Dentro del vestuario.
Eran más de las once de la noche.
Los dos seguían hablando en susurros. Ya que no se sabía si todos los de afuera se habían ido por completo, o si alguien más había entrado.
—Espera —dijo la vieja Zhang indiferente.
—OK.
Zhang Yuanqi corrió la cortina y salió a echar un vistazo. Unos segundos después, volvió a entrar. —Está bien, puedes salir.
Al poder volver a ver la luz del día, suspiró aliviado.
—Todo gracias a ti hoy. Si no fuera por ti rescatándome, no habría podido salir y habría muerto rasguñado.
Zhang Yuanqi dijo: —Sobre el sencillo, mañana conseguiré a alguien que te hable de ello.
Zhang Ye dijo felizmente: —No hay necesidad de hablar de ello. Dame cualquier precio que creas que es correcto. Entonces envíame el contrato. Lo firmaré y te lo enviaré de vuelta. Puedes enviármelo por correo una vez que lo firmes también.
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