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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

Blond_Masked · LGBT+
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32 Chs

Capítulo 11. Cuerpo en llamas

| | A R T H U R | |

Esperaba ansioso por la hora de salida. 

Al escuchar la campana, salí corriendo inmediatamente de la escuela. No vi a Adrián por ningún lado y no era de extrañarse, después de esa discusión era obvio que ambos necesitábamos un tiempo antes de volver a hablar. Me comporté mal con él, pero ya me disculparía después.

Debería llamarlo para hacerle saber que regresaré solo y no me espere, pero mejor solo le enviaré un mensaje.

"No me esperes. Tengo algo que hacer en un lugar".

Estaba tan nervioso. Por fin lo vería, después de todos estos años, por fin vería a mi hermano a la cara. 

Me encontraba demasiado ansioso por descubrir lo que ocultaba tras esa máscara.

Estaba de camino al parque cuando mi celular sonó. Contesté, escuchando la voz histérica y angustiada de la madre de Adrián.

— A-A... Arthur... —gimoteaba ahogada en lágrimas. El dolor contra el que luchaba para poder hablar me aterró.

— ¿Señora Hale...?

— Mi... mi hijo... —tras revelarme los hechos, mi corazón momentáneamente se detuvo.

— ¿Qué...? —fue lo que escapó de mis labios entreabiertos por el aturdimiento.

Me indicó la dirección del hospital que era el más cercano que estaba a una hora de ahí y corrí a toda prisa a la avenida para tomar el primer taxi que pasara. No puede ser... no podía ser verdad... Adrián estaba en coma. Y tenía que ser justo hoy. Al llegar me encontré con su madre y su hermana que me esperaban con los ojos empapados e hinchados de tanto llorar y sus rostros contraídos de angustia.

— ¿Cómo está? ¿Puedo verlo?

— Está muy mal... Cuando salí al super mercado y lo encontré tirado en la calle rodeado de gente, pensé... pensé que... —su madre volvió a quebrarse rompiendo en llanto de nuevo.

Me dieron la autorización para ingresar a la habitación. Lo miré postrado en esa cama blanca, conectado a una máquina que marcaba su débil pulso y esos tubos en sus brazos con los que le inyectaban un líquido transparente en bolsas. Al acercarme, contemplé con aflicción el estado tan lamentable en el que se encontraba su cuerpo; cubierto de gasas, vendas que tapaban posibles golpes y raspones. Yesos en sus extremidades que intentaban restaurar el estado delicado de sus huesos fracturados. Respiraba a través de una mascarilla transparente que se opacaba con su aliento en cada exhalación.

— Adry... —sollocé incrédulo.

¿Por qué? Me recriminé. ¿Por qué tenía que pasar esto? ¿Quién lo había hecho? Me sentía tan culpable de que nuestra última conversación fuera tan amarga y ahora... era imposible saber cuando despertaría. 

Quería disculparme con él, quería sincerarme, gritarle al cielo que no merecía ser amado por alguien como él.

¿Era este mi karma? ¿Era mi culpa? Pero, ¿por qué a Adrián?

Permanecí unos minutos sentado al lado de la cama, observándolo sumido en su inconsciencia. Entonces, recordé... ¡Nick!

La conmoción y el susto por lo que le había sucedido a Adrián me hizo olvidar mi encuentro con mi hermano. Seguramente estaría esperándome en ese momento en el parque, aguardando por nuestro encuentro, mientras que yo estaba aquí...

Con enorme desconsuelo, saqué el teléfono negro en el que tecleé un mensaje.

"Mi amigo tuvo un accidente, perdóname. No puedo ir ahora".

No me sentía bien con nada de esto. Me encontraba fatal por perder la oportunidad de ver a Nick ese día, pero se sentía terrible que la razón fuese que mi novio tuviera un accidente que lo dejara en coma. 

¿Qué hacía fuera de la escuela antes de la hora de salida? Había sido un día horrible.

