—Señorita Hui, no se apresure. Permítame hacer los honores.
El hombre con la cicatriz en el rostro tomó el arma de Zhou Guanhui, y cuando estaba por apuntarla a la cabeza de Qin Chu, Qin Chu inmediatamente se la quitó. Luego,apuntó el arma en la frente del hombre.
Al ver lo que ocurría, Huo Mian rápidamente corrió detrás de Zhou Guanghui y sacó una aguja de plata de la nada, la cual apuntó a la sien de Zhou Guanghui, el lugar más letal que ella conocía.
—¡Jefe!
—¡Señorita Hui!
Los lacayos entraron en pánico.
—Retrocede, déjanos ir —ordenó Qin Chu, su voz gélida.
El hombre con la cicatriz en el rostro comenzó a culparse por subestimar a Qin Chu. Él nunca pensó que un hombre con una daga en el pecho podría moverse con tal agilidad. Qin Chu presionó el arma fuerte contra su frente al ver que él no reaccionaba.
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