Ethan cerró la puerta del auto y preguntó con una expresión de perplejidad en su rostro.
—¿De qué estás hablando? No te entiendo.
—Rebecca dijo que iba a visitar a su hermano hoy. Fui a recogerla por la mañana, pero no había nadie en casa. La vecina comentó que salió anoche —Proctor continuó preguntando—¿No estuvo contigo anoche?
Ethan sacudió la cabeza y dijo:
—No, anoche bebí en el bar de Sugar hasta tarde y luego me fui a cada directamente. No la vi en ningún momento.
En ese momento, Hood también detuvo el auto a su lado. Salió del vehículo y los miró a ambos.
—¿Qué pasó?
Ethan respondió:
—Rebecca está desaparecida. Es la chica que apuñaló a un miembro de una pandilla de motociclistas en el Festival de Banshee la última vez.
—¿Has intentado llamarla?
Tan pronto como Hood terminó de hablar, quedó atónito. ¿Cómo pudo hacer una pregunta tan obvia?
Por casualidad, justo en ese momento, sonó un teléfono.
Proctor sacó su celular del bolsillo del pantalón. Al mirar el nombre de la persona que llamaba, se burló y contestó, activando el altavoz.
—Buenos días, Kai.
La voz burlona de Alex resonó desde el teléfono.
Proctor respondió con voz profunda:
—¿Tienes a Rebecca?
—No te preocupes, está en buenas manos, al menos por ahora. Ya te lo dije, devuélveme mi dinero.— Por el tono de Alex, se notaba que estaba regodeándose de la situación.
Proctor reprimió su ira y dijo:
—Ponla al teléfono ahora mismo.
Pronto, la voz asustada de Rebecca resonó desde el teléfono.
Ethan y Hood intercambiaron miradas, en silencio.
La voz de Alex volvió a escucharse:
—Antes del mediodía, trae $1,211,300 dólares que le robaste al Kinaho Moon, ni un centavo menos, y no le sucedera nada, de lo contrario no puedo asegurar que siga con vida.
—No robé tu maldito dinero. —dijo Proctor entre dientes.
—Deja las excusas. Devuélveme mi dinero y la dejaré ir.
—Este es solo es el inicio. El ganado que murió en la explosión es solo una parte del interés. Después hablaremos del bombardeo al nuevo casino.
Alex colgó.
Proctor apretó el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. No esperaba que Alex se atreviera a provocarlo así.
Sus ojos se iluminaron. No podía hacerlo él solo; un plan para atacar el casino no podía hacerse ya que Rebecca debía ser rescatada.
Cuando sus ojos se posaron en Hood, una idea cruzó su mente.
—Has escuchado lo que ha pasado. Alex Longshadow secuestró a Rebecca. Ve a rescatarla.
—Lo siento, no tengo jurisdicción en la reserva —respondió Hood rotundamente.
Proctor lo miró fijamente.
—No pareces ser de los que siguen las reglas al pie de la letra.
Hood permaneció en silencio y simplemente negó con la cabeza.
Proctor esbozó una sonrisa de desprecio, y luego, mirando fijamente a Hood, dijo lentamente:
—Hace unas semanas te hice un favor, y fui claro con Ethan de que estabas en deuda conmigo. Creo que lo recordarás, ¿verdad?
Hood se detuvo y asintió con resignación.
—Muy bien, la traeré de vuelta.
Proctor le dio unas palmaditas en el hombro a Hood, satisfecho, y se giró para irse.
—Maldito...
Hood maldijo en silencio. La satisfacción de antes, cuando se burlaba de Proctor, se había desvanecido. No esperaba que todo esto le saliera al revés.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Ethan mientras se estiraba.
Rebecca había sido capturada, y no podía quedarse de brazos cruzados.
—Llama a Job —dijo Hood en tono serio—. Job ha estado vigilando el casino por un tiempo. Veamos qué puede hacer.
KInaho Moon – Puerta trasera.
—¿Todo claro? —la voz de Job resonó por el auricular. Ethan y Hood asintieron mientras se dirigían hacia la entrada trasera del casino.
Gracias al gusano que job implanto en el sistema de seguridad pudo conseguir el acceso y los planos del casino con facilidad, decidieron actuar lo mas rápido posible para rescatar a Rebecca, por ahora el elemento sorpresa estaba de su lado.
Al llegar a la puerta trasera, Hood tomó el picaporte y dijo a Ethan:
—Recuerda, no tenemos jurisdicción aquí. No dispares a menos que sea absolutamente necesario.