La puerta se abrió a mi espalda dando acceso a alguien quien pensé sería una enfermera. Apenas llevaba dos minutos aquí, no era posible que hubiese acabado la hora de visitas. Al voltear, miré incrédulo a Noé de pie en la entrada.

— ¿Cómo está? —preguntó con una voz neutra. 

No sabía por qué, pero sentí un escalofrío en el instante en que cerró la puerta al entrar. Se veía tan tranquilo y a la vez... intimidante y frío.

— ¿Cómo te enteraste...? —titubeé.

— Las noticias sobre accidentes fluyen como un río, Arthur —me volteé nuevamente hacia Adrián, encogido de hombros por la preocupación mientras restregaba mis manos debido a la ansiedad.

— Escuché al doctor decir que pudo haber muerto —percibí sus pasos acercarse por detrás con lentitud, deteniéndose al toparse con mi espalda.

— Es terrible —argumentó—. Pensar que a alguien tan amable y simpático le pasaría algo así.

— Él no se merecía esto —mascullé con un nudo con el que me ahogaba—. Alguien lo atropelló, pero yo fui el que... No sé a quién culpar.

Arrugué la tela de mi pantalón con frustración. 

La cabeza me daba vueltas y mi vista se veía opacada por la humedad del llanto que amenazaba con desbordarse de mis ojos. 

—Perdón por lo de hoy, yo... Seguramente Nick debe estar decepcionado de que no fuera a verlo, pero es que... —limpié con mis mangas las lágrimas rebeldes que salían. 

Las manos fuertes de Noé aterrizaron en mis hombros, dándome un pequeño sobresalto.

— Está enterado de lo que pasó, no tienes de qué preocuparte —me dio escalofríos.

Tal vez era cosa mía, pero una mala sensación se apoderó de mi cuerpo al momento de tocarme. ¿Por qué su voz sonaba tan rasposa y pesada?

Miré de reojo sus manos que me apretaban de forma reconfortante, excepto por las acentuadas venas que sobresalían de ellas, haciéndome sentir atrapado. Sus manos lucían toscas y ásperas, poseedoras de una gran fuerza contenida mientras me tocaba. 

— Déjame llevarte a casa —asentí, cohibido—. Te prometo que lo de tu hermano no es ningún problema; además... —Supe que había agachado su cara hasta mi oído al sentir su aliento caliente—, él tiene el poder para hacer lo que sea cuando le plazca.

No estaba seguro de si eso era bueno o malo, aunque tampoco era el mejor momento ideal para pensar en eso.

Le pedí con timidez dejarme quedar más tiempo, necesitaba brindarle compañía y apoyo a su familia. Cedió sin ningún problema y nos quedamos un par de horas más. Cuando se terminó mi hora de visita, volví a la sala de espera junto a la señora Hale y Any quien aún lloraba en silencio en una silla.

— ¿Cómo dices que te llamas? —preguntó la afligida señora a Noé que venía detrás de mí.

— Noé Marshall. Me disculpo por no haberme presentado antes como tenía que ser. Es lamentable que nos hayamos conocido en estas circunstancias, señorita Hale.

— Cuando te vi entrar, no pensé que fueras amigo de mi hijo.

— Obvio que no le habló de mí, llevamos poco de conocernos.

— Gracias por haber venido, a ti también, Arthur —no sabía por qué, pero pese al tono amable de Noé, sentía amargura en su voz, eso me volvió incapaz de alzar la mirada para verlo a la cara.

 Cuando me despedí de la señora Hale y su hermana, dijeron que se quedarían a dormir ahí esa noche. Me sentí apenado al escucharlo.

— Lo siento. Vendré mañana después de la escuela. Por favor, cuídense.

— Me siento mejor sabiéndolo. Me da tanto gusto que seas el novio de mi hijo, él también te ama mucho —esas palabras estrujaron mi corazón.

— Buenas noches —salí del hospital afligido. Noé me esperaba fuera con un… ¿Auto deportivo rojo?

