webnovel

Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

Blond_Masked · LGBT+
レビュー数が足りません
32 Chs

Capítulo 20. Tentaciones prohibidas

| | N I C O L Á S | |

— Bienvenido, Nicolás —endulzó su voz al hablarme, eso me hizo fruncir las cejas de disgusto.

— ¿Y tú quién eres? —ignoró mi déspota contestación y procedió a dejar su puro encargado a uno de sus secuaces y desabrochar su máscara.

Miré su rostro enternecido. Era un hombre viejo de al menos unos cincuenta años con cabello gris y largo. Sus facciones eran delicadas como las de un anciano cualquiera, pero de alguna manera se sentía falso, como si continuara con una máscara, una máscara de carne.

Tenía múltiples arrugas en el rostro aunque no muy notorias.

Su rostro resaltaba por era la gran cicatriz corriendo a lo largo de su ojo izquierdo que permanecía cerrado.

Me miró esbozando una atenta sonrisa.

— Primero dime: ¿Mi amigo te trató bien cuando te trajo? —levanté una ceja sin entender el motivo de la pregunta.

Observé con dureza a mi secuestrador que mantenía una seria compostura.

— No. Ya quiero irme —el tipo viejo se me quedó mirando sorprendido por varios segundos para luego ver a quien me había traído, formulando una sonrisa divertida.

— Tiene carácter.

— Se lo dije, y esa es solo una de sus cualidades.

— Oh, ¿en serio? —me miró atentamente.

Sus atentos ojos en mí sólo me provocaban más molestia.

— He escuchado muchas cosas interesantes de ti, Nicolás, por eso estás aquí, pero antes, dime una cosa: ¿estás asustado? —pensé en su pregunta y descubrí... que no entendía el significado de esa palabra.

— No, estoy enojado —el anciano abrió su ojo azul claro, comenzando a reír complacido.

— Buena respuesta. Supongo que mereces saber por qué te he traído, ¿verdad?

»Nicolás, a partir de ahora, tú serás mi hijo.

Mis ojos se abrieron enormemente.

— ¿Qué?

— Verás, a pesar de la fortuna y poder que poseo, hay algo que nunca pude tener. He estado con cientos de mujeres y no pude conceder con ninguna a un hijo que fuera digno de heredar mi imperio.

»Te he observado, Nicolás. Tu familia es constantemente inestable y su jerarquía económica aunque los mantiene, debo decir que es deplorable para un niño como tú. Yo puedo ofrecerte más de lo que tu pequeña cabeza podría imaginar; puedo darte un nuevo comienzo, rodearte de riquezas, otorgarte poder, poder de verdad sobre este país, puedo darte... una familia más unida. Te daré todo lo que desees.

— ¿Y Arthur? —cuestioné con seriedad.

— No te preocupes por tu hermano ni por tu madre. Ellos estarán bien si te quedas aquí —en ese entonces, me incomodaba el no saber cómo demonios un hombre que nunca había visto en mi vida sabía sobre mí y mi familia.

— Tú... ¿cómo me encontraste? —sonrió con sorna.

—Primero quiero presentarte a alguien —miró a su socio parado junto a mí, haciendo que también me volteara a verlo. Se quitó la máscara, revelándome un rostro que reconocí al instante.

— Tú… —indagué con incredulidad y asombro.

— Te presento a Robert Jones, mi mano derecha —el pelirrojo dibujó una serena sonrisa casi imperceptible al observarme. Era el mismo hombre que conocí en España.

¿Por qué estaba aquí?

— Ha pasado un tiempo, pequeño —lo observé boquiabierto sin saber qué decir.

El hombre viejo con cara malvada volvió a llamar mi atención con su labia.

— Al principio, consideré un orfanato, pero en ninguno encontré lo que buscaba, así que envié a mis hombres a investigar a los niños de la ciudad, con una lista de requisitos. La búsqueda había durado semanas. Comenzaba a impacientarme, hasta que recibí un informe de un niño que se hallaba en España.

