Un instante, una mera fracción de la fracción de un segundo, el chico al que estaba atacando desapareció de enfrente los ojos de Calitia.
«¿Uh?»
Pero en ese mero instante que nadie sería capaz de percibir reapareció de nuevo. La espada que estaba apuntando directamente hacia su cuello únicamente fue capaz de cortar a través de un oscuro y denso humo que salía a través de todo el cuerpo del chico, que había evitado el filo al agacharse en el último momento.
—¡Tú!
Calitia tembló literalmente al encontrarse de nuevo con esos ojos rojos como la sangre que tanto la habían atormentado.
—Lo sabía tú…
—¿Por qué no te marchas y lo dejamos así?
El cuerpo de Calitia volvió a temblar al escuchar la extraña voz distorsionada que salió de su boca.
«¿Qué es este sentimiento? ¿Miedo? No puede ser.»
Ninguno de los dos hizo un solo movimiento, únicamente se quedaron mirando fijamente el uno al otro durante unos instantes.
—¿Y bien?
Todo el cuerpo de Calitia se puso en guardia. Cada palabra que ese chico decía resonaba en el interior de su cuerpo y hacía que su propia alma se estremeciera.
—No hay forma de que haga eso.
Calitia levantó de nuevo su espada, preparándose para atacar nuevamente sin dudar. Todo su cuerpo le avisaba de que ese chico que tenía delante era peligroso. Al final las preocupaciones que la habían acompañado desde el día que vio esos mismos ojos por primera vez parecían ser acertadas.
—¿Así es cómo lo quieres? —preguntó el chico mientras apoyaba la extraña espada con forma de garra que había aparecido en su mano sobre su hombro.
—¡No me copies!
—Pero preferiría que no fuera aquí.
El chico giró momentáneamente su cabeza hacia el muro de tierra que se levantaba tras él.
—Vamos a alejarnos de aquí.
En ese momento las sombras que salían de su cuerpo se intensificaron y simplemente desapareció de delante de Calitia.
—¡¿Eh?!
Calitia inmediatamente se dio la vuelta. El chico se había movido unos diez metros en un instante.
—¿Vienes o qué?
Apenas decir eso empezó a correr de nuevo…
—¡Espera!
… y ella empezó a perseguirlo a toda velocidad… olvidándose por completo de Raidha…
Ambos apenas corrieron durante unos pocos segundos, pero fue suficiente para alejarse kilómetros de cualquier civilización.
—¡Deja de escapar!
Aunque el chico era rápido, Calitia al final resultó serlo más. Tan pronto lo tuvo a distancia de ataque desenfundó su espada y la blandió con todas sus fuerzas. El chico dejó de correr y se dió la vuelta a tiempo para bloquear el ataque. No obstante, Calitia no tenía intención de darle tiempo a reaccionar a placer. Siguió atacando una y otra vez, desde arriba, horizontalmente, apuñalando, un ataque tras otro caía encima del chico que apenas era capaz de retroceder bajo la presión. Aún así, ningún ataque consiguió darle, todo lo bloqueaba de una forma u otra, cosa que empezaba a poner bastante nerviosa a Calitia.
—¡Maldita sea! —Calitia dejó de atacar y tomó distancia a toda velocidad—¿Qué clase de ser eres? ¿Eres un silphen? ¿Un humano? ¡¿Qué eres?!
Esos ojos rojos que al mirarlos fijamente hacían a uno sentir que su alma podría ser tragada en un instante se entrecerraron ante su pregunta.
«¡Qué demonios pasa con esos ojos! ¡Ni los de los silphen se sienten así!», se quejó Calitia en su interior.
El chico bajó la espada malhumorado y dejó salir un casi imperceptible gruñido.
—No lo sé.
—¿Cómo qué no lo sabes? ¡Acaso eres…!
Antes de que Calitia tuviera tiempo de replicar, el chico saltó al ataque. Calitia levantó su espada y bloqueó esa espada con forma de garra. La fuerza del golpe la hizo retroceder un par de pasos y ambos quedaron empujando su espada la una con la otra con todas sus fuerzas.