¿Qué hacía un estudiante común con un vehículo tan lujoso? Supongo… que tiene que ver con esos "negocios" ilegales en los que él y Nick están metidos.

Ante mi perplejidad, abrió la puerta del copiloto para mí, invitándome a entrar. 

El camino bajo el cielo oscuro transcurrió en silencio y tranquilidad. Mi casa no estaba relativamente lejos, así que no tardamos en llegar. Estacionó el coche frente a mi puerta y lo invité a pasar.

Después de que mamá murió, con el dinero que dejó, tuve que mudarme a una casa más pequeña donde la cocina, el comedor y la sala de estar estaban de corrido en un mismo sitio sin paredes o puertas de por medio; tenía una pequeña habitación que era donde yo dormía, y un baño completo, los únicos lugares de la casa donde había un poco de privacidad.

Estiré el brazo tecleando el apagador ubicado junto a la entrada, tiré mi mochila a un lado de la puerta y fui a mi habitación, sentándome en la cama. Estaba exhausto y afligido. Quería que el día terminara. Me encontraba tan distraído que por un momento me olvidé de que Noé estaba en mi casa.

Entró al cuarto, sentándose a mi lado.

— Él estará bien —me dijo muy seguro—. Pudo ser peor.

— Sí... —contesté mirando al piso—, pero ahora no puede moverse—. Alcé la mirada con desánimo para verlo. En el instante en que lo vi, la preocupación y tristeza acumuladas en mi pecho se transformaron en desorden. Su rostro... era una fría expresión de aguda intriga.

La leve luz de la calle que se filtraba por la ventana de la habitación iluminaba hasta la mitad de su rostro a partir del puente de la nariz para abajo, mientras que el resto eran sombras. Recién me daba cuenta que desde que fue al hospital, no lo había visto a la cara ni una sola vez, pero ahora que lo hacía, un estruendoso palpitar movía mi corazón en medio de toda mi confusión.

Recordé las palabras de Adrián, las palabras que me dijo antes de darme la vuelta e irme: que Noé era peligroso, que él había sido quien rompió los brazos de aquel que me golpeó por accidente, que quería algo de mí. Que debía... mantenerme alejado de él.

Si eso era verdad, ¿por qué no podía dejar de mirarlo? ¿Por qué no quería escapar a pesar de ser la opción más lógica?

Extendió uno de sus brazos hacía mí sin despegar su mirada de la mía. En un principio, no entendí lo que quería decirme con ese gesto, pero al rato en el que se arrimó hacia mí atrayéndome con el brazo que me ofrecía y me abrazó rodeándome con el otro, supe que buscaba consolarme y el sentir su calidez y la forma protectora en la que me abrazaba, hizo que me soltara a llorar sin poder contenerme.

Hundí mi cara en su pecho y desaté mi llanto empapando su camisa mis lágrimas. Me daba vergüenza que me viera así, pero no podía contenerme.

Transcurrieron largos minutos en los que nos quedamos en esa misma posición, antes de que pudiera calmarme poco a poco.

Cuando terminé de desahogarme y los ríos de mis ojos se secaron, me separé ligeramente de Noé para limpiar mi rostro caliente que seguramente debía estar hecho un desastre.

— ¿Ya estás mejor? —lo escuché decir sin mirarlo a la cara.

Ahora me sentía más tranquilo.

 — Sí… Gracias y perdón por todo —dije de manera sincera intentando curvar mis labios en una pequeña sonrisa.

— Hale me dijo... —soltó, llevando una mano a mi mejilla para acariciarla con apenas un roce de sus yemas, espantando los pensamientos revoloteando en mi cabeza y dejándome incrédulo ante ese gesto—, que ustedes no han tenido sexo —. Mi pecho y estómago dieron un vuelco.

¿Qué tenía que ver eso? Claro que no lo habíamos hecho. Nunca pasó por mi cabeza hacerlo con Adrián, ni siquiera podía imaginarlo. Apenas si lo dejaba besarme ocasionalmente para intentar corresponder sus sentimientos.

