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Sombras Divididas

El destino es confuso. A veces pasa sin ser percibido, otras puede volver del revés la vida de alguien. Un chico normal, con problemas normales, viviendo una vida normal, justo como cualquier humano común... con la diferencia que el destino tenía otros planes para él. Un día, después de un extraño evento, se topó con dos chicas aladas y su vida se volvió mucho menos... normal. Fue arrastrado fuera de su planeta, probando la existencia de otros mundos y de extraños poderes como la magia misma. Desgraciadamente, el camino de regreso a su casa fue cerrado tras de si, dejando como única opción para regresar a su casa vagar a través de diversos mundos desconocidos . Al mismo tiempo, descubrió que no era capaz de usar magia, pero en su lugar obtuvo un extraño poder que le permitía tomar la energía del propio mundo, junto a otro extraño poder acompañado por una misteriosa y tenebrosa existencia despertando dentro suyo, sin la menor idea de si se trataba de un amigo o enemigo.

Gascart · ファンタジー
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67 Chs

Viento y relámpago

Seguimos a la cuerva… Sí, era hembra… Probablemente sería lo que se conoce como matriarca o algo por el estilo…

—¿A dónde vamos? —preguntó Calitia.

Tras el largo silencio causado por seguirla en tensión, la primera en hablar fue Calitia, quien seguía de cerca a Noné. Por lo visto, no parecía gustarle ni una pluma de estos cuervos, puesto que tenía a Noné agarrada de los hombros y no la soltaba por nada.

[A ningún lugar en específico.]

—¿Qué quiere decir eso? —pregunté.

[Simplemente seguimos el viento.]

«¡¿Y qué mierdas significa eso?! A los viejos parece gustarles simplemente andar sin rumbo… Últimamente encontramos muchos viejos… ¡Demasiados!»

Probablemente esté bien decir que todo ese lugar estaba lleno de hierba e incluso árboles bastante grandes. Eran exactamente igual a lo que vimos anteriormente. Crecían directamente de las nubes como si de tierra se tratara. Un buen hábitat para cualquier animal.

[Aquí corre una buena brisa.]

Tras un rato de caminar, la cuerva se paró encima de una enorme piedra. ¿Qué hacía una piedra ahí? ¿Cómo había llegado hasta allí? y ¿Qué brisa? Nadie de nosotros parecía notar absolutamente nada.

[Aquí no corre ninguna brisa.]

Como era de esperar, nuestro cabeza de pájaro fue el único en atreverse a decir algo.

[Me lo puedo imaginar, sois demasiado jóvenes para entender al viento.]

«Probablemente ni siendo viejos lo entenderíamos…»

[Dime, ¿qué edad tienes pequeño?]

[Pyro no recuerda exactamente cuántos años tiene. Quizás algo más de tres mil.]

La cuerva se calló, nosotros nos callamos, el silencio se hizo en todo el lugar durante unos instantes. Si Pyro pudiera mostrar expresiones entendibles para nosotros, ahora mismo probablemente tendría una genuina cara de trol. Sin embargo, tampoco es tan raro para un ser inmortal.

[Joven para los de tu especie.]

«Sí, claro, ahora lo intenta arreglar…»

[Pero Pyro…]

—Pyro, olvídalo…

[Me gustaría saber algo importante, ¿qué buscáis en mis dominios? La niña veo que es una celestial, pero vosotros cuatro tengo curiosidad por saber qué sois y qué queréis.]

—Yo soy un humano, estas dos son una silphen y una katryde, y… Pyro es... Pyro.

[¡Pyro es un pyro… Fénix]

[Humano, Silphen, Katryde y Fénix, nunca escuché esos nombres. Acaso sois hijos de…]

La cuerva clavó la mirada en Calitia durante unos instantes antes de negar con la cabeza.

[No no parece ser el caso.]

—Señora, resumiendo un poco, no somos de este mundo. Y siguiendo una antigua leyenda llegamos aquí.

Llamar señora a un cuervo... Pero las palabras de Calitia parecieron captar la atención de la cuerva. Aún encima de la roca, se dio media vuelta y nos dio la espalda. Levantó la cabeza para mirar al cielo de la lejanía, tras lo que empezó a hablar como para sí misma.

[Una antigua leyenda… Nosotros también tenemos una antigua leyenda… Normalmente nadie puede entrar aquí, y si entran, les echamos o matamos. Pero es la primera vez que alguien es capaz de comunicarse conmigo a parte de los míos.]

Luego se giró de nuevo directamente hacia mí.

[Dejando historias de lado. Tú, el que has dicho llamarte humano.]

—Humano no es mi nombre… es mi especie… —repliqué.

[Pues tú especie me transmite un extraño e inentendible sentimiento. No pareces una amenaza pero por alguna razón todo mi cuerpo grita que no me enfrente a ti. Al mismo tiempo, algo en mí interior me dice que debería confiar en ti… como si fueras parte de nuestra familia… No lo entiendo.]

