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Guardianes [parte 4]

Los Guardianes, seres de poder inmenso o eso suelen ser, es un titulo otorgado por el jugador a cualquier NPC de su elección, mientras cumpla requisitos básicos, cualquiera puede serlo. Al morir, estos elegidos a candidatos, tienen la opción de aceptar la solicitud del jugador, lo que les concede una nueva existencia en forma espiritual, eterna y vinculada al mundo a través del jugador. No son simples marionetas a disposición del jugador; conservan el ego de su vida pasada, en el juego son considerados casi como apóstoles de un dios, o simples ayudantes.

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Con su ego intacto, tienen la libertad de rechazar ordenes del jugador. Aunque es un evento raro, dado que usualmente comparten un enemigo común, ha habido casos documentados en el juego donde se han negado, como le sucedió con el cuarto asiento de los guardianes, un lugar que quedó vacante por la negativa de un candidato.

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Titus, cuyo nacimiento coincidió con el apogeo del imperio Romano, en la famosa ciudad de Roma en el año 357 D.C., no fue considerado para ser un guardián en aquel entonces. Fue un milenio después, alrededor de 1450 D.C., cuando su nombre resonó por toda Europa, captando la atención de todos, aunque de forma indirecta.

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 [6203 Años desde el inicio del juego]

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 [Alrededor de 1450 D.C., Rumania]

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Los eventos en Rumania durante esta era fueron cruciales para la humanidad que dejaron marcas, incluso para miles de años a futuro, una época plagado por los conflictos. El Gran Imperio Otomano intentaba someter al reino de Valaquia, que resistía ferozmente ante todo pronostico. A pesar de ser superados en número y sin comparación posible, lograron detener y incluso llegando a vencer en varios enfrentamientos.

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La historia futura sería difusa sobre los detalles específicos de aquel conflicto, pero solo unos poco creen saber que sucesos extraordinarios y fuerzas externas jugaron un papel en ese periodo

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Un contingente de soldados otomanos marchaba en la oscuridad de la noche hacia su objetivo cuando fueron interceptados por un individuo solitario. Un silencio sepulcral cayó sobre ellos, y las miradas intercambiadas parecían comunicar todo en ese instante peculiar. El sujeto, de estatura imponente y cubierto por una armadura antigua, emanaba una presencia abrumadora que infundía un miedo instintivo en todos los presentes.

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Pero a diferencia de los soldados otomanos ordinarios, este grupo particular estaba completamente cubierto por armaduras que ocultaban toda su piel. De sus cascos, solo se filtraba un tenue brillo rojo en lugar de los ojos humanos ordinarios.

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Antes de que se produjera un movimiento brusco, el líder del grupo otomano avanzó con pasos lentos y refinados, demostrando que la armadura no obstaculizaba su movimiento y que, extrañamente, no producía sonido alguno. Tras unos pasos y situarse frente al único individuo que obstruía su camino, se quitó el casco revelando su rostro.

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A simple vista, no era humano, aunque tenía similitudes con la especie. Su palidez era tal que parecía carecer de sangre, y sus ojos mostraban un inusual color rojo sangre con orejas puntiagudas. A pesar de sus rasgos no humanos, tenía un rostro agradable y atractivo, resaltado por su largo cabello blanco.

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"¿Cómo se atreven los humanos a desafiarnos?... Siéntanse agradecidos de que el conde Yelkas se digne a hablar con su comida", dijo con gran arrogancia.

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Su figura destilaba arrogancia en cada aspecto: su rostro, sus palabras y su comportamiento. Era la personificación de la soberbia, y a diferencia de sus compañeros, no mostraba miedo alguno frente al extraño.

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"Entonces era verdad... se infiltraron en el ejército otomano..."

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Antes de que el conde pudiera comprender las palabras del extraño, este desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejando atrás su escudo apoyado en el suelo y una ráfaga de viento junto a una gran cantidad de escombros que se alzaban por todas partes. Instintivamente, el conde sintió la presencia de algo atroz de tras suya, rápidamente se giró solo para ver a uno de sus soldados con la espada clavada en el corazón, cayendo inerte, y a otro en las garras del extraño, a punto de ser empalado contra una estaca que previamente no estaba ahí, como si surgiera de la nada.

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El resto de los soldados no pudo procesar lo que ocurría, en un simple parpadeo, las imágenes frente de ellos, cambio drásticamente, como si sus ojos no podían captar nada. Para cuando entendieron la situación, muchos ya habían caído y los pocos que quedaban intentaban desesperadamente evitar el destino de ser empalados a manos de un monstruo humano.

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Pronto solo quedaron el extraño y el conde. Todos los demás habían sufrido el mismo destino, empalados en estacas de piedra. El extraño había determinado que era el método más efectivo contra estos seres, ya que había observado previamente cómo los soldados se quitaban las espadas de sus corazones o se levantaban después de ser decapitados. Pero una vez empalados, luchaban inútilmente por liberarse, solo para sufrir más y quedar inmovilizados hasta que dejaban de moverse tras varios minutos de agonía.

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"¿Qué esperas?", mientras pronunciaba esas palabras, tosió sangre el conde, tirado en el suelo sin extremidades, cada una empalada por separado, pero aún mantenía la arrogancia en su rostro.

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El conde no fue la excepción de sus compañeros, compartió un destino similar. Resistió mas que sus acompañantes y dio mas pelea, pero al final solo fue una roca mas dura a romper, no pudieron poner un solo dedo sobre el extraño de armadura.

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"¿Hay más?", preguntó el extraño con indiferencia.

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"No diré...COUGH... detente un segundo!!", continuó el conde entre toses y agonia.

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"..."

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"cough no diré COUGH"

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"..."

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"COUGH... cough cough detenerte un segu...COUGH"

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Antes de que pudiera terminar, una pequeña estaca emergió de su cuerpo. Cada vez que no obtenía la respuesta deseada, otra estaca aparecía en su pecho. El extraño no mostraba compasión y parecía indiferente al dolor o incluso a la muerte del conde.

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Eventos como este, se repitieron en varios lugares y zonas de conflicto de esta área. Con el tiempo, varios grupos de soldados otomanos fueron encontrados empalados. Todos creían que Vlad, el príncipe de Valaquia, en un arrebato de ira, había ordenado sus empalamientos, ganándose el apodo de "Vlad el Empalador".

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Hasta que un día, Titus, quien inicialmente se pensó que solo poseía una habilidad de longevidad y nunca había mostrado su capacidad, fue encontrado por un guardián durante uno de sus espectáculos, lo que sin dudar mucho, se le ofreció un puesto de guardián al reconocer su extraordinaria habilidad. Pero Titus lo rechazó.

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Titus, a diferencia de la historia, fue reconocido por los demás guardianes como "El Empalador" y el cuarto guardián. Aunque no aceptó el puesto por el momento, simplemente por su habilidad de longevidad, no se había negado a formar parte del grupo. Desde entonces, se le reservó el cuarto puesto y reemplazó a Ashborne como guardián de la zona de Europa.

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