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Comienzo. Chapter 2

Morí... pero sobreviví.

¿Qué tan loco sonaba eso?, en mi mente era una incredulidad genuina, ¿reencarnación?, ¿buda, o la gracia salvadora de algún ente jugando con mis hilos?.

No lo entendió y ni lo haría, pensar en las maquinaciones y complicaciones del hecho fundirían su poca capacidad neuronal, si, poca porque descubrir que volvía a tener 3 años era desconcertante.

Pañales, llantos y tener hambre todo el día, ese era el sentido de su vida ahora.

Sí... abrí mis ojos una vez más, no en el sentido literario de la palabra, sino que de una forma más metafísica o irreal si se pudiera ponerlo en palabras.

Como una tomografía altamente computarizada, o como un radar que captaba todo a metros de distancia.

Le dolía la cabeza tratar de mantener esa forma de vista, pero que era ese pequeño precio al ponerlo en una balanza con su propia y renovada existencia.

Telas cubrían sus ojos, ¿quizás eran vendas?, no podía saberlo con certeza, solo que se sentían antinaturales, como si estuvieran hechas para contener y no como un adorno.

Sus alrededores eran grandes paredes desgastadas y en el medio de aquella sala, estaba él.

Bloques de madera similares a un Jenga lo rodeaban, colocarlos y agruparlos en pilas se sentía estúpido y una forma bastante humillante de pasar su tiempo, ¿pero de nuevo... que podía hacer?.

El antiguo dueño de este cuerpo tenía un fuerte retraso madurativo, y lo sentía por su antecesor, ya que su alma o lo que sea se antepuso sobre la suya; de todas maneras ese no era el punto.

El punto era que comenzar a estructurar palabras y armar bloques de madera como si fuera la Torre Eiffel sería raro en un niño que solo podía comunicarse con lo más básico —gruñidos e intentos fatales de letras—.

Que empezara a parlotear como todo un adulto disociaría a sus cuidadores, o bueno... sus padres si deseaban llamarlo así.

Su radar pronto consiguió captar algo a pocos metros de distancia, una mujer de 1,62 de altura entró en su terreno de vista, su forma atlética se formó frente a sus sentidos, no conseguía distinguir colores, pero de nuevo, ese pequeño precio no era nada a comparación de seguir respirando.

Decía que su forma era atlética, no por resultado de un gimnasio o por un extenso cardio, era algo más que no conseguía distinguir aunque sus extraños sentidos de vista se lo resaltaran en la cara.

Aquella joven mujer —de nuevo, no porque lo pudiera apreciar, sino porque sus sentidos se lo dictaminaban de alguna manera—, lo tomó en sus brazos y le sonrió solo como una madre cariñosa podía hacerlo.

Su corazón no se movió, ya tuvo una buena figura materna y dos días en esta nueva vida no podían cambiarlo, sin embargo, no negaría que sentía un poco de pena por aquella mujer de lazos sanguíneo.

"Uzui-chan, la cena ya está lista, vamos a comer".

indiscutiblemente su nombre era japonés, gracias a sus recuerdos podía detectarlo con facilidad y aunque ese no era su idioma original, podía entender a su progenitora tan claro como el agua.

Maravillado en lo similar que sonaba eso a un arma que conocía y a un viejo personaje del que leyó en algún momento, no se dio cuenta de cuando lo llevaron hasta la cocina de aquel cálido hogar.

La casa no era grande, eso lo supo el primer día de llegar, sus extraños sentidos direccionados en 360 grados se lo dijeron, así que no fue que perdiera mucho tiempo, solo unos pocos segundos.

Una cuchara y una papilla ingresaron a la fuerza a su boca, lo que fue un poco molesto, claramente sus derechos estaban siendo ultrajados por esta mujer, pero lo dejaría pasar porque fuera lo que fuera esa cosa que le dieron de comer estaba deliciosa.

"Lamentablemente tu padre no podrá acompañarnos hoy, una misión surgió y estará ocupado por el resto de la semana".

Akemi —como se llamaba su progenitora—, habló sin preocupaciones mientras lo alimentaba, y otras oraciones surgieron de ella, pero no les prestó mucha atención, la comida parecía más importante.

Cuando ella terminó su trabajo, otro de mis intentos por mejorar mi comunicación surgió.

Levanté mi regordeta extremidad tratando de alcanzar la mejilla de mi madre, "pa, ma; pa". Y a pesar de sentirme avergonzado por tal comportamiento, seguí intentando comunicarme utilizando mis pocas habilidades de actuación.

Los ojos de Akemi brillaron ante mi pobre proyecto de estructurar dos letras; un fuerte movimiento surgió y un abrazo de oso envolvió todo mi ser.

"Sabía que solo eras tardío, tu padre es un idiota que solo sabe blandir una espada".

Era bueno ser un niño, sus huesos aún eran elásticos y flexibles, no se romperían ante la brutal fuerza de su progenitora.

"Primero tengo que decir que digas Mamá antes que ese estúpido regrese, ya quiero ver la expresión que hará".

La sonrisa de Akemi partía su rostro, y perdida en sus propios pensamientos y sueños no se dio cuenta de lo raro que era de que su hijo con retraso madurativo mejorara tan abruptamente, o quizás ante los ojos de una madre amorosa esas pequeñeces no tenían importancia.

Y por supuesto que él, como todo un ser pensante, aprovecharía tal situación.