—Director Qin, hicimos lo mejor que pudimos. No es nuestra culpa no haber podido conseguir ese proyecto —se quejó audazmente el director de marketing.
—¿Entonces es mi culpa? —preguntó Qin Chu fríamente.
La sala de conferencias entera hizo silencio de nuevo. Su jefe estaba furioso, pero en ese momento, sonó su celular. La mirada de todos aterrizó en el celular, preguntándose quién diablos tendría las agallas de llamar al director ahora
Sin embargo, para la sorpresa de todos, la expresión de Qin Chu se suavizó al ver quién llamaba. Él contestó.
—Cariño, mi mamá cocinó. ¿Vendrás a cenar?
—Lo haré. Ahora estoy en una reunión.
—De acuerdo.
—Te buscaré más tarde.
—Bueno.
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