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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

Blond_Masked · LGBT+
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32 Chs

Capítulo 25. El sirviente del mal

Sacudí la cabeza disipando ese enfadoso recuerdo sin importancia. Rememorar eso sólo me hacía discrepar.

El pasado ya no tenía ningún significado para mí.

Si no fuera porque aún tenía trabajo que hacer, me hubiera dormido ahí mismo, pero al recordar a mi caprichoso jefe, gruñí por lo bajo y me levanté trabajosamente, desatándome la corbata y dejándola sobre la mesa.

Tomé la mochila y fui hacia la mesa desempacando mi computadora portátil, algunos portafolios que contenían archivos confidenciales y unas cuantas cosas más.

Revisé la bandeja de correo sin que hubiera ninguna novedad al igual que revisé mi celular por si recibía algún nuevo mensaje y nada.

Me había pasado todo el día encomendándole a todos mis hombres la tarea de investigar y reportar cualquier cosa relacionada con el misterioso "cuervo" con las pistas de ser un posible espía relacionado con Anderson y que su rostro era aparentemente un misterio, pero eso no era posible.

Debía haber alguien que lo conociera en persona, no simples narcotraficantes de baja categoría como los que interrogamos, sino alguien importante dentro del clan como el mismo Anderson y sus hombres más cercanos. Estaba seguro que ellos debían tener toda la información sobre su verdadera identidad, pero para llegar a ellos, tenía que escalar desde abajo en su jerarquía para llegar a la cima donde se encontraban ellos.

A menos que lograra atrapar a alguno o uno decidiera desertar, encontrar al cuervo sería una tarea imposible. Después de todo, no conocía su rostro ni su nombre real, ni siquiera yo había escuchado de él antes, lo que significaba que no llevaba mucho tiempo en esto.

No me cabía en la cabeza que Anderson supiera sobre Arthur Beryclooth sin que una fuente confiable se lo hubiese dicho, los únicos que sabían de su existencia eran los hombres más confiables de Greg Hellsing, entre los que se encontraban mi padre, yo y unos miembros que se encargaban de manejar nuestra red de información.

El señor Greg se había asegurado de mantenerlo oculto y desconectado de su hermano todos estos años, entonces, ¿cómo?

Sólo se me ocurría que el responsable fuera alguien que conociera a Nicolás y a su familia biológica antes de que fuera raptado y la segunda posibilidad era... un traidor.

Lo que faltaba.

No compartiría mis suposiciones con mi jefe, al menos temporalmente hasta que obtuviera pistas que confirmaran cualquiera de ellas.

[ . . . ]

Desperté temprano por la mañana como siempre y me alisté para el trabajo. Llamé a uno de mis socios con el que me dirigí a los suburbios que eran parte de nuestro territorio. Mientras él conducía, hice llamadas para confirmar el punto de reunión.

Nos adentramos en las calles más grotescas e inmundas de la ciudad donde la suciedad, las ratas y los grafitis eran la atracción principal.

Al llegar a un almacén abandonado, nos pusimos las máscaras distintivas de nuestro clan para no ser reconocidos, porque usarlas era una regla general dentro del clan Hellsing durante las negociaciones.

Mi compañero se quedó afuera, resguardando el vehículo de ser robado por vándalos y malvivientes en lo que yo estaba dentro.

Entré al lugar con una iluminación tenue gracias a la filtración de luz de las ventanas tapizadas con maderos viejos.

Antes de adentrarme completamente en el lugar, me aseguré de que no hubiese acechadores cerca, pues estaba todo en silencio, pero tras un momento de calma, percibí una lejana conversación de voces susurrantes en el centro de las instalaciones.

Caminé hasta llegar al centro del lugar donde había una mesa siendo ocupada por algunos jefes de tráfico a la espera de mi llegada.

— ¿Saben? Odio que ese pelirrojo nos haya llamado en medio de la noche para esto. Tenía otros planes para hoy. Tuve que atrasar una entrega.

— Estoy de acuerdo, pero admito que desde que se hace cargo, hemos tenido menos problemas con los militares —respondió una mujer cruzada de brazos y piernas sobre su silla —. Todo ha sido tan fácil que es aburrido, es un tipo bastante cuidadoso.

— Será porque es el perro del joven amo —argumentó un hombre pelinegro.

— ¿Joven amo? ¡Ja! ¿Te refieres a ese desquiciado que pretende convertirse en la cabeza del clan Hellsing? —respondió el originario de la conversación.

