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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

Blond_Masked · LGBT+
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32 Chs

Capítulo 16. El niño desamparado

| | A R T H U R | |

No era fácil asimilar que el chico que me gustaba haya resultado ser mi hermano. Tal vez en el fondo, sabía que mi atracción hacia Noé no se había desvanecido por completo, incluso después de descubrir que en realidad se trataba de mi hermano Nick, pero esto…

Quedé paralizado al sentir sus labios presionando en mi rostro y su mano subiendo por mi pecho, si no hubiera sido por eso, hubiera tomado el abrazo como un simple gesto de afecto, pero de alguna manera, sentía que iba más allá. No sería así si lo de la otra noche no hubiera pasado.

Me sentía extraño ante su forma de tocarme.

— E-espera… —cuando se alejó, sentí mi cara arder.

— Nick, tú… ¿por qué…? —hablé trabado, mientras que a él se le veía tranquilo, pero por mucho que en el fondo quisiera negarlo, lo había disfrutado.

— Lo siento, me dejé llevar… ¡Desayunemos! —sirvió sus huevos en el plato puesto sobre la barra junto a la estufa y agarró un pan de la tostadora, sentándose en el pequeño pero decente comedor circular al centro de la cocina.

Me le quedé mirando trastornado. ¿Cómo podía ser tan despreocupado?

¿Se le había olvidado que estuve a punto de acostarme con él? Quería preguntarle por qué estaba como si nada después de ello. Si no hubiera sido porque se detuvo, nosotros habríamos…

— ¿Vas a dejarme comiendo solo? —su voz sacudió mis pensamientos. 

Se llevó un trozo de huevo a la boca mientras me miraba con un filtro de ironía. 

Deseaba poder saber en lo que estaba pensando, pero me apenaba preguntárselo. Realmente no quería tocar el tema, era demasiado embarazoso.

Agarré mi plato y me senté frente a él a comer, imitando su comportamiento despreocupado. Repentinamente, recordé algo importante que se me había olvidado comentarle.

— Nick, tengo que decirte algo.

— ¿Qué?

— Yo… con todo lo que pasó ayer, se me olvidó, pero es… sobre nosotros —jugaba con la yema del huevo con mi tenedor. Me ponía más nervioso que se mantuviera en silencio—. Después de que mamá murió, planeaba irme al campo con la abuela y el abuelo, pero solo hasta que terminará el semestre, después… 

Miré nuevamente a Nick cuya mirada no había cambiado ni un ápice. 

— Después del funeral, ellos quisieron adoptarme, pero no podía irme a mitad de semestre. Me han estado enviando dinero desde entonces. Eso fue antes de que aparecieras —se mantuvo serio, al menos hasta que sus comisuras se alzaron un una burlona sonrisa, soltando una carcajada en el proceso.

— Ja… Por favor, ¿crees que no lo sabía? —mis ojos se agrandaron perplejos.

— ¿Qué? ¿Cómo… ?

— Tienes mucho que aprender de mí a partir de ahora, Arthur. Hay muchas cosas que no sabes y tendrás que aprender.

— Cómo… ¿Cómo qué?

— Lo descubrirás acompañándome al trabajo. 

— Pero Nick, sobre nuestros abuelos… Deberíamos decirles que volviste. Tal vez podamos…

— Eso no va a pasar.

— ¿Qué?

— No te irás con ellos. Estarás conmigo a partir de ahora.

— Pero…

— No te preocupes. Me encargaré de eso.

— Pero acordamos que viviría con ellos. ¿Qué voy a decirles?

— Diles que te independizaste o algo, no sé, pero cancélalo.

— ¿Qué? No puedo… —dejó caer el tenedor sobre la superficie de porcelana de su plato vacío, provocando un ruido estridente.