—Cinco segundos, tres, dos, uno... adelante —la voz de Job les dio el visto bueno justo cuando la luz roja de la cerradura se puso verde.
—Buen trabajo —dijo Ethan mientras seguían a Hood hacia el interior.
—El sistema de seguridad de este casino es un chiste. Según los planos, deberían estar entrando a la cocina ahora.
Job, sentado en el auto, hojeaba los planos mientras continuaba hablando.
—Recorran el pasillo. Rebecca debe estar en el área VIP detrás del casino.
Ethan y Hood caminaron por la concurrida cocina, siguiendo las instrucciones. Entre fogones encendidos, Ethan vio a un chef cocinando un pedazo de ternera, sin que se diera cuenta, tomó un pedazo y lo masticó.
—No está mal, lo pediré la próxima vez.—comentó Ethan.
Hood notó sus movimientos y dijo, sin darle mayor importancia:
—Sigue avanzando.
Ethan masticó dos veces y luego escupió el bocado en un bote de basura.
Al cruzarse con un camarero, dos hombres uniformados entraron en la cocina.
—¿Se han perdido? —preguntó el camarero con cautela.
Hood lo miró:
—¿Estamos en la cocina?
—Sí.
—Entonces no hay manera de perderse.
El camarero observó a los dos hombres caminar con seguridad y se encogió de hombros, volviendo a su trabajo.
Más adelante, Ethan vio un pasillo y una escalera. Preguntó:
—Ya pasamos la cocina, ¿y ahora?
—Al final del pasillo, a la izquierda.
Dieron la vuelta y se detuvieron al mismo tiempo.
—Después de esa puerta, entrarán al área VIP —informó Job, pero Ethan y Hood miraban a un hombre fornido parado frente a la puerta.
Hood intentó relajarse y se dirigió al guardia:
—Soy del Departamento de Policía de Banshee Town y necesito entrar.
—El Departamento de Policía de Banshee Town no tiene jurisdicción aquí. Si no está en la lista de invitados, no puede entrar.
El guardia dio un paso al frente, mirándolos desde arriba.
Hood suspiró y mostró la pistola en su cintura.
—¿Sabes qué? Tengo un arma.
El guardia sonrió, se desabotonó la chaqueta y le dio unas palmaditas a su propia pistola.
—¿Quién no?
—¿Y si son dos contra uno? —Ethan también mostró su arma, sonriendo.
El guardia, sin pensarlo, les dijo:
—Bueno, entonces no me dejan otra opción.
Se hizo a un lado, bajando la cabeza.
Hood exhaló aliviado. No quería usar el arma a menos que fuera absolutamente necesario.
Cuando estaba a punto de abrir la puerta, el guardia los detuvo:
—Oigan, ¿van a entrar así nada mas?
—¿A que te refieres? —preguntó Hood confundido.
El guardia de seguridad, nervioso, respondió:
—Si no me noquean, ¿Cómo mantendré mi trabajo? ¿Ustedes me van a conseguir uno?
—Tiene razón —dijo Ethan con una sonrisa.
Ethan extendió la mano, y con un ligero golpe en la cabeza del guardia con su pistola, lo dejó inconsciente al instante.
--Está bien, ahora estamos ingresando al área VIP.
Ethan miró a la bulliciosa multitud que había dentro y no pudo evitar silbar. No era de extrañar que tanto Proctor como el alcalde Kendall quisieran una parte del negocio del casino.
—Ahora pasa por el casino y sube directamente las escaleras. El área de atrás no está marcada en los planos de diseño. Si yo fuera Alex, escondería gente aquí —dijo Job con seguridad.
Ethan y Hood caminaron rápidamente por el casino tras escuchar a Job. Los uniformes que vestían eran demasiado llamativos, y el personal de seguridad del casino ya los había puesto en la mira.
Había varias puertas en la parte más interna del casino, y cuando empujaron una de ellas, encontraron unas escaleras. Al llegar a la mitad, la puerta de arriba se abrió y un guardia de seguridad los miró con un bastón en la mano. En ese mismo momento, una persona también entró por la puerta trasera, atrapándolos a los dos.
Ethan movió los hombros, miró a las dos personas y le dijo a Hood:
—Déjamelo a mí, entra tú primero.