—¡Si digo que no lo sé, es que no lo sé! Lo único que sé, que sé y que sé que me importa es que no te dejaré tocar a ninguno de mis compañeros.
—¿Eh?
A Calitia le costó entender lo que acababa de decir…
—Entonces, no niegas ser un aliado de los silphen.
—¡No soy un aliado de los silphen, soy un aliado de esos idiotas!
Tal como dijo eso, puso más fuerza en su ataque.
—Me da igual si Raidha es una silphen, una katryde o una simple mocosa. Si cualquiera decide atacarlos, les voy a destrozar sin compasión alguna. No me importa si es otro silphen, katryde, humano, o siquiera un dios… No soy aliado de nadie, ¡únicamente protejo a los que son importantes para mí!
Esas palabras tomaron por sorpresa a Calitia.
—No esperaba escuchar tales cosas de lo que parece la encarnación del miedo en sí mismo —murmuró.
—¡No me importa lo que esperes!
Y poniendo aún más fuerza en su espada, el chico empujó a Calitia varios metros atrás.
«Su fuerza es exagerada y parece que cuanto más tiempo pasa más fuerza gana... No puedo ganarle a fuerza bruta, pero no creo que él me pueda ganar si uso magia en lugar de simple fuerza.»
Calitia recompuso su postura y levantó de nuevo su espada.
—Como sea. Sigues siendo un aliado de una Silphen. ¡Eso te hace mi enemigo! ¡No dejaré que alguien malvado vague libre por ningún lugar!
El poder mágico empezó a llenar todo el cuerpo de Calitia, que empezó a brillar tenuemente. Él tendría más fuerza física, pero su magia podía potenciar la suya cientos de veces.
Calitia cargó de nuevo hacia él y blandió la espada con todas sus fuerzas. El chico consiguió bloquearlo como había hecho con los demás, pero la fuerza del golpe le hizo salir repelido decenas de metros. Consiguió mantenerse de pie a duras penas, pero el surco de tierra que había dejado bajo sus pies era la prueba del temible golpe que acababa de encajar.
Antes de que se recuperara del impacto, Calitia cargó de nuevo y al chico apenas le dio tiempo de saltar a un lado para esquivar el filo de su espada dando una voltereta en el suelo. Quedó agachado aguantándose con una mano en el suelo y la otra con esa siniestra espada levantada en paralelo al suelo por delante suyo, mirando a Calitia con rabia.
Rápidamente, Calitia se dispuso a atacar otra vez antes de que pudiera levantarse de nuevo, pero en ese momento un escalofrío le advirtió que lo mejor era no acercarse. El chico cerró los ojos y apretó los dientes con furia. Una gota de sudor frío cayó por la frente de Calitia en el momento que un humo oscuro, incluso más siniestro que esa espada, empezó a salir con furia del cuerpo del chico.
—Bien, mal, mal, bien. ¡¿Eres idiota?!
Junto con su grito, la propia tierra a su alrededor se agrietó y una rafaga de aire agitó el pelo de Calitia, quien no pudo evitar dar un gran paso hacia atrás.
«¡¿Cómo sigue ganando poder?!»
—¿Qué hicieron esos dos para ser considerados malvados por ti? ¡Raidha siquiera salió de casa hasta el día en que os encontrasteis!
—¿Qué tiene que ver eso? Es una silphen, ¡todos son iguales! Y peor aún, es la hija de Arkin. ¡Ese demonio mató a miles de los míos! ¡Hasta mis padres murieron en sus manos! Los silphen son pura basura, nos matan tan pronto como nos ven. ¡Si los dejamos vivos nos exterminarán!
—¡Y vosotros los matáis a ellos nada más verlos! ¡La madre de Raidha también murió a manos de los katryde! ¡Ambos bandos sois exactamente igual de idiotas! ¡Todos sois idiotas! Os matáis los unos a los otros porque así ha sido desde siempre y ni sabéis el porqué.
—¡Claro que sabemos por qué peleamos!
—¿En serio? Bien pues, dímelo, ¿por qué peleáis?