»Fue toda una sorpresa. Robert estaba en un viaje de negocios, excluido de la misión que asigné a muchos de mis hombres, pero casualmente, fue él quien encontró a un niño con las cualidades que buscaba. Al principio no le creí, pero insistió en que te vigilara para convencerme de que eras el indicado... y así fue.

— ¿Por qué yo?

— En ningún otro niño vi el potencial que veo en ti. Además... experimentaste algo extremadamente horrible, ¿no? —esas palabras, conectaron mi cerebro con el recuerdo más hórrido en mi cabeza. La náusea recorrió mi sistema nervioso y la ira carcomió mis tripas, mezclándose con un irreversible odio—. Nicolás, si te conviertes en mi hijo, podrás vengarte de aquellos que te hayan dañado, no tendrás que preocuparte por tu familia otra vez, aunque no te puedo garantizar que volverás a verlos, si te quedas y haces lo que digo, te prometo que estarán protegidos. Tu mamá no tendrá que volver a trabajar y nadie les hará daño.

Apreté mis puños ante la propuesta que me ofrecía un mundo de posibilidades que en ese tiempo mi cabeza infantil no entendía, pero otorgándome el presentimiento de que sería algo grande.

Aparentaba ser una buena oferta, lo reconocí en un instante, pero aún habitaba una inquietud en mi corazón que avivaba más mi odio.

— Señor, antes dijiste que me daría todo lo que quisiera.

— Es correcto. ¿Qué es lo que quieres?

— Control.

[ . . . ]

Me encontraba parado frente a la ventana contemplando el jardín. Exhalé el humo de mi cigarrillo tras una prolongada calada.

El silencio fue interrumpido por los pasos de Jordan quien entraba en el pasillo, caminando en mi dirección hasta detenerse a unos metros.

— ¿Cómo está Arthur? —exclamé sin apartar mi vista del cristal.

— Se quedó dormido.

— Bien. Es mejor que descanse.

— Pensé que te tomarías las cosas con más calma hasta que se adaptara. Él es débil.

— Eso quería, pero no tengo tiempo para eso. Ya que ahora vivirá conmigo, tendrá que acostumbrarse a cualquier cosa y aprender sobre la marcha cómo hacemos las cosas aquí.

El silencio reinó momentáneamente entre nosotros, hasta que decidí anularlo.

— Jordan, sabes lo que tienes que hacer, ¿no? —se quedó callado, confirmándome su respuesta —. Encuentra a ese "Cuervo". Parece ser lo suficientemente arrogante como para ofrecer el paradero de mi hermano a un canalla como Anderson.

— Tomará algo de tiempo; ya que aparentemente, los hombres de Anderson no conocen su rostro ni su nombre. Lo único que tenemos a nuestro favor es un alias.

— No es imposible, después de todo, la investigación es tu especialidad —llevé mi mano a su mentón, acariciando con mi pulgar su barbilla y el labio inferior. Rápidamente agarró mi mano, apartándola toscamente de su rostro, encarecidamente molesto por mi atrevimiento.

Igual que siempre, el maldito se hace el difícil.

Sonreí burlonamente por su actitud aunque huraña, era una de las muchas cosas que me gustaban de él.

Le di la espalda, comenzando a alejarme.

— Tendrás la ayuda que necesites. Confío en que lograrás encontrar algo —, detuve mis pasos, mirándolo sobre mi hombro—. Después de todo, nunca me decepcionas —Creí que la conversación había terminado, hasta que habló nuevamente con ese típico tono suyo como si estuviera reclamándome.

— ¿A dónde vas?

— A ver a Arthur —sentí de manera repentina la mano de Jordan sujetar mi muñeca con firmeza, sorprendiéndome un poco.

— ¿Por qué? 

— ¿Disculpa? 

— ¿Por qué llevaste a tu hermano a ver una ejecución? Pudiste simplemente dejarlo esperando en la sala —en un principio, su actitud me desconcertó, pero inmediatamente entendí el por qué de su pregunta.