— ¿"El Demonio"? Escuché que lo adoptaron hace unos años —comentó otro de los hombres de mediana edad.

— Ya lo sabemos y eso es lo que me molesta... que un tipo que salió de la nada vaya a hacerse cargo de nuestros negocios cuando su padre muera… ¡Es sólo un niño!

— De hecho — intervino la mujer —, supe que mientras el señor Hellsing estuvo de viaje, fue su hijo adoptivo el que movió los hilos de nuestras ventas estos últimos meses.

— ¡Hum! Seguramente su papi le dejó por escrito una lista de indicaciones antes de marcharse —aparecí cual fantasma a espaldas del hablador que había iniciado la conversación y con mi llegada, los otros callaron súbitamente. Al notar las miradas evasivas de sus socios, el impertinente hombre inmediatamente se giró en su silla.

— Oh, pero si es el perro de Hellsing —declaró disimulando su incomodidad al verme.

— Sí, soy el perro que se encarga de supervisar que idiotas como ustedes hagan bien su trabajo —sentí las miradas recelosas de los cinco individuos sentados en la mesa, incluyendo al tipo que me desafiaba; un sujeto gordo y con poco cabello, portador de un elegante traje marrón —. Señor Walker, le aseguro que no puede importarme menos de lo que hablen en sus ratos libres, pero... —Desenfundé mi arma y la pegué al oído del sujeto, haciendo que los otros se alteraran y se levantaran de golpe llevando sus manos a las armas enfundadas en sus cinturas, preparándose para una confrontación, prueba evidente que habían asistido solos de acuerdo a mis indicaciones como una muestra de confianza... o quizás temor por los que se hallaban encima de mí.

Con una mirada persuasiva, le di poca importancia y volví a centrarme en mi objetivo.

 — Si vuelves a hablar mal del joven amo o cuestionar a la familia Hellsing, te consideraré un traidor y haré que tus sesos salgan por tu otra oreja.

Hubo un momento abrupto de silencio, hasta que Walker soltó una risa irónica casi inaudible que indicaba resignación.

— Entendido, jefe —aparté la pistola de su cabeza y la guardé, no demasiado convencido.

Lo estaría vigilando.

Con esa sola acción, los demás se relajaron y les dediqué una fría mirada indicando que se sentaran, excluyéndome a mí mismo de hacerlo por permanecer de pie.

— Ahora, hablemos de trabajo.

»Hace poco, se infiltró información confidencial importante de la familia Hellsing que llegó a manos de Anderson Savage por alguien conocido como "El Cuervo". Creemos que es un mensajero de Savage.

— Espera, déjame adivinar —interrumpió el hombre de cabello negro frente a mí, Sailas —: ¿Quieres que nosotros busquemos en las calles a ese cuervo?

»Si me permites decirlo, ya que robó información tan importante como dices, es más probable que sea un traidor cercano a los Hellsing.

— Consideré la misma posibilidad, pero no es seguro. De todas formas, yo me encargaré de investigar la casa Hellsing y ustedes lo harán en las calles.

— Y, ¿qué sabes de él? —interpeló Sailas, sonando interesado.

— Nada, sólo lo que les acabo de decir.

— Espera, ¿quieres que encontremos a alguien sin un rostro ni un nombre? —la mujer se deshizo de su calmada postura al cuestionarme.

— Sí, por eso es una tarea de alta prioridad. Mi amo recompensará a quien pueda conseguir su paradero, rostro, nombre o alguna otra pista que nos ayude a rastrearlo... Mejor aún: quien logre atraparlo o nos guíe hacia él, tendrá una posición garantizada dentro de la familia Hellsing —inmediatamente, observé un destello de emoción en cada uno de sus ojos.

Se observaron con pugna entre sí, acumulando la tensión competitiva que se desarrollaba en sus espíritus con el deseo de obtener la recompensa.

— Suena tentador, pero muy peligroso. No tenemos mucho de donde agarrarnos para poder encontrarlo.

— No olviden que trabajan bajo el nombre del Demonio. Él les brindará su protección.

— Espera —Sailas habló poniendo en alto la mano para captar mi atención —. ¿Dónde está nuestra garantía? —Mi respuesta fue chasquear los dedos y una bolsa de tela negra arrojada desde las alturas cayó sobre la mesa, sobresaltando a los traficantes.

Todos alzaron la cabeza en sincronía en la misma dirección, observando a quien todo este tiempo se había mantenido callado y oculto en uno de los pisos superiores y había arrojado la bolsa.

