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Pequeña esperanza

Al levantarme en la mañana, Jin aún estaba durmiendo a mi lado. Se veía linda y me alegraba que pudiera descansar, después de lo que pasó ayer se lo merecía, no quería despertarla.

Entonces sin hacer mucho ruido me levanté de la cama, tomé mi pantalón que estaba en el suelo y me lo puse, aunque no recordaba habérmelo quitado antes de dormir.

Salí fuera de la casa de campaña, me sentía extraña porque era la primera vez que caminaba en el refugio por mí misma. Tenía ganas de hablar con John, sobre lo que pasó ayer, sobre esa cosa que nos atacó en el centro comercial, sobre aurora, y sobre lo que había leído en los documentos misteriosos.

Tenía tantas preguntas, pero en lo más profundo de mi interior sentía que no quería saber ni involucrarme. Mientras me sumergía en mis propios pensamientos sentí un toque en el hombro.

—Chloe, ¿verdad?

Al voltearme, vi a una chica de pelo largo rizado vistiendo una camisa de cuadros y pantalones rasgados.

—¿Me recuerdas?, soy Mary.

—Claro. —Era la chica que se acercó a nosotras unos días atrás—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—No es eso, simplemente quería preguntarte si querías que desayunáramos juntas.

No tenía hambre, sólo quería salir y despejarme, pero ver a la chica me hizo sentir curiosidad, así que decidí aceptar su invitación.

—Claro, ¿por qué no? —dije, forzando una sonrisa.

—¡Genial! —exclamó Mary, con los ojos iluminados—. Vamos a la cafetería.

Caminamos juntas por los pasillos del refugio, el sonido de nuestros pasos resonaba en las paredes. El aire se sentía frío y un poco sofocante, y el olor a lejía y antiséptico era abrumador, éramos las únicas despiertas.

—Es raro, ¿verdad? —me preguntó Mary mirándome.

—¿Qué? —pregunté confundida.

—Sentirte tan unida a Jin —respondió Mary, sus ojos recorriendo el pasillo —Sobre todo después de todo lo que pasó. ¿No recuerdas nada?

—Sí, supongo —respondí, sin saber qué otra cosa decir, pero por dentro pensaba: "¿De qué diablos habla esta chica?"

—¿Sí recuerdas? —Inquirió sorprendida

No respondí. Solo le sonreí con picardía, o al menos eso intenté. Pensé que estaba haciendo alusión a algo que creía, yo debía saber, ¿Tendría que ver con su relación previa con Jin?

Recordé la primera impresión que tuve cuando la conocí. Esa vez pensé que estaba celosa de Jin, que no le gustaba que estuviéramos juntas.

Seguimos caminando en silencio hasta que llegamos a la cafetería, la sala estaba vacía y las luces apagadas, la única luz provenía de la ventana al fondo de la sala.

Mary se sentó en una silla de una de las mesas, y yo la seguí, sentándome frente a ella.

—¿Cómo es vivir en el refugio? —preguntó Mary, rompiendo el silencio.

—Está bien, supongo —respondí. Me preguntaba a dónde quería llegar.

—Qué bueno —dijo Mary, volviendo al silencio incómodo.

Permanecimos sentadas durante unos minutos, sin decir una palabra, hasta que Mary volvió a romper el silencio.

—¿Cómo te gusta la comida? —preguntó, intentando entablar una conversación trivial.

—No soy muy exigente —respondí, encogiéndome de hombros.

—Eso está bien —dijo Mary, mientras se levantaba y se dirigía a la cocina.

Abrió la nevera, sacó unos cuantos recipientes y los puso sobre la encimera. Los recipientes estaban llenos de sobras del día anterior. Mary cogió una cuchara y empezó a repartir la comida en dos cuencos, y luego los colocó sobre la mesa, uno delante de mí, y otro delante de ella.

—Bon appétit —dijo Mary, sonriendo.

—Gracias —respondí, cogiendo la cuchara y empezando a comer.

La comida era insípida y poco apetitosa, pero la comí de todos modos... No quería ofender a Mary. Mientras comía, Mary hablaba de su vida antes del brote, de cómo había sido estudiante en una universidad local, y de cómo siempre había querido ser periodista. Yo escuchaba educadamente, pero no podía evitar pensar en lo que me molestaba, y en por qué Mary se había acercado a mí en primer lugar.

—¿Por qué querías comer conmigo? —le pregunté interrumpiendo su historia.

—¿Perdona? —preguntó Mary, sorprendida por la pregunta.

—¿Por qué querías comer conmigo? —repetí.