— No... nunca... —tímidamente bajé la cabeza.

— ¿Por qué? Ustedes se conocen hace mucho, ¿no? ¿Por qué esperar tanto tiempo?

— Em... él y yo...

— ¿No se desean lo suficiente? —su mano se recorrió hasta debajo de mi barbilla donde agarró mi quijada, volteando mi cabeza en dirección a la suya—. ¿Sientes miedo? 

Vi un par de cuencas oscuras a través de las gafas igual en sombras.

— Yo...

— ¿Inseguridad, tal vez? ¿Cuál es el motivo, Arthur? —no quería decirlo, jamás me había atrevido a decirlo en voz alta, pero su voz estaba casi obligándome, impulsándome a escupirlo.

Antes de que pudiera articular mi respuesta, mis labios fueron sellados por los suyos en un contacto firme que disparó mi corazón. Fue moviéndose de forma candente, ensalivando mis labios, pidiendo permiso de entrar a mi cavidad con la punta de su lengua. 

Temblando, y sin poder pensar en nada más que en sus labios contra los míos, la abrí inconscientemente y fue empujándome hasta derribar mi cuerpo hasta terminar debajo del suyo. 

Jadeé entre el beso cuya calidez iba apoderándose de mi vientre y expandiéndose más abajo. El bulto en su entrepierna se apegó al mío, rompí el beso al jadear con éxtasis, sus dientes se apoderaron de mi labio inferior, mordiéndolo provocativamente sin causarme dolor.

Era un beso lascivo, hambriento, demandante... El beso más fogoso que me hubieran dado, el primero que realmente me había gustado; me excitó con solo haberlos tocado, pero…

Cuando el rostro de mi pareja apareció en mi cabeza, la culpa me invadió.

— Ngh… No… —gemí débilmente llevando mis manos a sus hombros en un mal intento de alejarlo. Aquello no estaba bien.

Adrián… Adrián era mi…

Un temblor me recorrió cuando acarició mi pierna de forma posesiva. Me contraje ante su tacto que fue subiendo hasta mi muslo.

— N-Noé… P-por favor, para… —hablé hecho un manojo de nervios.

Se separó un poco para mirarme, tomándome de la quijada.

— ¿Tienes miedo de mí? —lo miré reflexivo unos segundos con ojos vidriosos.

Era un chico tan guapo, tan dominante… Tan misterioso, pero no me asustaba.

— No… —confesé con mi corazón desbocado y la mente nublada—, pero… esto no está bien…

Tomó una de mis manos besando el torso gentilmente, dándome un sobresalto antes de volver a mirarme.

— ¿Es por Hale? —desvié la mirada apenado mientras era consumido por el remordimiento.

— Arthur… —acarició un mechón de mi cabello—, deja de mentirte a tí mismo fingiendo que no quieres esto —. Me quedo atónito por sus palabras y me giro a mirarlo. — Ya es bastante malo que él crea que es correspondido, cuando en realidad su relación es sólo una mentira…

Lo que decía era una verdad aplastante y cruel, una de la cual yo era responsable. Escuchar que me lo diga me hacía sentir horrible.

— No lo deseas a él, pero eso no es tu culpa, Arthur, es suya por no darse cuenta —quería negar todo lo que estaba escuchando, pero no podía porque era cierto.

Con cada palabra, con cada sílaba, me convencía cada vez más… Su voz era tan hipnótica.

— Arthur, al menos por esta noche, olvídate de todo. No pienses en nada ni en nadie, nadie lo sabrá. Será un secreto entre nosotros y mañana, estarás mejor —él… tal vez tenía razón.

Si era sólo por esta noche, estaba bien, ¿no?

Asentí.

Noé sonrió de lado y se inclinó para besar mi cuello, estremeciéndome al sentir esos jugosos labios tocando mi piel.