Deslicé el cierre exponiendo el montón de fajos de billetes dentro, para la satisfacción de los presentes.

— Esto es sólo la mitad del pago —aclaré.

— Nunca decepcionas.

— Saben como contactarme si descubren algo —di por finalizada la reunión, dándoles la espalda para dirigirme a la salida, junto con mi compañero del piso superior que también se retiraba saliendo por otro medio.

— Entendido, Zoltan —se despidió Walker a lo lejos con una pizca de recelo en su tono.

Seguí mi camino fingiendo hacer oídos sordos a mi nombre de narcotraficante.

En el bajo mundo era conocido como "Zoltan, el perro del diablo".

[ . . . ]

Ya de vuelta en la parte trasera del vehículo, mantuve una mirada perdida durante el recorrido contemplando el camino a través de la ventana, cuando mi teléfono sonó. Verifiqué de quién se trataba en el registro de llamadas antes de atender.

— Informe.

Jefe, estoy en la preparatoria Hardwick —reconocí el nombre de la escuela de los hermanos Beryclooth —. Me dijo que le llamara si ocurría algo. Creo... que podría haber un espía —entrecerré los ojos bajo la máscara con desazón.

— ¿Qué pasó? 

En cuestión de segundos, recibí la notificación de un nuevo mensaje. Verifiqué viendo que se trataba de un video, al abrirlo, aprecié una grabación tomada desde el teléfono que mostraba la entrada principal del instituto temprano por la mañana y a los chicos asistiendo con normalidad. La parte importante era que, entre esos chicos se hallaba mi joven amo siendo alcanzado por una chica de cabello anaranjado y baja estatura, eso no era nada raro, lo raro era que la chica había permanecido varios segundos desde el comienzo del vídeo parada en la banqueta, apartada del resto como si esperara algo, o a alguien mientras todos los demás entraban.

Permaneció así un par de minutos más hasta que mi jefe apareció. Él, en un principio inconsciente de su presencia, siguió su camino hasta que la extraña niña se acercó contenta al verlo llegar. Efusiva, se lanzó a su cuerpo colgándose de su cuello, haciendo que él diera un par de vueltas con ella mientras abrazaba su esbelta cintura... como si fueran una pareja.

Retomé la llamada con amargura exigiendo una explicación.

— ¿Qué es esto?

Sé que no parece nada importante, pero el video es de la segunda semana en la que el joven amo estuvo en la escuela.

Me aseguró que desde esa semana, la misteriosa peli naranja había estado acechando a mi joven amo durante clases, porque aparentemente, eran compañeros de aula. En los pasillos, lo veía desde lejos durante los descansos, incluso en el horario de salida donde ella lo buscaba hasta salir de la escuela y lo miraba fijamente caminando hasta que desaparecía de su vista.

Pero con el tiempo, fueron haciéndose cercanos hasta llegar a entablar una especie de amistad. Fue cuestión de días antes de que entre ellos surgiera confianza, la suficiente como para hacer el tipo de cosas como las que el video mostraba.

Me envió más fotos de las semanas previas, mostrando a mi jefe con la chica desde un ángulo distante. En unas, ambos parecían hablar con normalidad, pero en otras que eran la mayoría, esa acechadora lo veía con intriga desde lejos, escondida siempre en diferentes partes del edificio escolar: desde la banca de las canchas, tras los pasillos, en los arbustos, desde las ventanas de algún salón, y hubo una que particularmente llamó mi atención:

A pesar de la lejanía de la imagen, en la foto se apreciaba con claridad a mi jefe y su hermano sentados en una banca en el patio durante su descanso. El mayor sostenía un libro mientras parecía estar hablando con el chico que aparentaba incomodidad y en el oscuro fondo, ahí estaba ella, observándolos desde un segundo piso.

Tras recibir todo aquello, decidí tomar el caso como algo realmente serio.

La idea de que ella podría ser el cuervo me surgió como una posibilidad inmediata.

— No la pierdas de vista. Averigua todo lo que puedas de ella y envíamelo.

A la orden.

— Y si pasa algo más, avísame de inmediato —colgué.

Inspeccioné con detalle cada fotografía, incluyendo la fecha en la que fueron tomadas y que mi informante me había proporcionado tras enviarlas.

Era una joven muy agraciada y aparentemente inofensiva, la fachada perfecta para no levantar sospechas al respecto de que podría tratarse de una asesina o una espía.