—Oh —dijo Mary, deteniéndose un momento antes de contestar—. Pensé que podríamos ser amigas.

—¿Por qué ibas a querer ser mi amiga?

—No lo sé —contestó Mary, encogiéndose de hombros—, supongo que sólo quería hablar con alguien.

—¿Pero por qué yo? ¿A qué te referías con aquello de poder recordar? ¿Qué sientes por Jin? —Las preguntas que tenía atragantadas salieron vomitadas de mi boca.

Mary me miró con una mezcla de temor y duda. A la vez avergonzada y miedosa.

—No lo sé —repitió Mary— Creo que ha sido un error tener esta conversación.

—¿Por qué querías conversar conmigo? —Seguí preguntando.

—Tal vez porque me pareces una buena persona —dijo Mary.

—Pero no lo soy —dije negando con la cabeza.

—Tal vez no —dijo Mary, cruzando sus ojos con los míos. —¿Cómo puedes estar segura?

—¿Y si no lo soy? —pregunté.

—No lo sé —dijo Mary—, tendré que averiguarlo.

No pude evitar sonreír levemente, las personas de aquí cada día me sorprendían más.

—Oye, ¿te estás riendo de mí? —preguntó Mary, mirándome y fingiendo ofenderse.

—No, no, no —respondí, riéndome—. Sólo estaba pensando.

—¿Pensando en qué?

—Nada, es sólo que... —Me detuve un momento, ordenando mis ideas—. Es que me sorprende que todavía haya gente capaz de reírse y bromear en tiempos como estos... ¿Sabes algo? La primera vez que te vi, pensé que me odiabas.

—La vida es corta —dijo Mary, encogiéndose de hombros, aunque me pareció que evadía la última frase de mi comentario —Hay que divertirse cuando y donde se pueda.

—Eso es verdad —dije yo, asintiendo con la cabeza.

—Así que —dijo Mary—, ¿somos amigas ahora?

—Supongo —respondí, sonriendo.

—Impresionante —dijo Mary, aplaudiendo.

No entendía por qué, pero tener esta conversación con Mary me hizo sentir curiosidad. La gente del refugio me hablaba como si me conociera desde hacía mucho tiempo, me parecía extraño que toda la gente que se dirigía a mí, fuera tan amable.

Me hacían sentir importante. Como si relacionarse conmigo fuera un asunto de gran valor para ellos. Pero esto no tenía sentido. ¡Era la chica nueva!

Debo admitir que, en un principio, cuando la conocí, sentí animadversión por Mary. Me hice a la idea de que estaba un tanto celosa al verme con Jin. Pensé que se sentía desplazada, y que yo no le agradaba. Pero este repentino interés, me hizo dudar de aquel planteamiento.

Al terminar de comer, me despedí de Mary para después salir del comedor, tenía unos asuntos que resolver. Tenía que hablar con John sobre los eventos del día anterior. Por esa razón empecé a caminar hacia su oficina. En el camino se podía ver cómo las personas comenzaban a salir de sus casas de campaña.

Mientras avanzaba, podía oír el sonido de voces y pasos que resonaban en las paredes, presenciaba cómo los residentes del refugio se despertaban y comenzaban sus rutinas diarias. El olor a café y tocino llenaba el aire, y la charla de la gente llenaba el pasillo. Llegué a la oficina y llamé a la puerta.

—Entra —la voz de John llegó desde el otro lado de la puerta.

Abrí la puerta y entré. La habitación era pequeña y poco iluminada, con un escritorio y una silla a un lado, y un sofá al otro. Una pequeña librería estaba contra una pared, y una sola ventana ocupaba el espacio de la pared opuesta, a través de la cual se filtraba la luz del sol de la mañana.

—Buenos días, Johni —saludé — Necesitamos hablar

John levantó la vista de un mapa desgastado que tenía sobre la mesa.

—¿Qué pasa, Chloe? —preguntó, su tono era serio, pero había un destello de preocupación en sus ojos.

—Necesito hablar contigo —le dije, yendo directo al grano.

—¿De qué? —preguntó, sin encontrar mi mirada.

—Tengo que hablarte de lo que pasó ayer, lo del centro comercial.

—No has cambiado nada Chloe, siempre yendo directo al grano —respondió John con una leve sonrisa.

—No estoy de humor para juegos John —respondí, sin gracia.

—Lo sé —dijo, su tono se volvió más serio de repente—. ¿Qué es lo que quieres saber?

—Todo —dije cruzándome de brazos.

—¿Qué tienes en mente? —respondió John, pasando la atención a su taza de café.