Estaba conteniendo mis ganas de reír, cosa de la que él no pudo percatarse al estar dándole la espalda.

— ¿Has visto lo puros y brillantes que son sus ojos? —como no esperaba respuesta de su parte, continué—. Son como la miel: dulces y encantadores.

— ¿Cuál es tu punto? —demandó saber con seriedad.

Giré mi cuello en su dirección mostrándole mi torcida sonrisa que él repudió frunciendo aún más sus cejas con desagrado.

— ¿No crees que se veía adorable mientras lloraba? —no podía evitar relamer mis labios con deleite al recordarlo—. Es tan débil y delicado... que quiero corromperlo —Aunque amaba a mi pequeño Arthur, no podía evitar sentirme víctima de grandes tentaciones al ver sus ojos llorosos, su rostro rojo y empapado, protagonista de emocionantes fantasías.

— ¿Tanto te gusta jugar con tu propio hermano al que dices que amas?

— No me malentiendas, Jordan. Él es mi preciado tesoro, simplemente quiero pasar tiempo de calidad con él.

— ¿Haciendo que mire como torturas gente?

— Pronto aceptará su nuevo estilo de vida, así como tú lo hiciste —su agarre en mi muñeca se endureció, aunque no lo suficiente para lastimarme. 

El silencio que se prolongó entre ambos, mi guardaespaldas por fin se decidió a romperlo.

— Disfrutas usar a las personas a tu conveniencia, manipularlas solo para verlas sufrir. Ves a los débiles como si fueran tus marionetas. Lo sé mejor que nadie, pero también sé que aprecias a tu familia más que a nada en el mundo y ahora me dices que tu hermano es tu nueva manera de diversión —tal vez era solo idea mía, pero Jordan no solo no estaba contento con la presencia de Arthur, sino más bien, parecía molestarle que este acaparara toda mi atención.

¡Ja! Sí, claro… Lo único que le preocupa es que Arthur termine como él, pero no entiende que eso es precisamente lo que quiero: forjarlo, no, entrenarlo para que viva por mí, sólo para mí.

Nuestra relación de por sí era complicada y presentía que con la presencia de Arthur lo sería aún más y de alguna manera, sentí que él también se había dado cuenta.

— No me tientes, Jordan —le advertí en un tono amable. 

Sabía muy bien que aunque lo apreciaba, no me gustaba que se metieran en mi camino, fuese cual fuese el motivo. Tras segundos de una breve confrontación de miradas, me soltó con resignación chasqueando la lengua.

— Haz lo que quieras —retomó su actitud tajante, desviando la mirada.

Le resté importancia y continué mi camino hacia la alcoba donde Arthur estaba hospedado. Al entrar, dormía profundamente en la cama envuelto cómodamente entre las sábanas. Me acerqué, deteniéndome a su lado y contemplándolo en silencio.

Vino a mi mente el momento que tuvimos en el sótano durante el interrogatorio, la forma de abalanzarse en medio de esa situación solo para suplicarme que parara y la forma en que me abrazó mientras lloraba.

Fue algo que hubiera preferido evitar frente a Greg y los demás. Una situación realmente embarazosa.

Llevé mi mano a la cabeza de Arthur, acariciando su largo y suave cabello sin despertarlo. A mi contacto, solo conseguí que se removiera entre sueños sin abrir sus ojos. Me dio la impresión de estar viendo a aquel niño pequeño y frágil que solía ser, porque aunque su apariencia haya cambiado, seguía siendo el mismo.

Arthur sé que probablemente hay un sin número de cosas que aún no entiendes, pero te prometo... que me aseguraré de cambiar eso. Y esa compasión que tienes por los demás se esfumará si te quedas a mi lado o al menos, será comprimida con mis propias manos.

Verlo ahí tan tranquilo y recordar su intromisión durante mi interrogatorio, me puso tenso y de mal humor. Lo que necesita urgentemente era tener sexo.

