___ MIKASA ___
Quizás invitar a Eren no es una de las cosas más sensatas que he hecho en mi vida, pero definitivamente, necesito hablar con él.
La probabilidad de que ese muchacho de mirada penetrante y sonrisa altanera sea en realidad mi chico de Washington, hace que las pulsaciones del corazón se me agolpen en las sienes, confundiéndome.
Alzo la vista del punto de lectura que sujeto en la mano y me fijo en que Sasha me está mirando de hito en hito, como si intentase adivinar lo que me está rondando la mente. Dejo escapar un suspiro, aplasto el punto de lectura entre las páginas de un libro de poesía que saqué de la biblioteca y vuelvo a enfocar mi atención en el montón de ropa que hay sobre mi cama.
— Oye, ¿estás bien?— Sasha se lleva a la poca un puñado de patatas mientras me mira, expectante.
— Un poco nerviosa— confieso.
— Normal..., yo también lo estaría de haber quedado con el chico más popular de la universidad.
Giro la cabeza para lanzarle una mirada asesina a mi amiga y ella me saca la lengua, divertida, como si estuviera disfrutando con mi nerviosismo. En el fondo sé que ella lleva razón y que parte de mi desasosiego se achaca al hecho de que estoy al tanto de las miles de chicas que ha conocido Eren, pero esto es diferente. No pretendo ligar con él ni mucho menos, solo quiero descubrir la identidad del autor de mis poemas favoritos.
— Venga, nena, que ya son las cuatro— canturrea Sasha al tiempo que se pone en pie de un salto—, vamos a elegirte un modelito irresistible para que dejes babeando a Jaeger.
— Sasha, te he dicho al principio que no voy a cambiarme— suspiro.
La muchacha se gira con los brazos en jarras y sus ojos me recorren de arriba abajo, reparando en mis vaqueros largos y mi camiseta rosa de manga corta. Se lleva una mano a la cabeza y niega en señal de resignación.
— Bueno, haz lo que quieras, pero luego no me vengas llorando.
— ¿Y por qué iba a hacerlo?— frunzo el ceño, molesta.
— Oh, ya sabes... existen dos posibles situaciones en las que puedas pasar un momento incómodo con un tío en casos como este— dice al tiempo que alza dos dedos para darle énfasis a sus palabras—. La primera es que tú no te pongas nada bonito, que Eren venga hecho un pincel y que te arrepientas de no haberte arreglado un poco.
Me muerdo el labio y arqueo las cejas, sorprendida ante la veracidad de sus palabras. No había pensado que Eren podría presentarse ante mí envuelto en un atuendo arrebatador. Sasha continua con su pequeña explicación:
— La segunda, que tú te pongas bien guapa y Eren piense que estás buenísima independientemente de cómo vaya vestido él. Lógicamente, tampoco puedes arreglarte mucho o se pensará que te has tomado esto como una cita. Pero tampoco te vistas como si fueras a sacar la basura, porque pensará que esto no es importante para ti.
— ¿Y qué sugieres que me ponga?— me apresuro a preguntar, horrorizada por la idea de que se hagan realidad cualquiera de las cosas que ha dicho Sasha.
— Si fueras con un desconocido, te recomendaría vaqueros; si hubieras quedado con Jean, falda, para que pudiera meterte mano; en otro caso, pantalones cortos...
— ¿Pantalones cortos, entonces?
— No. Falda— sentencia ella.
— ¿Qué?— exclamo más roja que un tomate—. ¡Has dicho que la falda para Jean!
— Ya, para que te meta mano— dice como si nada.
— ¿¡Y esperas que Eren me meta mano!?
— ¡No, qué va! Pero tía, parece que no te enteras de tu situación. Vas a quedar con Eren Jaeger. ¡Con Eren Jaeger!— exclama al tiempo que abre las manos y las agita en el aire—. Tienes que dar la talla. Además tienes un cuerpazo que ni Jennifer Lawrence, ¡sácale partido!
Compongo una tímida sonrisa y espero sentada a que Sasha me escoja el conjunto. Siempre me quejo de ella, pero reconozco que estaría perdida de no ser por sus consejos. Tras varios minutos, mi amiga ya ha separado toda la pila de ropa en dos montones: las posibles opciones y las descartadas.
— Bueno, creo que podrías ponerte esto— dice al final, sujetando con ambas manos una falda azul marino y una camiseta blanca de manga corta.
Arrugo la nariz cuando reconozco la última prenda y niego con la cabeza.
— Esa camiseta trasparenta demasiado.
— Pues te pones un sujetado carne y arreglado.
— No, Sasha— replico al tiempo que me pongo en pie para introducir una mano por una de las mangas—. Es demasiado fina, ¿ves?
Sasha también tuerce el gesto cuando estudia la forma en la que la piel de mis manos se distingue levemente bajo la tela. Gira la cabeza para volver a clavar la mirada en la pila de ropa y me pide que sujete las prendas antes de ponerse a escarbar entre las telas de la cama. Finalmente sujeta con ambas manos una camiseta de tirantes del mismo color que la falda y la examina en sus manos.
— Sí, estarás perfecta— sonríe.
— ¿No es demasiado azul?— inquiero, no muy convencida.
— No, nena. Hazme caso, que sé lo que me digo.
— Va a quedar fatal— bufo.
— Oye, la estilista aquí soy yo, y si te digo que te pongas esto, te lo pones— sentencia, molesta—. Mira, conozco a Eren desde hace un par de años y puedo asegurarte que prefiere algo básico. No es un hombre muy complicado.
