, Okaa-sama, sensei- dijo Kain, haciendo una pequeña reverencia.
Naori asintió y sujeto la mano de Naoko para que esta se quedara a su lado y evitara salir corriendo a abrazar a Kain.
-Es bueno que hayas vuelto, Kain- dijo Naori e hizo una profunda reverencia -gracias por sus esfuerzos-. Naori noto que Naoko se quedó quieta y le dio un leve apretón en la mano. Entonces Naoko se sorprendió, pero entendió lo que estaba haciendo su madre. Naoko también hizo una pronunciada reverencia, y entre lágrimas y sollozos, dijo -gracias por sus esfuerzos-
Mito solo se quedó de pie, mirando con enojo a Kain. Este último hizo una pequeña sonrisa y dijo -gracias-
Entonces todos terminaron el saludo y levantaron sus cabezas. Al instante siguiente, Naoko soltó el brazo de Naori y se acercó a Kain con los brazos por delante, tanteando el espacio y derramando lágrimas. Una vez que lo tuvo entre sus brazos, lo apretó con todas las fuerzas que le permitieron sus delgados brazos y lloro como nunca.
-Okaa-sama, Okaa-sama- dijo Kain -ya estoy bien, no fue nada peligroso-
Un poco más allá se escucho un bufido. Kain levantó su rostro y mientras seguía dándole palmaditas en la espalda a su madre, miró a Mito. Realmente estaba cabreada, sus cejas estaban fruncidas y sus ojos acuosos. Sin embargo, y por su terquedad ya conocida, Kain dedujo que no lloraría.
-¿Cómo está el tío?- pregunto Kain
-Bien- dijo Mito en un tono de voz golpeado, molesta, muy molesta -debiste haberte quedado con él en vez de ir a perseguir a ese tipo-
Kain negó con una sonrisa en los labios. Se guardo cualquier excusa y solo se dedicó a abrazar a su madre.
-¿Cómo te fue?- pregunto Naori con voz estricta y mirada seria.
-Ninguna herida de consideración- dijo Kain -pero debo seguir entrenando. Solo pude desplegar el 10% de la potencia total del jutsu-
Naori asintió satisfecha y dijo -has traído honor a tus ancestros Kain Uchiha, siéntete orgulloso. Tu primera incursión en el campo de batalla fue exitosa-
-Sí, obaa-sama- dijo Kain con un rostro serio
Naori asintió satisfecha y le dio unos golpecitos en la mano a Mito. Ella por fin miró a Kain, por supuesto, sin botar su mal humor.
-Espérate y veras, te haré entrenar hasta el cansancio- dijo Mito
Kain hizo una pequeña sonrisa y asintió. Después de eso, Mito ayudo a Naori a entrar a la casa y la llevo al dormitorio. Ya era bastante exigencia para Naori estar de pie durante tanto tiempo. Ya llevaban una hora esperando a Kain, todo porque Kagami vino anoche a conversar sobre la salida de Kain. Al parecer, independiente de como salieran las cosas, Tobirama enviaría sí o sí a Kain a su casa. Mito pensó que quizá que cosa cambio en el corazón de su cuñado.
-o-
Pasaron un par de meses después del incidente del Bosque de la Muerte. Kain continuo con su vida de entrenamiento y sus amigos se apegaron más a él. Sobre todo, Akane y Sakumo, quienes lo regañaron de forma directa. "Te dejamos solo un día y mira lo que haces" se quejaron ambos. Kain solo pudo sonreír y ver como los dos ignoraban el consejo de Hashirama y se quedaban a su lado. De esa manera, siguieron viniendo a entrenar con Kain. Sin embargo, más que cualquier otra cosa, venían a conversar o a jugar. Tanto fue así que Mari, la madre de Sakumo, tuvo que venir a rescatar a su hijo varias veces a la semana y llevarlo a entrenar. Según ella, Sakumo se estaba volviendo perezoso por estar jugando tanto con sus amigos.
Al mismo tiempo, Akane en los dos meses siguientes llego a su límite de mejora. Podría ser mejor, pero era algo dentro de ella que le impedía mejorar. Es ese sentimiento que te indica que podrías estar haciendo algo mejor, algo que realmente te gusta. Akane nunca lo dijo, pero Kain lo podía ver en su mirada y en su actitud. Después de todo, cuando se refería a jugar, conversar o salir a comprar dangos, Akane era la primera en todo. Sin embargo, cuando llegaba la hora de entrenar, inventaba mil excusas o lo hacía sin ánimos de nada.
Esto a su vez preocupo a Naori y a Kain. No obstante, fuera de todo lo sería y leal que fuera Naori con su clan, jamás decidió presionar a Akane a nada.