Sin decir una palabra, el hombre de arriba se precipitó con su bastón balanceándose. El palo zumbó en el aire, y fue directo a la cabeza de Ethan. Este esquivó ágilmente el golpe, sus dedos, como ganchos, agarraron el brazo del atacante, y con un movimiento rápido, lo lanzó por los aires.
Hood aprovechó la oportunidad para correr al segundo piso.
El guardia de seguridad cayó sobre la persona que subía corriendo. Ambos gritaron de dolor y rodaron escaleras abajo.
Ethan saltó con agilidad, aterrizando firmemente en el piso inferior. La persona a sus pies intentó levantarse, pero Ethan no lo permitió. Con una patada en la cabeza, el hombre se desmayó, dejando escapar un gemido mientras varios dientes volaban junto con un chorro de sangre.
De repente, un olor a sudor lo tomó desprevenido. Ethan fue encerrado fuertemente por el brazo de la segunda persona, que trataba de someterlo.
Ethan estabilizó su cuerpo, hundiendo su centro de gravedad, y luego usó sus piernas para retroceder bruscamente. El guardia no pudo soportar la fuerza, tropezó y ambos se estrellaron contra la pared. Ethan, amortiguado, salió ileso, mientras que el guardia se golpeó la cabeza con fuerza, soltando su agarre.
Ethan levantó el codo y golpeó con fuerza. El guardia dejó escapar un grito de dolor antes de caer al suelo, acurrucado. Ethan estaba a punto de darle otra patada, pero al ver el dolor en los ojos del hombre, decidió subir rápidamente las escaleras.
La voz de Hood desapareció de los auriculares, y Job, ansioso, le pidió a Ethan que se apresurara a brindar apoyo.
Ethan abrió la puerta de madera y entró al segundo piso, que estaba siendo renovado y lleno de escombros. Vio que Hood estaba rodeado por tres guardias de seguridad de Kinaho Moon y suspiró aliviado. Presionó el auricular y dijo:
—Todo bien, sólo que el auricular de Hood está roto y lo están machacando.
—Eso está bien, ya está acostumbrado a que lo golpeen. Ese bastardo rompió mis auriculares, déjalo que lo golpeen un par de veces más —respondió Job, tranquilo desde su posición afuera, probablemente fumando.
Hood fue atrapado por dos guardias y lanzado contra una pared de vidrio que se hizo añicos. Cayó entre los fragmentos de vidrio en la habitación contigua.
Aunque todos tenían armas, por escrúpulos nadie se atrevía a disparar. Llegaron a la puerta uniformados.
Ethan avanzó rápidamente, pero en ese momento, una sombra negra salió de una habitación cercana. Una pierna larga se dirigió hacia él como un látigo. Ethan se protegió la cabeza con las manos, y el sonido del impacto resonó. Retrocedió dos pasos para aliviar el golpe.
Bajó las manos y miró hacia adelante.
Nola, vestida con pantalones vaqueros y un chaleco negro, apareció frente a él.
—¿Eres tú? —preguntó Ethan, sorprendido.
Nola también se sorprendió al verlo y luego se burló:
—Tienes agallas. Esto no está bajo la jurisdicción del Departamento de Policía de Banshee, y aun asi te atreves a venir a la tribu Kinaho a causar problemas.
—¿Y tú no te atreves también a ir a Banshee a secuestrar a una joven? Asi que digamos que estamos bastante parejos —dijo Ethan, encogiéndose de hombros.
Nola adoptó una postura de pelea y dijo:
—No te vayas a casa llorando después.
—Me ire pero si me das tu numero de teléfono.
El rostro de Nola se volvió frío y rápidamente dio un paso adelante. Sus largas piernas lanzaron patadas una tras otra como látigos, con las puntas afiladas de sus botas cortando el aire. Pocos hombres podían resistir su habilidad.
Ethan esquivaba los ataques con destreza, pero sabía que un error lo pondría en una posición vulnerable. En un momento de oportunidad, avanzó y atrapó su patada con el hombro. El dolor recorrió su pantorrilla, pero mantuvo la calma. Ethan extendió sus manos grandes, agarró la pierna de Nola y, con una sonrisa fría, dijo:
—¿Y tú te atreves a llamarme flacucho? Déjame mostrarte.
Bajo la mirada horrorizada de Nola, Ethan la arrojó contra la pared. El impacto fue fuerte, abriendo un agujero en la delgada pared de madera, y Nola cayó en la habitación contigua. Ethan saltó detrás de ella, y pronto el sonido de la lucha llenó el aire.