— ¿Qué quieres? —quiso saber hablándome al oído con voz seductora, un sonido hipnótico que me incitaba al pecado. Era como si… como si se apoderara de mi mente y uso de razón con simples palabras.

— Hah... —mi aliento salió con dificultad. 

Levanté la mirada, me veía como un lobo hambriento: agresivo, ansioso y salvaje.

— A ti... —murmuré con las mejillas ardiendo—, te deseo a ti —. La respuesta de mi confesión fue una risa de satisfacción de su parte.

Sin decirme nada, comenzó a desabotonar mi camisa del uniforme, dejando a su paso mi piel expuesta tras abrir la blanca tela. Removió el último botón, sus manos sostuvieron los costados de mi cintura, dejando al aire libre mi torso al que le brindó atención repasando su lengua por mi vientre; era larga, cálida y húmeda. El sentirla me dio escalofríos, ese contacto tan pequeño fue suficiente para provocarle un tirón a mi miembro que seguía atrapado bajo el pantalón.

La estrechez de mi cintura facilitaba el agarre de sus manos, la cuales eran tan grandes que podían rodearme casi por completo gracias a sus largos dedos que seguían acariciando mi piel en el mismo lugar. 

La punta de su lengua bajó a mi ombligo, lamiendo el contorno sutilmente para luego introducirla dentro. 

— ¡Ah! —me exalté por la impresión.

No conforme con ello, sus manos subieron a mi pecho, tirando de mis pezones a la hora de tomarlos con el pulgar y el índice que se encargaban de estrujarlos mientras eran estirados. El estremecimiento de mi cuerpo nubló mi mente por las fuertes sensaciones que mi cuerpo estaba procesando.

— Ah... por favor... —intentaba hablar con todo y la pesadez que conllevaba estar siendo tocado tan fogosamente.

— ¿Hm? ¿Por favor qué, Arthur?

— Más... —alcé mis brazos alcanzando el cuello de su camisa, deseando que se la quitara. 

Iba a comenzar con el primer botón, mis manos temblaban, hasta que me detuvo sosteniéndolas. Lo miré confundido. Apenas pude reaccionar cuando me dio la vuelta dejándome boca abajo.

— ¿Q-qué...?

— No te muevas —ordenó, seguido del sonido de sus ropas moviéndose.

En mi posición, solo tenía vista de mi mesa de noche junto a la cabecera, seguido de la ventana por la que se apreciaba el fin del crepúsculo, dándole paso a la noche. 

¿Ha pasado tanto tiempo desde que estuvimos en el hospital?

Quedé anonadado al ver que las gafas de Noé eran depositadas sobre el mueble de noche. Quise girarme para verlo, pero el mismo Marshall me lo impidió agarrando mi nuca, presionando mi cara contra el colchón.

Me asusté al no entender. ¿Por qué no quería que lo viera?

Elevó mi cadera, desabrochando el cinturón y quitándomelo de un tirón para dejarlo botado en el suelo. 

Me bajó el pantalón junto a mi ropa interior, desnudándome casi por completo. Me sentí avergonzado sintiendo su mirada en mi trasero.

— Eres virgen, ¿verdad?

— Ngh... Sí... —contesté agarrando mi falo ahora en libertad. Necesitaba que fuera más duro.

— Entonces... Me aseguraré de hacerlo muy suave —posicionó dos dedos en mi boca, introduciéndolos dentro de esta—. Lámelos muy bien —Obedecí sin entender el propósito de hacerlo. 

Se removieron dentro, acunándose con mi lengua empapada de saliva, pasándola entre y a lo largo de ellos.

— No soy bueno siendo delicado, pero haré lo que pueda, ¿está bien? —los vellos de mi cuerpo se erizaron y sentí una hinchazón creciente en mi miembro.

— Uh... —intenté hablar, pero su invasión a mi boca no me permite articular palabra. Me limité a asentir haciendo un leve movimiento de cadera que rozó con él, su bulto excitado se presionó entre mis nalgas tras un brusco empujón de su pelvis, insinuándose insistente. Su movimiento candente me hizo jadear. Continuó restregando su dureza en mi retaguardia que estaba cada vez más ansiosa.