—Ya.. Ya lo he dicho, si no los matamos ellos nos mataran a nosotros…
—Eso no es siquiera una respuesta. Te limitas a repetir las mismas idioteces que probablemente repiten otros idiotas que tampoco saben absolutamente nada. ¡Lo que te pregunto es por qué empezó esta estúpida guerra! ¡Respondéme eso!
—¿Cómo empezó? Veamos… pues… —Calitia fue incapaz de responder—¡¿Acaso importa algo?!
—¡Claro que importa, idiota!
Otro grito sacudió el lugar. Su espada temblaba, todo él temblaba, pero no quedaba duda alguna de que no era de miedo, estaba furioso.
—Raidha ni siquiera ha sido capaz de matar a un solo katryde en su vida. Esta guerra no le interesa, solo quiere vivir su vida sin que nadie la controle. ¿Eso es malvado? ¿Tú eres el bien? ¿Tú, quien sigue a una chiquilla que siquiera se puede defender de ti y a un humano que nada tiene que ver con vuestra estúpida guerra? Ellos dos únicamente han sido arrastrados en todo esto y ahora todo el mundo los quiere matar. ¡Para mí vosotros sois los malvados! No… ¡todos sois idiotas!
Calitia quiso replicar a eso, pero no pudo. No es que nunca hubiera pensado en estas cosas. No, en realidad siempre se lo había planteado una y otra vez, pero siempre terminaba enterrando sus dudas al recordar lo que había pasado con su familia.
«Pero él los mató a todos, ¡a todos!»
Cuando era pequeña, Calitia tampoco entendía por qué esa gente de alas negras los atacaba. ¿Qué les habían hecho? No quería que pelearan… hasta el día en el que se encontró con él, el demonio más aterrador que nunca vio, Arkin.
Calitia no era capaz de entender que le habían hecho a ese silphen para qué masacrara a todos los que vio, incluidos sus padres.
«Solo me dejó viva a mí.»
La cabeza de Calitia se llenó con los recuerdos del día en el que sus padres murieron. De cómo Arkin los mató y de la cara con la que la miró después de haber acabado con sus padres, una cara de pena. Calitia lo pudo sentir claramente, ese demonio se compadeció de ella.
«¿Le parecí tan poca cosa que le daba pena matarme?»
Calitia nunca entendió por qué la dejó viva, pero no era justo. ¿Qué habían hecho sus padres para merecer eso? Sus padres sin duda no eran malas personas, ¿por qué tuvieron que morir y por qué ella no?
«¿Únicamente hemos sido arrastrados a esta guerra?»
Incluso siendo capaz de entender a lo que se refería, los fantasmas de su pasado no eran tan simples de hacer desaparecer.
«No es para nada justo, ¡quién merecía morir era él, no mis padres!»
Calitia había decidido pelear por sí misma para hacer justicia y acabar con esos demonios que se dedicaban a matar sin compasión a gente inocente...
«Lo que dice es verdad, ¿dónde estará la justicia si yo mato a la hija de Arkin que no ha hecho nada? Pero es la hija de Arkin, el que mató a mis padres. ¡Quiero ver a ese engendro sentir el dolor de perder a alguien querido como sentí yo! Ella no hizo nada… realmente no hizo nada… Pero…»
… pero eso fue cuando era niña.
—¡¿Y qué si es así?! ¡¿Harás tú algo al respecto?! ¡¿Crees que simples palabras harán que cambiemos de opinión?! ¡No me hagas reir! ¡Puedes intentar convencernos a ambos bandos, pero no conseguirás nada! ¡Te aseguro que nadie va a detenerse, la sed de venganza de mi gente y la mía propia no estará saciada a menos que los exterminemos a todos o ellos nos exterminen a nosotros!
La rabia consumió rápidamente a Calitia al encontrarse con ese dilema interno.
—Fui un idiota por siquiera intentar razonar. Bien, por mi os podeis matar tanto como queráis, y si es necesario, exterminaré ambos lados. Como ya he dicho, ¡todos sois enemigos para mí!
Y sin más palabras ambos saltaron encima el uno del otro con todo su poder, convirtiendo el campo de batalla en un espectáculo de luces blancas y negras.