Mae
Mae notó cómo sus rodillas flaqueaban y empezó a desfallecer de angustia. Henry se apresuró a sujetarla sin perder la compostura. La ayudó a descender con cuidado al suelo y la abrazó mientras sollozaba.
Un dolor abrumador invadió el cuerpo de Mae, y las lágrimas fluían sin control. No podía vislumbrar una manera de rectificar completamente la situación ahora. Estaba atrapada en un dilema: seguir este camino con Henry y arriesgarse a perder a su padre para siempre, o regresar con su padre y presenciar cómo destruía a Henry y a la manada de la montaña.
Mae se aferró a Henry y permitió que su contacto la calmara.
—Siento mucho esto, Mae. Lamento profundamente todo esto —susurró Henry con voz suave.
—¿Qué debo hacer? —preguntó Mae, con voz entrecortada.
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