[ . . . ]

— ¡Ahh! Sí… ¡Sí! ¡Más, amo! ¡Más! ¡AH! —desnudo sobre mi cama, metía y sacaba mi polla gruesa y venosa en el culo de uno de mis guardias más jóvenes que gemía como una perra cachonda puesta en cuatro y de cara contra la almohada.

Era una de mis prostitutas personales que siempre estaba dispuesto a dejarse coger por mí dónde y cuando yo quisiera. Era útil y me servía de desahogo.

— Se mueve tan rico… ¡Ahh, sí… ! —lo agarré de sus rubios cabellos, jalandolo hacia atrás para poder impulsarme mejor dentro de su promiscuo cuerpo.

— ¡Ahhh! ¡Dame más! Quiero más… ¡Oh, sí!

Qué perra tan escandalosa…

Lo agarré para darle la vuelta y hacer que quedara frente a mí. Su cara roja y sudada me observaba con satisfacción y unos ojos brillantes llenos de lujuria.

— Ah… Joven amo… —le abrí las piernas y volví a hundirme en su mojado trasero, estallando en alaridos de placer.

Lo penetraba incesantemente sin descanso, cuando de repente, sentí una de sus traviesas manos puesta en mi espalda, bajar a lo largo de mi columna, hasta llegar muy cerca de mis glúteos. 

Me detuve cuando una sensación desagradable me recorrió todo el cuerpo, haciéndome hervir la sangre.

— ¿A-amo? —en su desconcierto por mi repentina pausa, agarré su mano y la aparté para llevármela a la boca. 

Lo miré con ojos penetrantes, pasando mi lengua entre sus dedos hasta introducir el medio en mi boca. Él parecía estar embobado en mis movimientos, hipnotizado por mi mirada y, mi mandíbula estalló en un mordisco salvaje que le arrancó uno de sus dedos que quedó atrapado entre mi dentadura.

— ¡¡AAAHHH!! —la sangre salpicó nuestros cuerpos y el tipo de repente se puso pálido y frío, agarrándose con desesperación y dolor la mano sangrante que ahora tenía cuatro dedos.

Lloraba y gemía sin control bajo mi cuerpo mientras yo me reconfortaba con la imagen ante mí, con las gotas de sangre decorando su cuerpo y escurriendo de mi barbilla, ese bello color que me excitaba tanto sumado a su voz en agonía.

Escupí el dedo que cayó a un lado de nuestros cuerpos y él me miró aterrado y tembloroso.

— Ese lugar no se toca, ¿entendiste?

Tragó saliva sin dejar de hiperventilar. Ya no estaba excitado, pero su interior se había vuelto más apretado por la tensión que apresaba su cuerpo, excitándome más.

Lo puse de lado pese a sus lamentos, colocando una pierna sobre mi hombro y retomar mi acto con movimientos abusivos y delirantes mientras él gritaba.

Oh, sí… Esta clase de placer es el que más me gusta.

| | A R T H U R | |

Desperté en la comodidad de la que creí por un momento, era mi cama, pero al abrir plenamente mis ojos y desconocer mis alrededores, me levanté desorientado. 

La iluminación era tenue y grisácea, aparte de que todo se hallaba en silencio haciéndome difícil la tarea de adivinar la hora.

Presté más atención y me percaté de que no estaba solo en la cama, sino que Nicolás dormía justo a mi lado sin... ¡¿Desnudo?!

Estaba acomodado de lado y los brazos desnudos se extendían fuera de las cobijas, una de sus manos sirviendo de almohada y la otra junto a su pecho.

La cama estaba pegada a la pared y su cuerpo me negaba el acceso a la posibilidad de abandonar el colchón.

No quería despertarlo, pero me gustaría saber cuánto tiempo había dormido y se cuándo despertaría.

Pensé en volver a acomodarme con precaución y sin movimientos bruscos que interrumpieran su sueño. Me acomodé a su lado, mirándolo de frente al reposar mi cabeza de costado en la almohada. Contemplé su rostro apacible, fijándome en los rasgos que alguna vez me cautivaron antes de la verdad; tan hermoso y varonil, más esas ligeras ojeras que remarcaban una sensual sombra bajo sus ojos que cargaban unas finas y negras pestañas.