<< Te ha insistido Sasha, ¿me equivoco? >> la voz de Eren invade mis pensamientos. Definitivamente, si sigo dejando que me asalte el recuerdo de aquella conversación en el muro, me volveré loca. << Lo has hecho para no quedar como el coñazo que eres... Eres tan culpable como yo >>.
— Mejor me pongo las dos— decido—. Así no se trasparentará la blanca y no vestiré entera de azul.
Sasha está a punto de replicar, pero se da por vencida cuando empiezo a cambiarme. Deslizo las piernas por el interior de la falda, introduzco en ella los faldones de la camiseta blanca y me ciño la de tirantes azul sobre la primera. Sasha estudia el resultado y decide que no voy tan horrible.
— Le vas a dar un disgusto— suspira, rendida.
— ¿Eso piensas?— sonrió—. Yo creo que debo ser yo misma.
Sasha busca en mi armario un cinturón blanco para ceñirme a la falda y yo me pongo unos deportivos del mismo color para darme un toque informal. Mi amiga me arregla el pelo e insiste en maquillarme, pero me niego rotundamente. Para cuando terminamos de recogerlo todo, ya son las seis menos cuarto y me doy cuenta que me sudan las manos de los nervios.
— Deberías irte ya— le digo cuando la veo tomar asiento sobre la cama.
— ¿En serio no vas a dejar que me esconda en el armario?
— ¿Por qué ibas a esconderte?
— Por si surge algo, ya me entiendes— canturrea al tiempo que arquea las cejas.
Pongo los ojos en blanco y compongo una sonrisa ante la tontería que acaba de decir.
— En fin, ya sabes dónde encontrarme si ocurre algo— añade mientras se pone en pie y recoge su mochila del suelo—. Recuerda dos cosas Mikasa. Uno: sé natural. Y dos: usa condón.
— ¡Imbécil!— le grito mientras la persigo por las escaleras, más roja que un tomate.
Sasha suelta una carcajada y yo la llamo antes de que tenga oportunidad de abrir la puerta.
— No sé qué decirle...— reconozco, avergonzada.
— ¿Y si empiezas por un beso?
— ¿¡Qué!?— exclamo al tiempo que me tapo la boca, como si acabara de recitar un conjuro e intentara proteger a mis labios de sus palabras.
Sasha pone los ojos en blanco y me señala con un dedo acusador.
— Lo saludas con uno o dos besos, le invitas a una cerveza o algo y habláis de lo que surja. Punto— sentencia.
— Debería haber comprado un pinganillo.
— Te lo dije— se cruza de brazos, molesta—. Pero tampoco es tan complicado. Solo tienes que sonreír y ser tu misma, y si surge el tema de las cartas o la llave, pregúntale. Pero no vallas a saco, porque podría no ser tu correspondiente y la habrías cagado, ¿entiendes?
Asiento con la cabeza y le doy un abrazo a modo de agradecimiento. ¿Qué haría sin ella? Ambas nos sobresaltamos cuando escuchamos el timbre de la puerta y es cuando me doy cuenta que se me ha olvidado todo lo que Sasha me acaba de decir y que estoy al borde del ataque de ansiedad.
— ¿Tan pronto?— consigo murmurar.
— Seguro que lleva esperando ahí a que fueran las seis desde las cinco y media— susurra Sasha.
Acompaño a mi amiga hasta la salida y prácticamente me escondo detrás de ella cuando abre la puerta.
— ¡Hey, Eren!— lo saluda, jovial.
— Hola, Sasha— consigue decir, sorprendido.
— Ya podríais haberme invitado, cabrones. Ahora tendré que sobrevivir terminando "Narcos"— bromea.
— Mejor ve a hacerle una visita a Connie, que está desesperado— añade el moreno mientras la ve alejarse.
— ¡Como vuelva a escuchar algún comentario sombre el enano, empiezo a repartir hostias!— ruge desde el otro lado de la calle.
Eren suelta un risita y se gira para cruzar miradas conmigo, y una vez más, el mundo se detiene a nuestro alrededor. Dejo que sus orbes verdes me transporten a otro mundo y siento una fuerte presión en el pecho cuando me fijo en que hoy se ha colgado la llave por fuera de la camiseta, quizás a propósito.
Sé que está haciendo un esfuerzo para que sus ojos no se desvíen hacia mis piernas desnudas, y eso solo consigue ponerme más nerviosa. Debería decir algo, saludarlo o invitarlo a entrar, pero no me salen las palabras porque quizás esté ante el autor de mi poema favorito y eso me emociona.
— Eren, que estamos a finales de septiembre— la voz de Sasha nos saca de nuestros ensimismamiento. Dirigimos nuestros ojos al otro lado de la calle y la vemos bajo la parada, fingiendo esperar al próximo autobús—. Hace frío, así que tira para adentro.
Eren se vuelve hacia mí al tiempo se que rasca la nuca y compone una tímida sonrisa. Me mira con las cejas arqueadas y la curva de sus labios se ensancha.
— ¿Puedo?
Su voz me devuelve a la realidad y yo me hago a un lado para dejarle entrar. Hago lo propio mientras intento acompasar los latidos de mi corazón, y antes de que pueda cerrar la puerta, veo a Sasha dirigiéndose hacia la confitería que hay al final de la calle. Se gira para enseñarme los pulgares y yo leo sus labios: suerte.