Respiré hondo, tratando de ordenar mis pensamientos.

—Cuando estuve en el centro comercial... encontré algunas cosas. Documentos y tecnología que no entendía. Mapas de ciudades con símbolos extraños, diagramas de estructuras subterráneas, y algo sobre... quimeras y un grupo llamado Elites. Pero todo fue destruido en un ataque antes de que pudiera traer pruebas. —Chloe hizo una pausa, observando la reacción de John— ¿Sabes algo de esto? ¿Has oído hablar de estas cosas?

John la miró con una expresión seria. Tomó un sorbo de su café antes de responder.

—He oído rumores, cosas que no cuadran con lo que nos han dicho oficialmente —admitió John— Antes de que las comunicaciones cayeran, había informes de ataques inusuales, de criaturas que no se parecían a nada que hubiéramos visto antes. Y sí, en algunos de esos informes se mencionaban esas fulanas quimeras. Era información confidencial, de alto secreto.

Asentí, sintiendo que mi intuición estaba en lo cierto.

—¿Y los Elites? ¿Sabes quiénes son?

John dudó antes de responder.

—No directamente. Pero he oído el nombre en murmullos y conversaciones de alto nivel. Hay una teoría de que no estamos solos en esta lucha, que hay fuerzas externas involucradas. Algunos creen que estamos enfrentando algo más que un simple virus o infección. —John hizo una pausa, mirándola a los ojos— Algo... o alguien está manipulando los eventos a gran escala.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Lo que John decía confirmaba sus peores sospechas.

—¿Qué es Pandora? —le dije, siguiendo un presentimiento

John frunció el ceño, sorprendido. No sabía si hablar o no. Imagino que estaba tratando de medir cuánto sabía yo.

—¿Dónde escuchaste de Pandora? —preguntó. ¿Alguien te habló al respecto de eso?

Me incliné hacia adelante, con el corazón acelerado. No sabía cómo explicarle. Decidí ser sincera, sin revelar nada más.

—John, si hay algo que sepas, cualquier cosa, necesito saberlo. Si vamos a sobrevivir, necesitamos entender qué está pasando.

John la miró fijamente, como si evaluara cuánto debía compartir.

—Mira, Chloe, todo lo que sé es que estamos en el medio de algo grande, algo que va más allá de cualquier guerra que hayamos peleado. —Se detuvo un momento, y decidió decir lo que tenía en mente — Se dice que Pandora era una fuente de energía, algo increíblemente poderoso y peligroso. Pero todo eran rumores, nadie sabía realmente qué era.

Esta información no tenía sentido para Chloe. Guardó silencio esperando que John siguiera soltando información.

—Chloe, si estos Elites, realmente existen, son más avanzados que nosotros. Y si están detrás del virus y las quimeras, estamos en un peligro que apenas comprendemos. —John hizo una pausa, su voz se volvió más baja—. Me alegra que estés aquí, trabajaremos juntos para descubrir la verdad y luchar contra lo que sea que enfrentemos.

John tenía razón. Sentí algo de miedo, pero a la vez, se despertaba en mí algo nuevo.

—Simplificaré lo que sí sé, Chloe. Se trata de Aurora —John hizo una pequeña pausa—Aurora es una ciudad, mejor dicho, puede que sea la última resistencia humana.

—¿La última resistencia humana? —pregunté, tratando de entender a qué se refería John.

John respondió asintiendo con la cabeza.

—¿Cómo es posible? — Pensé en la pandemia, y traté de imaginar una ciudad como la última resistencia humana, ante la emergencia de salud mundial. —John. ¿Te refieres que es una ciudad completa de refugio contra la epidemia?

Mientras yo miraba a John con el ceño fruncido, él me miró con mucha seriedad:

—No es solo una ciudad, Chloe. Es un símbolo, una esperanza. —Hizo una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado, antes de continuar —Hay cosas sucediendo que van más allá de lo que te imaginas.

—¿Qué cosas? — Expresé confundida —Pensé que la epidemia era nuestro mayor problema.

—La epidemia es una amenaza, sí, pero hay otros... desafíos. —Hizo silencio nuevamente, antes de continuar — Hay amenazas que no puedes ver a simple vista.

John se echó hacia adelante, como para añadir más dramatismo al momento

—Chloe... —empezó —Aurora es especial porque representa nuestra lucha, nuestra resistencia.

—¿Resistencia contra el virus? —Trataba de encajar la información que estaba recibiendo —¿Por qué no podemos ver estas amenazas?

John volvió a mirar hacia la distancia, como si recordara algo, tratando de ordenar sus propios pensamientos.