¡Mierda, no pienses en eso! Pero era innegable que Nick se convirtió en un hombre realmente atractivo.

Acordarme del par de besos que tuvimos me llenaba de vergüenza y remordimiento. El primero fue culpa mía, lo hice sin pensar y sin saber de quién se trataba realmente, pero aquella vez… él lo hizo a propósito.

En aquel momento, tenía una mirada aterradora. ¿Por qué? Quisiera saberlo.

Jamás pensé que un beso podría asustarme tanto y tampoco que no podría dejar de maldecirme ni lamentarme por gustarme alguien, pero es que ese alguien era Nicolás. Pese a mi golpe de realidad, no había logrado deshacerme de mi atracción por él y eso hacía que me sintiera de cierta manera… sucio.

Me removí bajo las cobijas y eso llevó mi mano a un encuentro con algo húmedo adherido a la sábana.

Extrañado, saqué mi mano encontrándome con un rastro de algo rojo en ella. Me recorrió un escalofrío al reconocer la sangre.

No podía ser yo, no estaba herido, en ese caso, debía ser de...

Alcé mi mirada hacia mi hermano con pánico ante la posibilidad de que estuviera herido.

— Nick, ¿estás bien? —me levanté y lo removí, percatándome con horror que también había rastros de ello en sus manos, rastros muy leves—. ¡Nick! —Abrió los ojos con naturalidad, como si no le hubiese costado despertar o si sólo hubiese mantenido los ojos cerrados pero sin estar dormido.

— ¿Qué? —se quejó un poco por haberle gritado.

— Sangre... hay sangre —mascullé torpemente.

— Ah... esto —alzó su mano, mirándola en lo alto—. No te preocupes, no es mía.

— ¿Qué? ¿Entonces de quién?

— No es importante —se retiró las cobijas, levantándose—. Me voy a bañar. ¿Me acompañas? —La idea me dejó estático.

Negué inmediatamente tratando de ser casual.

— Ah... no. Estoy bien... Por cierto, ¿qué hora es?

— No lo sé… Como las seis.

— ¡¿En serio es tan tarde?! Rayos.

— Le diré a mi padre que ordené algo para ti. Debes tener hambre —estaba por irse, cuando lo detuve en un llamado cauteloso

— Nick.

— ¿Hum?

— ¿Por qué le dices "padre"? —me miró silencioso por un momento para luego suspirar como si fuera algo obvio.

— Arthur...

— No, en serio. ¿Por qué? —su relajante expresión sonriente se transformó en seriedad. 

Vino hacia mí de nuevo y se inclinó, alzando mi barbilla con su pulgar y dedo índice.

La cercanía establecida a esos ojos fríos me hizo tragar saliva.

— Porque ha sido un mejor padre de lo que Frederick Beryclooth pudo aspirar a ser alguna vez —la respuesta tajante me hizo parpadear de asombro. Me pareció haber notado pronunciar el nombre de nuestro padre con desprecio.

Una vez más, por el hábito que comenzaba a notar era recurrente en él, cambió una mirada sombría por una sonrisa. Sin decir más, se marchó.

No pasó mucho tiempo cuando una mujer madura llegó a la habitación con una bandeja que depositó sobre el escritorio vacío junto a la puerta. Hizo una ligera referencia y se marchó cerrando la puerta.

Me dispuse a ingerir los alimentos que, sentí era demasiado lujo para mí, es decir, siempre comí comida común, pero esto estaba hecho de forma especial, incluso la presentación de la ensalada y el puré de papas era extremadamente fino para ser un aperitivo ligero.

Lo devoré gustoso y cuando terminé, pensé en tender la cama sobre la que había dormido. Me tomó pocos minutos, hasta que escuché la puerta abrirse a mis espaldas.