— Arthur, ellos son prácticamente desconocidos para nosotros. ¿Quieres vivir con unos extraños que nunca fueron a visitarnos durante nuestra niñez? Si realmente les hubiéramos importado, hubieran intentado conocernos antes de que mamá muriera y no después, ¿te has puesto a pensar que la razón por la que te ofrecieron cobijo fue por la culpa que sentían? Además, ellos ya son personas mayores, no tienen la energía para cuidar a un chico, ¿quieres ir a causarles molestias?—temblé ante su frívolo argumento.

Sonaba cruelmente convincente.

— Arthur, la única razón por la que te ofrecieron asilo, fue porque no tenías a nadie más —estiró su mano para ponerla sobre la mía y mirarme a los ojos—, pero ahora yo estoy aquí. No necesitas a nadie más —. Levanté la vista, mirándolo con ojos llorosos tras sus palabras.

Durante el funeral de mamá, estuve desamparado, era un huérfano.

No podía vivir solo siendo menor de edad; así que mis abuelos, siendo los únicos familiares que en ese entonces creí tener, se quedarían con mi custodia. Aunque debo decir que apenas si había convivido con ellos en mi vida.

Mamá casi no me habló de ellos durante toda mi infancia y solo los había visto una vez en toda mi vida. Al crecer, entendí que se debía a que mamá no hablaba con ellos hace años, más específicamente, después de que decidió fugarse con papá y tener a su primer hijo.

Un día que pregunté por ellos cuando tenía catorce, me confesó que sus padres y ella se habían distanciado hace tiempo, más específicamente, después de confesarles que estaba embarazada, le exigieron que abortara, pues creyeron que era demasiado joven para ser madre y sobre todo porque aún no estaba casada. Claro que, ella se negó y escapó a los 18 con papá para casarse en la ciudad.

De vez en cuando, recordaba vagamente su presencia en nuestra casa cuando era aún muy pequeño. Habían ido desde muy lejos a conocer a sus nietos; sin embargo, lo que me hace recordar ese día fue la discusión que mi madre tuvo con ellos sobre Nick y eso fue todo. 

No recuerdo de qué hablaron, sólo que se veían preocupados y molestos mientras decían el nombre de mi hermano.

Volví a encontrarlos en el funeral de mi madre. Eran prácticamente desconocidos para mí, pero tanta fue mi soledad que no tardé en sentir apego hacia ellos, verlos como lo que eran: los padres de mi madre, mi familia de sangre.

Nuestra primera conversación es algo que jamás olvidaré.

 [ . . . ]

El cielo grisáceo arrojaba melancólicas gotas de lluvia sobre el panteón. 

Me encontraba de rodillas frente a la lápida con el nombre de mi madre tallado en ella repleta de flores blancas. 

Olivia Beryclooth.

Fue enterrada junto a la tumba de mi padre. Frederick Beryclooth.

Aquel día, fue la primera vez que lo visité desde que supe que murió y quien decidió enterrarlos juntos, fueron precisamente mis abuelos.

Me quedé largos minutos tirado en el pasto frente a ella, hasta que una débil voz, seguida de un gentil toque en mi hombro, me llamó.

¿Arthur? —volteé confundido, topándome con una anciana con un vestido y pataguas negro—. ¿Tú eres Arthur? —La mujer mayor lucía afligida. 

Solo atiné a afirmar en silencio meneando la cabeza.

Hola, querido. Yo soy Rubí y él es mi esposo Frank. Nos conocimos hace mucho tiempo, pero eras muy pequeño —me puse de pie tratando de lucir calmado, a pesar de que mi rostro y mis ropas eran un desastre debido al llanto y los lamentos.

Me ofrecieron su mano y les correspondí por educación el saludo débilmente.

Somos los padres de Olivia. Soy tu abuelo y ella es tu abuela. Mucho gusto —estaba muy triste como para sorprenderme.

El hombre de cabello cano aclaró su garganta y prosiguió incómodo ante mi silencio. 

— Me duele que nuestra reunión haya sido en esta situación. Nuestra hija se fue cuando tenía dieciocho años. Cuando volvimos a verla y tuvimos la oportunidad de arreglar las cosas entre nosotros, discutimos. Nos echó de su vida y solo volvimos a saber de ella apenas hace unos días.