—Hay muchas cosas que se han mantenido en secreto para proteger a las personas, para evitar el pánico.

John se acercó a mí lo más que pudo, y entonces me dijo en tono de secreto:

—En Aurora, estamos preparados para enfrentarnos a lo que sea que venga.

Me tomé un momento para procesar lo que me decía. Pero estaba frustrada. No podía entenderlo.

—¿Qué es lo que viene, John? —Pregunté con incredulidad —No entiendo a qué te refieres.

John sonrió levemente, pero sus ojos no mostraban alegría.

—No puedo decirte todo ahora, Chloe, porque me falta mucha información. —Hizo una pausa, mirándome con firmeza. —Pero confía en mí, pronto lo entenderás. Por ahora, necesitamos estar unidos y preparados para cualquier cosa.

—Está bien, John. — Asentí lentamente, todavía confundida —pero debes decirme todo lo que sabes.

—No conozco los detalles, Chloe —respondió John—, sólo sé que la ciudad tiene tecnología más allá de lo que podamos imaginar.

—Sigo sin entender nada —dije negando con la cabeza.

—La ciudad es autosuficiente —explicó John—, tiene una fuente de energía limpia, agua corriente y todo lo necesario para vivir.

—¿Cómo sabes todo eso? —Inquirí

—Tengo contactos Chloe. He estado reuniendo información. Y un viejo amigo averiguó lo que sé de Aurora, y lo que me ha dicho es cierto—dijo John, encogiéndose de hombros—. Yo confío en ese viejo amigo.

—Esto es una locura —dije, sintiéndome abrumada.

—Lo sé —dijo él, con expresión seria— Pero tengo esperanza... Mi plan es que juntos llevemos a los refugiados allá.

—¿Llevar allí a los refugiados? —pregunté sorprendida.

John respondió asintiendo con la cabeza. Yo estaba abrumada. Pero decidí seguir el rumbo de sus ideas.

—¿Crees que es seguro? —pregunté.

—No lo sé —admitió—, pero la alternativa es la muerte.

—¿Y cómo se las apañan allí con los infectados? —pregunté volviendo a lo que era el principal problema en el refugio. No quería pensar que había más monstruos semejantes al que me atacó en el centro comercial.

John hizo una mueca, como restando importancia al asunto, y me respondió con rapidez:

—La ciudad está rodeada por una valla alta, con una corriente eléctrica que la atraviesa. Los infectados no pueden entrar.

—Johni, no estoy segura de esto —dije, negando con la cabeza.

—Chloe —su tono se volvió más serio—, necesito que confíes en mí.

—Quiero —dije, con la voz entrecortada—, pero no entiendo ni la mitad de las cosas que dices. No puedo meterme en algo que no entiendo. No soy heroína y lo sabes muy bien.

—No tienes que ser héroe —dijo él, sus ojos se encontraron con los míos—, Pero sé que puedes ayudarme a mantener esta gente a salvo.

—Johni... En serio, no creo poder. —No era modestia, estaba siendo sincera —desde lo que pasó en el puente no creo poder volver ser responsable por la vida de otros —dije mientras miraba hacia abajo.

—Sargento, por favor —dijo John— Sé de lo que eres capaz. Quiero que seas la esperanza de esta gente. ¿Podrías hacerlo por mí?

No sabía qué decir, me quedé sin palabras, nunca me había sentido tan desgarrada, una parte de mí quería ayudar, porque anhelaba creer que lo que él decía de mí era cierto, pero la otra parte de mi ser sólo quería huir, esconderse del mundo y olvidarse de todo. Sin embargo, sabía que no podía hacer eso, ya no. Ahora había de por medio una promesa que le había hecho a Jin.

—Vale, John —dije finalmente, cediendo.

—Gracias, Chloe —dijo, con la cara llena de alivio. —Sabía que podía contar contigo

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —pregunté, volviendo al tema que nos ocupaba.

John empezó a buscar algo en una gaveta. Cuando por fin encontró lo que buscaba, me lo extendió. Era una libreta sucia, guardada en una bolsa plástica con cremallera.

—Primero tenemos que averiguar dónde está la ciudad —dijo John levantándose de su silla—. Para eso tendremos que ir al CDC que la guardia nacional usó para investigar el virus.

John se refería al Centro para el Control y Prevención de Enfermedades. Una agencia federal de los Estados Unidos responsable de proteger la salud y la seguridad de las personas.