Me giré, quedando enigmático al ver a Nick parado bajo el marco. Lo único que cubría su desnuda y apiñonada piel era la toalla de baño que traía amarrada a la cintura, dejando poco a la imaginación. No pude evitar que mis ojos viajaran por todo su torso, asombrado de la atlética formación de sus músculos tenaces y atractivos a la vista con la única imperfección de que su carne había sido marcada con una que otra cicatriz remota, otorgándole un toque más sexy a su anatomía.

Peligrosos y prohibidos pensamientos invadieron mi mente.

Espabilé mis retorcidas fantasías, manteniendo una compostura natural que pronto se vio amenazada al encontrarme con sus ojos en penumbras. Una punzada en mi pecho me hizo saber que algo andaba mal.

Caminó hacia mí sin desviarse o detener sus pasos, comenzando a inquietarme.

— ¿Nick... ? —retrocedí hasta que la parte trasera de mis rodillas se encontraron con el borde del colchón. 

Posó suavemente una mano sobre mi pecho en cuyos adentros retumbaba mi corazón a mil. Ese simple toque fue suficiente para empujarme y tumbarme boca arriba sobre la esponjosa superficie. 

Mi hermano se posicionó sobre mí, acechándome con una mirada profunda que inyectó el miedo directamente en mi pecho. Sentí algunas gotas de su cabello escurrirse en mi rostro por el movimiento.

Lucía como un depredador enojado, una bestia hambrienta.

— ¿Qué... ? ¿Qué pasa, Nick?—hablé intimidado esperando una respuesta que me ayudara a entender su inquietante semblante.

Sin darme respuesta alguna, apartó el cuello de mi camiseta desabotonada dejando en exposición parte de mi piel y procedió a introducir su cara en la curvatura entre mi cuello y mi hombro. Temblé a la hora de que mis poros percibieron la calidez de su respiración golpeando a milímetros de distancia. 

Sus dientes se encajaron en mi carne bruscamente, haciéndome brincar.

— ¡Ah! —me removí a causa del impacto de la mordida. 

Avergonzado y nervioso por mi gemido, traté de apartarlo inútilmente, pero mis intentos por empujarlo sólo provocaron que sus manos de hierro se aferraran a mis brazos tan fuerte que su agarre en mis extremidades comenzaba a lastimarme.

Mi corazón dio un salto violento, al igual que el tirón que sentí en mi entrepierna a la hora de que mi cerebro canalizo el dolor en mi cuello provocado por su dentadura.

Sus dedos provocaron agravios en mi piel que con el pasar de los segundos se hacían más evidentes mientras sus colmillos se encajaban en mi como si quisieran hacerme sangrar.

Eso estaba... ¿Excitandome?

No... no quiero sentir esto... ¿Qué es lo que estaba sucediendo?

Con ese pensamiento, una fina capa de humedad se manifestó en mis cuencas, a punto de desbordarse en pequeñas lágrimas.

Decidió liberar mi cuello tras dejar una clara mordedura ardiendo sobre rastros de cálida saliva.

— Aun te gusto, ¿verdad? —su tono burlón me hizo mirarlo sobre mí, ensimismado y asustado.

Sus labios mantenían una expresión sombra, pero divertida, casi descarada. El brillo maléfico en sus ojos me hizo temblar.

— ¿Q-qué? —manifesté nervioso.

— No tenía idea... de que te gustaran este tipo de cosas —se entrepierna se dejó caer suavemente sobre la mía que se hallaba erecta bajo mi pantalón.

 Un enorme bulto se restregó contra el mío que se asfixiaba en la prisión de mis ropas.

— ¿Te excita el dolor, hermanito? —estaba tan atónito que no podía hablar y mis labios sólo temblaban.

— ¿Q-qué… ? ¿Qué estás haciendo? —mi cuerpo vibró al tiempo que su mano liberó uno de mis brazos, deslizándose insinuante desde mi rodilla y pasando por mi muslo, hasta llegar finalmente a mi trasero.

Aproximó su boca a mi oreja, lugar donde susurró sensualmente unas palabras que me paralizaron.

— Entonces, creo... que disfrutarás mucho hacer esto conmigo.