Mientras tanto...
—La pesca es... aburrida —Hugo se sentó en la cubierta del yate, su cara derritiéndose en su palma—. Papá, tío Haines, ¿por qué?
Charles y Haines, relajados en sus sillas, se volvieron hacia Hugo. Ambos hombres no pudieron evitar mostrar expresiones compasivas, ya que parecía que Hugo esperaba más de la pesca.
—¿Qué tipo de pesca esperabas? —Charles soltó una carcajada—. ¿Hacerla en el río y usar palos para atrapar una?
—Exactamente.
Haines se rió ante la respuesta de Hugo. —Hoy está un poco lento, pero estoy seguro de que la diversión llegará pronto.
—¿Qué tan pronto? —Hugo murmuró, apoyando su mano en el otro lado de su mandíbula—. Llevamos aquí horas.
Habían salido de casa antes del amanecer y llegaron aquí después de más de una hora en coche. Todo lo que habían capturado eran peces pequeños que ni siquiera alimentarían a un niño. Con cinco hombres adultos en el barco, Hugo comenzaba a sentir retortijones de hambre en el calor abrasador.
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