[Pyro siente lo mismo. Pyro puede asegurar que es una buena persona y confiable.]

—Gracias Pyro… Yo también te quiero…

El que no entendía nada era yo, pero por lo visto parecía gustarles a los pájaros… Como fuera, me intrigaba más la parte de esa otra leyenda pasada entre esos pajarracos.

—Con una leyenda, ¿a qué te refieres?

—E...esto… ¿Podría saber de qué estáis hablando? —Noné interrumpió.

—¿Qué quieres decir? —le pregunté.

—No paráis de hablar con los pájaros como si entendierais lo que dicen y ellos a vosotros. Pe... pero yo no puedo entenderlos…

No pensamos en eso. Estaba tan acostumbrado a ello, que ni me planteé que ella no entendía nada de lo que hablaba la cuerva.

—¿Lo que decimos nosotros lo entiendes? —le preguntó Raidha.

—¿En serio preguntas esto justo ahora? Hemos estado hablando con ella todo este tiempo.

—¡Me refiero a mientras hablamos con los pájaros zorra retrasada!

—Ah… sí… a vosotros os entiendo.

Eso confirmaba que nuestras palabras eran traducidas de tal manera que todos nos entendían y nosotros entendíamos a los demás. Pero eso se limita simplemente a nosotros.

—Estábamos a punto de preguntar por una ciudad, pero antes… ¿Por qué odiáis a los celestiales?

[Porque los cielos son para los alados. Los que no tienen alas tendrían que permanecer en el suelo. Así nos dividieron los dioses.]

«Otra respuesta estúpida… Y otra vez los dioses. Que nadie lo tome mal pero... ¡Me cago en los dioses!»

—Eso es una tontería. Tener o no tener alas no debería de ser una razón para enfrentar a nadie.

—Eso lo dices porque perdiste las tuyas.

—¡Tú cállate zorra!

[Para empezar, nadie sin alas debería ser capaz de volar hasta aquí. Es más, aquellos sin alas ni siquiera tendrían de poder volar.]

—Yo siempre he tenido alas... y nunca he podido volar —murmuró Raidha.

—Ciertamente, incluso yo que tengo no las puedo usar para volar. Puedo hacerlo con magia, pero no gracias a las alas en sí mismas. La verdad es que muchas veces pienso que son más molestas que útiles —Calitia también murmuró.

—Esto… contadme qué está diciendo porfa.

[Pyro tiene alas y puede volar.]

Suspiré pesadamente ante tal discusión sin sentido entre cabezas de plumas.

—Los cuerpos humanoides simplemente no están hechos para volar, no tienen aerodinámica… tener alas nunca cambiará eso. Además, por lo que dices, lo que puedo deducir es que esto realmente se trata de una pelea de territorio más que de una por posesión de plumas, ¿verdad?

—Me.. me… ¿me estáis escuchando?

[No lo puedo negar, no nos gusta ver a nadie en nuestro territorio, pero con los celestiales es algo especial. Como dije tenemos una antigua leyenda…]

—Y… ¿Podríamos saberla? —insistí al ver que la cuerva se callaba.

—¡Por favor decidme de lo que estáis hablando!

—Yo también quiero saber —se sumó Raidha.

—Y yo —también se sumó Calitia.

—¡Yo quiero saber todo lo que habéis dicho! —terminó gritando Noné a todo pulmón.

Nos costó un poco darnos cuenta de que durante todo este tiempo ignoramos completamente a Noné. La pobre niña casi se pone a llorar por frustración.

[Según dicen las leyendas, al principio los seres con alas vivíamos aquí, en el cielo. Mientras que los seres sin alas vivían debajo de nosotros. Ninguno invadía nunca el hogar de los otros. El cielo era completamente nuestro dominio, puesto que controlamos el viento y los rayos. Éramos sus reyes, pero vivíamos en paz junto a los otros habitantes de las alturas, quienes estaban bajo nuestro mandato y nos respetaban.

Pero un día, de la nada, aparecieron un grupo de seres no alados. El suelo parecía no ser de su agrado, con lo que decidieron tomar el cielo como su hogar.

Al principio convivimos sin conflictos, pero decidieron erigir una ciudad justo en medio de nuestro territorio más preciado. Y no solo eso, sino que de alguna manera empezaron a agenciarse nuestro poder.]

—¿Agenciarse vuestro poder? ¿Acaso eso es posible?

—Tú no eres el indicado para preguntar esto.

—No fue culpa mía, Raidha…

[Las leyendas no cuentan cómo lo hicieron, pero está claro que pasó, puesto que hoy en día existen los celestiales.]

—Señora, podría ser un poder que ya tenían ellos y simplemente pensasteis que os lo robaron.