Puños perforaban la madera, escombros volaban, y las puntas de las botas hacían agujeros. No fue hasta un buen rato después que el movimiento en la habitación se detuvo.
Ethan logró someter a Nola, con una mano de ella doblada a su espalda. La controlaba con firmeza, mientras ella seguía luchando, retorciéndose debajo de él.
Ethan se inclinó hacia su oído y dijo con dureza:
—Si no quieres perder un brazo, te sugiero que te detengas.
Empujó su brazo hacia arriba, y bajo el intenso dolor, Nola finalmente abandonó su resistencia.
En ese momento, un disparo resonó en el aire.
Ethan dejó de lado a Nola y, sin soltarla, la llevó con cuidado fuera de la habitación.
Fuera, varias personas ya yacían en el suelo. Hood estaba al final del pasillo con las manos levantadas, y Ethan empujó a Nola hacia él.
Al final del pasillo, una gran oficina decorada a medias se veía desordenada pero lujosa. Rebecca estaba de pie en una esquina, con las manos atadas a la espalda. Alex, con una pistola en mano, miraba a Hood con una expresión complicada.
Cuando Alex vio que Nola estaba bajo control, apretó los labios. Hood, aliviado al ver a Ethan, trató de persuadir a Alex:
—Eres un hombre inteligente. Mira nuestros uniformes. ¿Estás seguro de que quieres dispararle al Sheriff y a sus hombres aquí?
Alex, tras una pausa, dejó su arma a regañadientes y dijo con sarcasmo:
—Entonces Proctor tiene dos perros más, ¿eh?
Mirando a Alex, que parecía enojado, Hood explicó:
—No me malinterpretes, estamos aquí solo por esta chica que tu secuestraste, y lo que pase entre tú y Proctor no tiene nada que ver con nosotros.
Ethan miró a Rebecca. Ella no estaba herida en absoluto, pero había un rastro de sangre en la comisura de su boca y huellas en su rostro. Rebecca vio aparecer la figura de Ethan y el pánico en su rostro se disipó rápidamente. Ethan le guiñó un ojo, y Rebecca, sabiamente, no hizo ningún sonido y se quedó en silencio en un rincón.
En ese momento, Nola vio la vacilación de Alex, volvió a luchar y gritó ferozmente:
—¡Alex, mátalos!
—Oye, pequeño caballo salvaje, ¿puedes decir esas cosas tan hirientes? —Ethan apretó mas su agarre.
Nola sintió un dolor intenso en el brazo, pero aún quería liberarse del control. Al ver esto, Alex rápidamente levantó el arma.
—Suéltala.
—Todos cálmense —intervino Hood.
Al ver que la ira de todos en la escena estaba aumentando nuevamente, Hood dio dos pasos hacia adelante y siguió haciendo gestos para tratar de calmar las emociones de todos. Luego se giró y dijo:
—Ethan, deja ir a Nola primero.
La situación no podía permanecer en un punto muerto como ese. Alguien tenía que hacer concesiones. Ethan no tuvo más remedio que avanzar y empujar a Nola unos pasos hacia adelante.
Después de que Nola se soltó de la atadura, corrió unos pasos hacia adelante y, enojada, rompió el vidrio del gabinete junto a ella con el puño. Agarró una espada samurái colocada en el gabinete y estaba a punto de abalanzarse sobre Ethan.
—¡Nola! —Alex detuvo su movimiento.
Nola no quería discutir con Alex frente a extraños, por lo que tuvo que quedarse quieta con cara de orgullo. Pero, aun así, movió su brazo hacia adelante vigorosamente, apuntando la espada directamente a Ethan.
Alex, del otro lado, vio que no había nada que pudiera hacer, por lo que también bajó su arma, pero siguió dudando. Al ver esto, Hood dio un paso más.
—No te preocupes, solo lo estamos aquí por esta chica, y creo que Rebecca no levantara cargos ¿Qué tal si todos lo tratamos como un malentendido?
El rostro de Alex estaba sombrío y, después de un momento de silencio, dijo con rigidez:
—Todos, salgan de la reserva ahora mismo antes de que me arrepienta y los entierre entre en la montaña.
Después de decir esto, Hood y Ethan dieron un suspiro de alivio, y Rebecca rápidamente corrió y se paró junto a Ethan.
—Oye, niño bonito, nos veremos pronto —dijo Nola.
Nola lanzo con fuerza la katana que tenía en la mano con expresión de molestia. Una luz fría brilló, la hoja se hundió en la pared a menos de medio metro de él y el mango tembló.