La mujer sollozaba en silencio. Yo no tenía nada para decir, solo escuchar. No pasó mucho para que mi abuela tomara la palabra.

Esto pasó porque la dejamos sola —miró su tumba con tristeza, acariciando la superficie—. Si hubiéramos estado ahí, pudimos haberla aconsejado, apoyarla en su matrimonio, en el nacimiento de sus hijos, estar junto a ella, pero preferimos alejarnos por orgullo antes que luchar por nuestra familia. 

Será nuestro peor arrepentimiento hasta la muerte —le siguió su esposo. 

Ambos me miraron con ojos vidriosos y demacrados, como pidiéndome permiso para acercarse. 

Poniendo una mano en mi mejilla, la abuela exclamó sonrió con tristeza y exclamó:

— Te pareces mucho a ella —sus palabras despertaron nuevamente el palpitar de mi corazón atormentado y sin pensarlo, me lancé a sus brazos, recibiendo por primera vez su calidez. 

Hundí mi cara entre ellos, ocupando un brazo para abrazar a cada uno. No quería volver a estar solo. Acababa de conocerlos pero ellos eran todo lo que me quedaba.

Lamentamos mucho lo de tu hermano —sus palabras de aliento provocaron que me volviera a hundir en la miseria, llorando en su regazo y ellos lo hicieron conmigo.

Nos reconfortamos entre los tres esa tarde nublada, a solas en un campo de melancolía donde las personas entierran a los que aman y los dejan atrás, despidiéndolos para que vayan a un nuevo lugar.

A pesar de mi vista opaca y difusa por las lágrimas, pude ver el sol resplandecer, abriéndose paso entre las grises nubes cuya agua había cesado. 

Papá… Mamá… Nick…

Mi ángel guardián se fue y mi familia terminó destruida. Además de llorar, solo me quedaba seguir adelante.

Aún eres un niño. Nos encargaremos de ti —la sugerencia de mi abuelo, me sirvió para resistir un poco más de tiempo. 

Hicimos planes a corto plazo. Ya que acababa de empezar la preparatoria, no podía irme, no hasta terminar el primer semestre.

 [ . . . ]

Este era mi presente ahora. Nick estaba aquí y ahora podíamos ser una familia otra vez, aunque fuera pequeña, estar juntos era todo lo que importaba y no quería discutir con él qué era mejor, seguramente él lo sabía mejor que yo.

Yo tuve mi propio infierno y él tuvo el suyo. Lo único que me tenía angustiado, era que acababa de entrar en su mundo, uno que sentí era demasiado para mí, pero entonces recordé que, mientras su mano sostuviera la mía, no tendría nada que temer. 

— ¿Quieres ver una película? —dijo mostrándome la gran pantalla que se veía demasiado grande para la sala. 

Asentí felizmente y me senté en el sillón, olvidándome del tema. Nada podía compararse con la felicidad que me daba su compañía. 

— No te muevas, voy por palomitas. Puedes escoger la que quieras.

— ¡Sí!

| | N I C O L Á S | |

Fui a la cocina y puse el maíz en la olla. Mientras esperaba, saqué mi teléfono y aproveché mi privacidad para marcar.

— ¿Hola? Soy yo. Necesito que hagas algo por mí —tras una charla breve, regresé con un gran tazón de palomitas y me senté en el sillón para compartirlas con mi hermano.

Vimos una película de detectives. Lo miraba de reojo de vez en cuando, una sonrisa emocionada resplandecía en su rostro, pero no precisamente por la película, sino porque estábamos juntos. Podía sentirlo. Le había hecho tanta falta como él a mí o quizá más.

Por eso, Arthur, no irás a ningún lado. Seré el único que te mantendrá a salvo y te llevará a un futuro donde tendré el país a mi merced. Solo espera.

Sin importar lo que pase, estaremos siempre juntos, unidos como familia.