Joder, ese maldito pantalón intervenía en el contacto directo de nuestra piel. Desearía poder arrancárselo.

Su mano agarró mi miembro por sobre la mía, estrujándolo de una forma que me tomó por sorpresa. Gracias a las deliciosas sensaciones, mi boca produjo suficiente saliva que empapó los dedos de Noé para finalmente retirarlos. Cuando los llevó a mi trasero mi cuerpo se sacudió exaltado.

— E...espera. ¿Qué...? —intenté girar mi cabeza, siendo detenido por la mano con la que Noé agarraba mi miembro para presionar mi cabeza.

— Tengo que usar esto ya que no tengo lubricante. Relájate —sentí que lo dijo con una sonrisa. Estaba nervioso, después de todo era mi primera vez.

Mis dedos se hundieron en la sábana, estrujando la tela con fervor, incrementando mi éxtasis al sentir la punta de su dedo viscoso "tanteando terreno" en ese lugar antes de intentar entrar por completo. Fue introduciéndolo con calma, sembrando innumerables sensaciones en mi interior, tales como lo eran el dolor, ese dulce dolor que atormentaba esa parte prohibida de mi cuerpo. 

— ¡Ahh! —gemí cuando el primer dedo estuvo hasta el nudillo e inmediatamente mi recto lo apretó con demasiado fervor, haciéndole difícil moverse.

— Vaya, apenas si pude meterlo —informó burlesco.

Me tomó unos minutos acostumbrarme antes de que pudiera moverlo, primero cuidadosamente y después fervientemente con habilidad y dedicación, desatando un exceso de humedad en las paredes. 

Avergonzado de mi reacción, hundí tembloroso la cara entre mis sábanas. ¿Cómo podía ser tan bueno solo con los dedos?

— ¡Ah! —me retorcí al sentir el segundo abrirse paso junto al primero. 

Quedé paralizado de la impresión que conllevó "extenderme" ahí abajo. Pronto, sus dedos dejaron de ser los únicos en movimiento, su mano ahora me proporcionaba la exquisitez de las simuladas embestidas en mi empapado agujero.

Joder, me siento como si estuviera en el pináculo de la gloria. Ya casi… estaba a punto de venirme. Imaginarlo y hacérmelo a mí mismo no tenía ninguna comparación con lo que estaba viviendo ahora.

Cuando creí que a este punto ya no sería posible, sus dedos se adentraron más profundamente tocando un lugar específico en mi próstata que fue como presionar el botón para hacerme eyacular en chorro viscoso de cálido semen. 

Mis piernas vibraron sin control mientras mi cuerpo sudaba.

Dejé caer mis caderas reposando mi pelvis sobre el colchón, sus dedos se retiraron empapados. Me coloqué de lado mientras me daba a la tarea de regular mi respiración, cuando sin querer, lo vi. Vi ese torso ejercitado profanado con atroces marcas en el pecho que parecían de bala, eran al menos como cinco, pero la peor sorpresa que volcó mis entrañas, la recibí al mirarlo a la cara cuando después de mucho tiempo me topé con esos ojos.

— Te dije… —espetó fríamente —, que no reconocerías en lo que me he convertido —. Esas palabras me transportaron a aquella noche en ese callejón en Worsley, donde vi a Nick por primera vez después de tantos años. Mi cabeza procesó con inquietud la conexión más obvia y lógica que hizo mi angustia crecer.

Quien estaba ante mí, era…

 Mi corazón palpitó fuerte bombeando frialdad en mi sangre. La agitación de mi cuerpo explotó como una bomba arrasando con todo pensamiento razonable dejándome en blanco.

Mi shock fue tan grande, que en el instante en que me di cuenta de la verdad, caí desmayado siendo atrapado en la inconsciencia.