—Gracias —Ethan sonrió con indiferencia, extendió la mano, agarró el mango del cuchillo y lo sacó de la pared.
Después de cortar la cuerda de la mano de Rebecca, dejó caer la katana al suelo. Luego, los tres salieron del casino por la misma ruta, seguidos por el personal de seguridad que llegó uno tras otro.
Cuando salió por la puerta trasera y vio el deslumbrante sol afuera, Rebecca no pudo evitar cubrirlo con las manos.
—Llévala con Proctor, yo me iré primero —dijo Hood.
Después de que Hood terminó su explicación, tomó los auriculares que le arrojó Ethan y caminó en dirección a Job.
Después de que Ethan y Job saludaran, llevaron a Rebecca de regreso al coche de policía.
—¿Estás bien? —Ethan sacó un pañuelo y se lo entregó a Rebecca, pidiéndole que se limpiara la sangre de la comisura de la boca y luego le dio una botella de agua mineral.
—Está bien, volvamos —Rebecca desenroscó la tapa de la botella, tomó un sorbo de agua y luego dejó escapar un largo suspiro de alivio.
Ethan puso en marcha el vehículo y siguió adelante. Después de que la velocidad aumentó, el viento entró a raudales por la ventana del auto y le levantó el cabello. Rebecca se sintió renovada. Ethan la miró por el rabillo del ojo y dijo:
—Deberías saber por qué te secuestraron no. Sabes lo que hace tu tío, ¿verdad?
Rebecca recordó la escena en la que ella y Proctor fueron a volar el nuevo casino en Kinaho.
Miró por la ventana, asintió en silencio y dijo:
—Sé algo.
—Entonces debes entender que cosas com esta pueden ocurrir de nuevo en el futuro, si te quedas a lado de tu tío —Ethan dudó por un momento y luego continuó—: ¿Alguna vez has considerado regresar? Debería haber una manera de que tu familia te acepte nuevamente.
Después de escuchar lo que dijo Ethan, Rebecca guardó silencio por un rato y luego dijo emocionada:
—¿Y luego que, vivir una vida, monótona día tras día, viendo a otros hablar de mí a mis espaldas y recluida todos los días?
Después de calmarse, sacó la mano por la ventanilla del coche y bailó con los dedos, jugando con el viento etéreo.
—No importa. Desde que me fui de casa, no he pensado en volver.
—En cuanto al peligro que mencionaste, ¿por qué no puedo ser yo la persona peligrosa? —Rebecca volvió la cabeza y dijo con firmeza— Le hare pagar cien veces lo que me hizo.- exclamo recordando la bofetada que me dio Alex.
El carácter de Rebecca es así, y tarde o temprano se embarcará en el camino de auto destrucción, nadie que viviese en ese tipo de mundo lograba sobrevivir, el perro grande se comía al pequeño, pero lo que muchos ignoran es que siempre hay un perro mas grande.
Ethan suspiró impotente.
—No tientes a la suerte Rebecca. No siempre estaré para sacarte de problemas.
Rebecca asintió con decisión.
—Ahora tengo un problema y tú puedes ayudarme.
—¿Ah si?
—Me encerraron una noche y me abofetearon. Ahora estoy muy cabreada y necesito desahogarme —Rebecca extendió la mano, siguió frotándola sobre su entrepierna y dijo seriamente— Busca un lugar ahora y detente.
—Estoy trabajando—Ethan apretó los dientes.
Rebecca le mordió el lóbulo de la oreja y susurró:
—¿A quién le importa?
Rebecca no hizo caso de su respuesta. Con un movimiento rápido, desabrochó el cinturón de seguridad y se inclinó hacia él, acercando su cuerpo al de Ethan. El aroma a perfume y adrenalina llenó el auto, y él no pudo evitar sentir el calor que emanaba de ella.
Ethan sintió que su pulso se aceleraba, el control que intentaba mantener comenzaba a desmoronarse. Su mandíbula se tensó mientras Rebecca deslizaba su mano bajo su camisa, acariciando su piel con los dedos, sintiendo sus músculos endurecerse bajo su toque.
—Rebecca, estamos en un coche de policía —murmuró él, aunque su voz había perdido la firmeza de antes.
Rebecca, con una sonrisa traviesa, comenzó a desabotonar su camisa, ignorando por completo su advertencia.
—¿Y qué? ¿Tienes miedo de que alguien nos vea? —dijo, con una chispa de provocación en sus ojos.
