—Algo es extraño —le susurré a Iván después del torneo.
Iván se detuvo para mirarme, una expresión en su rostro. —¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Estás escuchando susurros de nuevo?
—¿Qué? No —negué con la cabeza a Iván con incredulidad, quien se relajó visiblemente ante mi respuesta—. Estaba hablando del Rey Ronald.
—Iván volvió a reanudar su caminata—. ¿Qué pasa con él?
—¿No te parece extraño? Hay algo que no está bien con él —le dije, incapaz de quitarme de la mente lo que había visto en los bosques.
—Así es como es —respondió Iván con un tono despreocupado.
Dejé de caminar y detuve a Iván. —¡Lo sorprendí regañando a su hijo, incluso iba a golpearlo si yo no lo hubiera interrumpido! —informé a Iván cuando arqueó una ceja hacia mí.
Iván soltó un suspiro preocupado. —Arianne, no quiero que te involucres con el Rey Ronald el grande —fruncí el ceño a Iván—. No me metí en esto, ¡evité que golpeara a un niño!
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