¿Quién era? ¿De dónde venía? ¿Cuál era su objetivo?

Repasé las imágenes continuamente hasta detenerme en una específicamente en la que esa acosadora alzada de puntas le plantaba un beso en la mejilla a mi joven amo, muy cerca de la boca y con toda la intención.

¿Qué diablos se proponía? Nicolás no era alguien tan tonto como para dejarse engañar así y menos por una mujer. Ni siquiera le gustaba que lo tocaran o se le acercaran demasiado si él no lo consentía. 

¿A qué diablos estaba jugando esta vez?

Zoltan, tu mirada da miedo.

— Cállate y conduce.

Al siguiente día, me reuní por la noche con mi espía en uno de los almacenes.

Lo esperé pacientemente, envuelto en la oscuridad y el silencio del ocaso con mi máscara cubriendo mi rostro, por supuesto.

Finalmente, vi llegar a un sujeto de fachada callejera y descuidada que llevaba un sobre. Lo recibí y comencé a revisarlo satisfecho de recibirlo en el menor tiempo posible.

Wendy Winter. 17 Años. Huérfana de madre y padre. Vive con su tía en la calle Wock, número #42 a diez cuadras de la preparatoria Hardwick y trabaja como cajera en una tienda de la calle Bellmore. Antecedentes de robo y prostitución.

Ciertamente, tenía historia.

Le extendí al espía un sobre lleno de billetes como paga por su trabajo y él lo recibió gustoso.

Bien, era mi turno de actuar, porque de esto, me haría cargo personalmente.

Tendría que esperar hasta el siguiente día por la tarde.

[ . . . ]

Me vestí con ropa casual de cuero e hice uso de unos lentes oscuros, solamente como medio para protegerme del sol que lastimaba la claridad de mis ojos.

Era horario de salida y permanecí a la espera de mi próximo objetivo escondido en la distancia viendo a los estudiantes salir para dirigirse a casa.

Hasta que por fin salieron.

El joven amo salió junto a la chica, pero me extrañó no ver a su hermano por ningún lado. Me extrañó al principio, pero no le di importancia.

Me quedé atrás de un poste de luz al otro lado de la calle, observándolos disimuladamente mientras se despedían.

Mi jefe agitó su mano y se dio media vuelta comenzando a alejarse. Winter no le quitaba la vista de encima. Aguardó el tiempo suficiente hasta que hubo cierta distancia entre ellos para que él no notara que comenzaba a seguirlo.

Definitivamente debía interrogar a esa mujer. Cada vez me convencía más de que se trataba de una enemiga.

No era la primera vez que mandaban asesinos por la cabeza de mi joven amo.

Me mantuve cerca caminando en la banqueta contraria durante un par de cuadras, avanzando en silencio con pasos sigilosos conforme me acercaba.

Winter lo había seguido, escondiéndose entre sus andanzas, sin saber que yo estaba detrás de ella.

Verifique que la zona fuera segura y estuviera despejada para comenzar a acercarme lentamente. Metí mi mano en mi chaqueta, empuñando el cuchillo enfundado bajo esta.

La peli naranja se escondía tras el muro de un callejón, cuando vio que su presa estaba por perderse de su vista, la agarré por detrás tapándole la boca y la arrastré al callejón presionando el filo contra la piel de su cuello. Era tan baja que su cabeza apenas si me llegaba a la clavícula.

— Si intentas gritar o hacer una estupidez, te abro la garganta —su cuerpo tembló tras mi amenaza y asintió ligeramente.

Lentamente retiré mi mano de su boca, pero mantuve mi arma en su cuello.

— Po… por favor si quieres violarme, no me resistiré. Haré lo que quieras —su voz se escuchó como si intentara mantenerse tranquila a pesar de los nervios que la carcomían.

Me repugnaba la facilidad con la cedía a un posible abuso.

— Vas a decirme quién eres y por qué estás siguiéndolo —exigí con voz ronca.

— ¿Qué? Yo… No estoy siguiendo a nadie —cambié el agarre de mi arma posicionando el filo tras la oreja de la chica.

— Si no me respondes, comenzaré cortándote una oreja —casi pude escucharla tragar saliva.

— Por favor… yo no he hecho nada…

— Tu compañero de aula, Noé Marshall, lo has estado espiando desde que lo conociste. Si me dices por qué, te soltaré —se quedó callada varios segundos como si estuviera pensando en que responder.