Ethan apretó los dientes, pero algo en él finalmente cedió. Con un rápido movimiento, giró el volante, desviando el auto hacia una zona aislada junto a la carretera. Detuvo el vehículo y apagó el motor, dejando que el silencio reinara en el aire por un breve instante.
—Si vamos a hacer esto —dijo Ethan, girándose hacia ella, con la mirada ardiendo de deseo y determinación— será a mi manera.
Rebecca no tuvo tiempo de responder antes de que Ethan la tomara por la cintura, atrayéndola hacia él en un beso profundo y hambriento. Las manos de ambos se movieron rápidamente, despojándose de la ropa con urgencia, mientras el calor y la pasión que habían contenido por tanto tiempo estallaban entre ellos.
El espacio reducido del auto no impidió que sus cuerpos se entrelazaran con necesidad. Los movimientos eran rápidos, casi desesperados, como si cada segundo contara. El cuero del asiento crujía bajo ellos mientras Rebecca se colocaba a horcajadas sobre Ethan, sus labios no se separaban ni un instante.
El vidrio del coche comenzó a empañarse con el calor de sus respiraciones entrecortadas. Ethan la sostenía con fuerza, marcando el ritmo con sus caderas mientras las manos de Rebecca se aferraban a sus hombros, sus uñas clavándose en su piel con cada movimiento. Ambos sabían que lo que estaban haciendo era imprudente, pero en ese momento no importaba. La necesidad, el deseo, lo dominaban todo.
Los jadeos de Rebecca resonaban en el pequeño espacio del coche patrulla mientras sus cuerpos se movían al unísono. El control que Ethan intentaba ejercer sobre sí mismo se desmoronaba rápidamente mientras ambos se dejaban llevar por la intensidad del momento. La conexión entre ellos iba más allá de lo físico; había una tensión emocional que hacía que cada toque y cada beso fueran más profundos.
Finalmente, con un último suspiro ahogado, ambos alcanzaron el clímax, sus cuerpos temblando de placer. El silencio que siguió estuvo cargado de la misma intensidad que el momento que acababan de compartir.
Rebecca, con la respiración aún agitada, se dejó caer sobre el pecho de Ethan, su cabello enredado y húmedo por el sudor. Ethan la rodeó con un brazo, cerrando los ojos y permitiéndose disfrutar del calor de su cuerpo contra el suyo.
—Supongo que puedo tachar de mi lista, hacerlo en una patrulla—murmuró Rebecca con una sonrisa satisfecha, mientras levantaba ligeramente la cabeza para mirarlo a los ojos.
Ethan soltó una pequeña risa y negó con la cabeza, mientras acariciaba su espalda con suavidad.
—Puedes apostarlo..
Ambos permanecieron en silencio unos minutos más, disfrutando de la quietud del momento. Afuera, el mundo seguía girando, pero en ese pequeño rincón de la carretera, dentro de ese coche de policía, nada más importaba.
Mas tarde cuando llegaron a la villa de Proctor, Proctor y Burton los estaban esperando frente a la puerta ya que le habían llamado con anticipación. Después de que Rebecca puso su ropa en orden, antes de que el auto se detuviera, abrió rápidamente la puerta, corrió hacia Proctor y le dio un abrazo. Proctor le dio unas palmaditas en la espalda, soltó a Rebecca y caminó hacia el coche de policía.
—¿Dónde está el sheriff Hood? —preguntó Proctor.
Ethan bajó la ventana y dijo:
—Todavía tiene algunas cosas que hacer, así que no vendrá.
—De todos modos, gracias. ¿Quieres entrar y tomar un café?
—No, todavía tengo que trabajar. El jefe me pidió que te dijera que ya no habia deudas entre nosotros han sido pagadas. —Ethan tamborileó con los dedos en el volante.
Proctor asintió.
—Por supuesto, por favor, también ayúdame a transmitir mi gratitud.
—Eso no es problema —respondió Ethan.
Al principio intentó persuadir a Proctor para que alejara a Rebecca de sus negocios ilicitos, pero al final ellos eran familia y no se podía interferir demasiado con ello, ya que ella ya había tomado su decisión, donde la llevare dependía totalmente de ella, pero Ethan lo sabia de antemano, ella seguiría los pasos de Proctor, por lo que su final seria el mismo.
Ethan le dio un ultimo vistazo a Rebecca quien entraba a la casa de su tio, dio suspiró y se alejó.