El CDC Se encargaba de prevenir y controlar enfermedades, lesiones y discapacidades. La Guardia Nacional había utilizado los recursos y la experiencia de los CDC para comprender y abordar la amenaza para la salud pública que había representado el virus. Era quien procesaba la información de las zonas de cuarentena.

—¿Hablas del CDC dentro de la zona muerta? —me paré de la silla sorprendida.

—Sí, es la única manera.

—Johni, ¿hablas en serio? —le pregunté, sin dar crédito a sus palabras.

—Sí, Chloe —John me miró directamente a los ojos—. Tenemos que entrar en la zona muerta.

—No puedo creer que hables en serio —dije, negando con la cabeza—. Es una locura.

—No hay otra manera —dijo John—. si queremos ayudar a esta gente, es la única forma.

—Sabes lo que se dice de allí, ¿No? —En las calles corrían rumores de las cosas horrendas que habían sucedido en esos centros.

—Créeme que sí —respondió John tranquilamente —Tengo información de primera mano. Está en ese cuaderno —Me señaló

Hojeé rápidamente la libreta que me había extendido antes. Parecía ser el diario de un soldado de la zona muerta.

—¿De dónde sacaste esto? —pregunté mientras leía las memorias de un tal CPT Miller.

—Confórmate con saber que llegó a mis manos, y ahora está en las tuyas —dijo en tono misterioso —Como ves, sé lo que allí pasó.

—Harás que nos maten, Johni —le dije, cediendo a su tonta idea—. ¿Cuándo lo haremos?

Si decidíamos hacer esto, debía ser pronto.

—Mañana —me respondió sin vacilar.

—¿Mañana?

—Sí, Chloe —respondió—, mañana saldremos temprano, antes del amanecer. Para entrar en la zona muerta, debemos llegar al CDC antes de mediodía.

—¿Cuánto tardaremos? —pregunté, sabiendo ya la respuesta.

—Unas cuatro horas —respondió John—, será un viaje duro y peligroso, pero lo lograremos —añadió John dándome una sonrisa.

—Tú y yo... como en los viejos tiempos —le dije cediendo a su positivismo.

—Sí, como en los viejos tiempos —respondió John con una sonrisa.

Pasamos las siguientes horas preparándonos para el viaje, revisando los planes y asegurándonos de tener todo lo que necesitábamos, decidimos salir a las cinco de la mañana, todavía estaría oscuro. Así que tendríamos más posibilidades de llegar sanos y salvos al CDC, yo estaba nerviosa, pero sabía que tenía que hacerlo por el bien de la gente del refugio.

Al medio día ya habíamos terminado con los preparativos, entonces John se levantó de su asiento y se estiró.

—Chloe, todo está listo para mañana. Ahora puedes continuar tu día con tu "amiga" —dijo, mientras me guiñaba un ojo.

—Cállate, Johni —le dije, avergonzada.

—Vamos, vamos, Chloe —dijo John—, no hagas esperar a Jin.

—No te soporto, Johni —dije, levantándome de mi asiento y dirigiéndome a la puerta.

Antes de salir recordé que tenía otra cosa que preguntarle a John.

—Hey, Johni.

—¿Sí? —me miró John.

—¿Por qué nos dijiste que fuéramos al centro comercial ayer? —le pregunté antes de salir.

—¿Centro comercial? ¿de qué hablas? —me respondió John, pareciendo confundido.

No quise indagar más. No estaba segura si esa era su forma de terminar la reunión.

—Olvídalo —le dije y salí de su despacho.

Mientras caminaba por el pasillo tras salir del despacho de John, reflexionaba sobre lo que me había revelado: la ciudad, el CDC y el viaje que emprenderíamos mañana.

Experimentaba una extraña mezcla de desasosiego, miedo e incertidumbre, pero también una chispa de esperanza. Quizás, finalmente, las cosas estaban por cambiar. Quizás, solo quizás, podríamos finalmente dejar atrás la pesadilla en la que habíamos estado sumidos.

Cuando llegué a la tienda de campaña, oí la voz de Jin desde dentro, hablaba con alguien, pero no pude distinguir las palabras.

Aparté la solapa de la tienda y entré, el aire era cálido y pesado, y la luz de la lámpara proyectaba un tenue resplandor sobre la habitación, pude ver a Jin sentada en la cama, hablando con alguien, y entonces vi de quién se trataba, era Mary.

—¿Dónde has estado toda la mañana? —Preguntó Jin. Seguro había notado mi cara contrariada al encontrar a Mary en nuestra habitación, y quería evadir el asunto.

—Con John —Respondí vagamente.

Mary se levantó.

—Las dejaré solas —dijo mientras salía. —Aprovechen su tiempo juntas.