[Podría ser así y podría no serlo.]

[Pyro no cree que puedan robar el poder a la fuerza. A la especie de Pyro también se lo intentaron robar y no pudieron.]

—Ahora ya no importa… Sigamos con la historia.

[Como decía, a causa de eso, decidimos atacar… Pero fuimos completamente derrotados y subyugados por un ser alado que apareció de la nada… Por lo visto un dios les había tomado cariño y los protegió, poniéndonos a nosotros bajo su servidumbre.]

—¡Oh! —los cuatro de nosotros murmuramos a la vez.

[No obstante, por alguna razón ese dios terminó dándoles la espalda y se marchó. A pesar de eso, los habitantes de la ciudad siguieron tratando a los nuestros como meros sirvientes, pero sin la protección de ese dios no había forma de que quedáramos bajo su yugo. Viendo la oportunidad, decidimos atacar de nuevo. Dejamos caer una lluvia de relámpagos día tras día al mismo tiempo que desatamos fuertes vientos, hasta que por culpa de los continuos ataques, la ciudad finalmente se desmoronó y mitad de esta cayó de las nubes. Los que no cayeron, terminaron abandonando nuestro territorio. Creamos una enorme tormenta alrededor para evitar que regresaran y desde entonces seguimos aquí, defendiendo nuestro territorio.]

«Y por eso, ahora los llaman pájaros de la tormenta…»

En cierto modo ambas leyendas se parecían… y a la vez eran distintas. No obstante, juntar ambas dejaba algo bastante interesante.

—Entonces, ¿sabes dónde está la ciudad?

[Las ruinas de la ciudad están aquí mismo, pero debajo de las nubes.]

—¿Debajo?

[Las nubes que la sostenían se desmoronaron, con lo que cayó a un nivel inferior junto a ellas.]

—¿Podríamos ir?

Tras una pequeña charla, la cuerva accedió a llevarnos a la ciudad. Noné parecía emocionada. A mí, tras escuchar la historia, me parecía bastante improbable que encontrara algo que le ayudara a volar en esa ciudad. Por mi parte, sí que quería ver ese lugar detenidamente para ver si encontraba respuestas a mis preguntas.

Seguimos otra vez a la cuerva hasta llegar a un enorme agujero. Al mirar hacia abajo, no se podía ver ninguna nube, solo la tierra negra y roja de Luhel.

—Aquí no hay nada.

[Hay que llegar volando a partir de aquí.]

—Estupendo… ¿Entonces cómo llegamos?

[Ahora que ya os he llevado hasta aquí, no me importa bajaros del todo.]

Una generosa oferta, pero a la vez aterradora. La cuerva era lo suficientemente grande como para cargarnos a los cuatro, pero no dejaba de ser aterrador volar encima de tal animal. Sin embargo, lo hicimos.

***

[Estamos llegando.]

Realmente pasamos entre las nubes para llegar a nuestro destino. Esquivamos nubes tanto grandes como minúsculas hasta poder ver nuestro destino a lo lejos, Nasibra.

La ciudad no estaba realmente escondida, pero tampoco estaba a simple vista. Se ocultaba entre distintos niveles del cielo. No se podía ver desde arriba, no se podía ver desde abajo, también era imposible de ver desde lejos. Un escondite realmente bueno a pesar de estar a simple vista.

Descendimos en dirección a la ciudad. Desde lo lejos ya parecía una ciudad bastante impresionante para lo vieja que era. Los edificios eran distintos a los que vimos anteriormente en el cielo, eran de piedra. Sin embargo, estaba todo completamente en ruinas.

—Una auténtica ciudad fantasma —murmuré.

Aterrizamos justo en las afueras del lugar, donde no había ningún obstáculo para hacerlo. De un salto, todos nos bajamos a cielo firme y empezamos a caminar hacia la ciudad. Rápidamente nos adentramos en ella, la cuerva vino con nosotros.

No sabíamos que buscar en concreto, con lo que caminábamos sin rumbo por las devastadas calles. Noné, a diferencia de nosotros, corría por ellas emocionada como un niño con un juguete nuevo. Calitia la seguía de cerca, incluso ahora no se separaba mucho de ella. Era la viva imagen de lo que se dice ser sobreprotector.

—Noné, no te separes mucho, te puedes hacer daño.

—Déjala, ¿qué le va a pasar? Aquí no hay absolutamente nada a parte de edificios en mal estado —comentó Raidha.

La niña dobló una esquina a toda velocidad, y entonces, paso a paso, retrocedió agarrándose la túnica con ambas manos con una expresión de miedo. Miré a Raidha con desaprobación. Ella simplemente desvió su mirada algo enfadada.

Un enorme rugido sonó desde donde miraba Noné, quien volvió a toda velocidad completamente en pánico.

—U...u… ¡Un dragón!

—Mierda… —suspiré pesadamente.