Solo faltaba una semana para el noveno cumpleaños de Kain. El cielo estaba despejado y el día estaba caluroso sin mucho viento. Así que Naori le pidió a Biwako que la ayudara a salir al pasillo que pasaba por fuera de su habitación. Sentaron a Naori sobre un cojín, en el borde del pasillo. Con las piernas colgando y los pies descalzos tocando la tierra. Naori miraba con ojos soñadores como el día precioso y tranquilo pasaba delante de sus ojos. A lo lejos pasaba una pequeña nube blanca, impulsada por los vientos superiores y desplazándose en la distancia. Se escucho el chillido de un águila a lo lejos. Después de eso, Naori escucho unos pasos que venían a la distancia, por el pasillo de madera. Giro su cuello a la derecha y vio a la luz de sus ojos avanzando hasta ella. El pequeño granuja iba descanso, vistiendo un kimono verde y unos pantaloncillos. Llevaba un pocillo de porcelana blanca con un par de cubos de hielo de colores. Cada uno tenía incrustado un palillo, similar a un dango, que cruzaba de extremo a extremo.
Naori primero sonrió, pero después puso un rostro serio y preguntó -¿Por qué no estas entrenando?-
Kain se acercó a Naori y vio a Biwako sentada del lado izquierdo de Naori. Con la mano derecha sostuvo el pocillo y con la izquierda saludo a Biwako. Después se detuvo al lado de su abuela y se sentó en el borde del pasillo.
-Hace calor, abuelita. Cuando caiga la fresca, en la tarde, me pongo a entrenar sin falta- dijo Kain, entonces tomo un palito embutido en un cubo de hielo rojo y se lo llevo a la boca.
-¿Oooh?- dijo Naori como si ignorara la situación -pensé que tenías tu sala de entrenamiento debajo de la tierra. Dudo que ahí haga mucho calor ¿o me equivoco?-
Kain chupeteaba el hielo con sabor a frutilla, saboreando su dulce sabor. Pero cuando escucho el argumento de su abuela, giró su rostro hacia la derecha (lejos del pocillo con los hielos de colores) y tosió.
Una vez que Kain dejo de toser, retomo su cubo de hielo con sabor a frutilla y dijo -sí, abuelita, perdóname por ahora. Te prometo que iré a entrenar, sí o sí ¿bien?-
Naori soltó un suspiro y Biwako del otro lado de Naori, se tapó la boca y comenzó a reír. Sí había alguien que conociera a Kain, esa era su abuela. Cualquier tipo de excusa era descubierta de inmediato. Por su parte, Naori hizo una soñadora mirada y estiro su vieja mano derecha para peinarle a Kain el cabello en un gesto suave.
-¿Qué comes ahora?- preguntó Naori
-Hielo de sabores, le llaman paleta de helado- dijo Kain, le acerco el pocillo a Naori y le ofreció uno de los cuatro que tenía -el amarillo tiene sabor a vainilla. El café tiene sabor a chocolate. El que se ve como medio blanco tiene sabor a piña y el rosado tiene sabor a frambuesa ¿Quieres?-
-A ver, A ver- dijo Naori con una pequeña sonrisa, dejo de peinarle el cabello a Kain y tomo la barra de hielo de color café, de unos diez centímetros de largo, por el palillo de madera. Kain la miró algo acomplejado, era su segundo objetivo, pero por su abuela cedería uno de sus sabores favoritos.
Naori noto esa mirada entre melancólica y triste y miró a Kain a los ojos -¿Te gusta este?- pregunto
-Bueno…sí- dijo Kain con cierta dificultad -pero está bien si la abuelita lo quiere comer. Yo puedo comprarme otro-
-Gracias, Kain-
-De nada- respondió Kain, después inclino su cabeza hacia atrás, para poder mirar por detrás de la espalda de su abuela y hacer contacto visual con Biwako -¿Quieres uno, Biwako-san?- pregunto
-Sí le parece bien- respondió Biwako con tono de voz respetuoso. Kain le tendió el pocillo con las paletas de helado y ella saco la que tenía sabor a vainilla.
Al mismo tiempo, Naori acerco la paleta de helado a su boca y la probo. Entonces se sintió complacida con el dulce sabor del chocolate. Además de que el frio de la paleta era agradable considerando el calor que hacía.
-¿Te gusto?- pregunto Kain
-Sí, Kain, está muy rico-
-Qué bueno-
Al poco rato llego Mito y Naoko, se sentaron al lado de Kain y terminaron de quitarle las dos últimas paletas de helado que le quedaban. Kain en un principio estaba triste, pero al ver su madre feliz sintió que cualquier sacrificio valía la pena. Sin embargo, se prometió comprar para la próxima el doble de paletas si quiere probar otros sabores.