webnovel

Sin sentido. Chapter 1

Siempre creí en la idea de anteponer mi persona sobre cualquier otro interés, desde niño, adolescente y durante mi carrera universitaria siempre lo hice.

No me malinterpreten, no creo que fuera mala persona, amé a mi madre y como último hijo de su linaje tenía aprecio por mis hermanas y hermanos, pero si me daban a elegir entre ellos y yo, supuse que la respuesta era sencilla.

Que estúpido fui.

Ni siquiera supe cuando esa mentalidad se destruyó.

¿En el momento que me enamoré?, ¿poco después de que me comprometí?, ¿o cuándo descubrí que sería padre antes de los 30?.

Como sea, no creo que importase de todos modos, no cuando sabes que tu vida se está acabando, no cuando saber que pronto morirás sin poder conocer el rostro de tu primogénita.

El suelo se sintió frío, ¿o quizás solo era él...

Su blancura igual al de otros tantos por los cuales había caminado y el olor familiar a antisépticos que tanto lo habían marcado agriaron su rostro.

El recuerdo de estar conduciendo, de que de un momento al otro sintiera como todo daba vueltas —y no en sentido figurado, sino literal—, fue aterrador. 

De estar teniendo una charla amena con su prometida a pasar a que su auto diera vueltas de campana por culpa de un incompetente, fue terrorífico.

Y para colmo, no porque sintiera que su vida se le escapara de sus manos, al contrario, era porque las vidas de otros estaba en peligro.

No podía recordarlo bien... salir arrastrándose, sentir el dolor en su abdomen y de como su cráneo retumbaba, de querer vomitar, de intentar sacudir los fuertes mareos.

Romper un cristal, tomar apresurado algo pesado y moverse también estaba confuso en su memoria, ¿por qué lo hacía?, ¿o por qué siquiera lo intentaba?.

No era su vida, y solo eran una carga, sin ellas como lastre sabía de alguna manera que podría mantenerse vivo, pero eso no fue lo que pasó, su estupidez irracional tomó control de su cuerpo.

Correr unas pocas calles hasta llegar a un gran edificio blanco, patear una puerta y gritar por ayuda, rogar que salvaran a su prometida embarazada en vez de a él, fue lo que hizo.

Y lo que se prometió alguna vez —anteponer su persona sobre otras—, fue desechado sin importancia.

Ya no podía ver bien, sus ojos querían cerrarse del cansancio, ya no detectaba su propia respiración, pero... se mantuvo firme, no por él, sino por aquella mujer que hizo añicos sus propios ideales.

El alivio lo invadió cuando rostros que no alcanzaba a observar la tomaron para ponerla en una camilla, cuando se la llevaron apresurados y cuando el dolor que sentía desapareció.

Creía que aquellos que se quedaron atrás para verlo a él intentaron decirle algo, pero no los escuchó, sus bocas se movían con rapidez y aun así, sus oídos no pudieron escucharlos para nada.

De todas formas no creía que importara, todo era confuso y ya de alguna manera o quizás por sus años de experiencia clínica conocía los resultados de sus acciones.

Sus piernas dejaron de sentirse, aquel alivio que lo invadió se volvió más fuerte —ni siquiera la dolorosa caída lo detuvo—, y que la blancura del suelo cambiara por culpa de la espesura del rojo carmesí tampoco importó un carajo.

Ya nada lo tenía, descubrió que sus emociones, arrepentimientos y demás no se quedaron con él —fluyeron como agua y se fueron de su cuerpo—.

En muchas ocasiones tuvo el tiempo de pensar el cómo sería morir...

Ver la luz al final del túnel, llenarse de fluctuaciones emocionales, que un ángel o la muerte viniera por su alma, pero todo eso eran simples mentiras que su cerebro diseñó para engañarlo. 

Porque la muerte era simplemente... apática ante todos.