— ¿Wendy? —una voz ajena a nosotros nos sobresaltó a ambos, poniéndome en alerta. Alcé la vista al callejón y mi joven amo estaba parado ahí, observándonos incrédulo. 

Pronto, su expresión desconcertada, se volvió seria.

— Suéltala —pese a su orden expresada con serenidad, no obedecí.

— No lo haré. Esta niña ha estado siguiéndote desde que entraste a la escuela.

— Dije que la sueltes. Ahora —endureció su tono en la pronunciación de la última palabra y no tuve más remedió que ceder apretando los dientes.

Aparté mi cuchillo y la empujé, ella inmediatamente se escondió tras su compañero como una niña asustada. 

— ¿Estás bien, Wendy?

— Creéme, me han pasado cosas peores… ¿Conoces a este loco?

— Tranquila, es un amigo… —volvió su mirada hacia mí —. ¿Qué haces aquí? 

— Esa mocosa ha estado espiándote. Estaba interrogándola —me tomó por sorpresa el profundo y largo suspiro de mi jefe tras oírme. 

— Eso ya lo sé —fruncí el ceño.

— ¿Qué?

— Espera, ¿qué? ¿Cómo lo...? —exclamó la chica entre impactada y avergonzada.

— Claro que me di cuenta, no soy tonto.

— Entonces, ¿por qué… ?

— Vete. Te veré mañana —su tono indicaba que más que una sugerencia, era una orden. 

— Pero…

— Vete —exigió nuevamente contrayendo las cejas. Detestaba que lo contradijeran o ignoraran.

Ante su firme postura, la peli naranja no tuvo más remedio que obedecer, retirándose cohibida y cabizbaja. Me lanzó una última mirada de curiosidad e intriga antes de perderse de mi vista.

— Creí haber dicho que no quería que me vigilaran durante la escuela.

— Órdenes de su padre. No puedo desobedecer.

— Joder, deja de adularme. No sabes lo mucho que me hace enojar —se sobó la nuca, irritado.

— Si sabías que estaba espiándote, ¿por qué mierda no hiciste nada? —me miró, descontento.

— ¿Sabes, Jordan? Puedo cuidarme solo. ¿Y Wendy? Ella es inofensiva.

— Estaba investigando eso.

— Vamos, Jordan… ¿De verdad crees que no me daría cuenta de una rata merodeando cerca de mí? Ya sé todo acerca de ella.

— Me pediste hallar al Cuervo y eso estoy haciendo. Estás interfiriendo con mi trabajo.

— Sólo te estoy ahorrando la molestia de investigarla.

— ¿Qué la hace tan especial como para que te importe? —me observó preceptivo, en silencio antes de manifestar una sonrisa mordaz.

Se movió hacia adelante, aproximando su rostro peligrosamente cerca del mío y pese a su intimidante temple, no retrocedí ni un paso.

— Escucha: no persigas a Wendy, si lo haces, tendré que hacerte mucho daño.

[ . . . ]

Cuando llegué a casa esa noche, subí directamente a mi habitación, eufórico y de muy mal humor.

Entré pateando la puerta, dispuesto a golpear lo primero que se me pusiera en frente. Alcé una silla junto a esta y la azoté rompiéndola contra el piso, derribé todas las cosas encima de mi tocador de un solo porrazo y arrojé el mueble de lado, rompiéndose el espejo al caer.

Aventé la mochila que colgaba sobre mi hombro al closet tirando algunas cosas acomodadas entre los espacios de las repisas, una de ellas era una caja blanca de zapatos que se destapó al caer, regando el contenido en el suelo.

Me calmé al reconocer una de las muchas cosas viejas que había dentro, me acerqué a recoger un curioso muñeco de trapo blanco con ojos de botón, una sonrisa cosida de oreja a oreja y un sombrerillo militar adherido a su cabeza.

Se encontraba deteriorado y sucio gracias al paso de los años y tanto la tela como el relleno se sentían endebles al tacto.

Lo empuñé con fuerza aplastándolo bajo mis dedos, recordando su significado.

Debí haberme deshecho de esto hace tiempo, pero no había sido capaz hacerlo, por una desconocida (o ignorada) razón que me negaba a admitir.

Recordé las pequeñas y amoratadas manos extendidas que me lo entregaron, llenas de gasas y raspones morados.

Por primera vez en años volví a sentir un pinchazo en mi corazón. Ahora recordaba por qué lo guardé fuera de mi vista.