"Nuestra familia no es como las demás, porque poseemos algo que nos hace únicos", comentó su padre, con una mirada seria.
"¿Y eso qué es, papá?", preguntó Natsu con curiosidad.
"Primero que nada, Natsu, no me interrumpas. Ahora no tenemos mucho tiempo, ¿está bien?", respondió su padre con un tono firme, casi de regaño.
"Está bien…", murmuró Natsu en voz baja, bajando la cabeza.
El padre asintió y continuó: "A tu pregunta, la respuesta es que nuestro linaje proviene de una sangre especial, un legado que nos conecta directamente con nuestros ancestros. Este linaje nos otorga habilidades superiores a las de los demás y una afinidad mayor con la magia".
Al terminar de hablar, se puso de pie, como si prepararse para algo le ayudara a mantener la calma. Zeref, que había escuchado atentamente, no tardó en reaccionar.
"Así que esa es la razón por la que soy considerado un genio", comentó, con cierto orgullo en su voz.
Su padre se detuvo, girándose lentamente hacia él. "No, Zeref. Tú no eres un genio solo por nuestro linaje".
"¿Pero no acabas de decir que nuestra sangre es la que nos da esa conexión con la magia?", replicó Zeref, confundido pero con cierta exaltación en su tono.
"Sé lo que dije", respondió su padre mientras exhalaba con fuerza. "Pero lo que te hace especial no es únicamente tu linaje. Tú eres un genio, incluso entre los genios. Nadie antes había alcanzado una afinidad con la magia como tú. Si nuestra familia tuviera la fama que tenía hace años, serías reconocido como el mayor mago de todos los tiempos".
Zeref abrió los ojos con sorpresa, mientras su padre volvía a centrarse en lo que estaba haciendo. Caminó hacia el fondo de la habitación, donde se encontraban las camas, moviendo muebles como si estuviera buscando algo.
Natsu, que había estado en silencio durante un momento, levantó la mirada con una expresión de preocupación. "Si Zeref es un genio, papá, entonces... ¿por qué yo no sé nada sobre magia?"
El padre suspiró y, mientras apartaba una cama, le respondió: "Nunca te enseñé magia, Natsu. Tampoco te permití usarla, porque es demasiado peligrosa para alguien de tu edad".
"¡Pero tú y Zeref la usan todo el tiempo! Es injusto que yo sea el único que no pueda aprender", protestó Natsu, con el ceño fruncido.
"Eso es porque nosotros llevamos años practicando, y sabemos controlarla. Además, aunque Zeref solo tiene cuatro años más que tú, ya posee los conocimientos de magia de un adulto. Quizás incluso más", explicó su padre, deteniéndose un momento para mirarlo a los ojos.
"Pero tú o Zeref podrían enseñarme. Podrían ayudarme a usarla bien, sin que algo malo pase", insistió Natsu.
"Tal vez tengas razón, pero había motivos por los que no podía enseñarte, cosas que no comprenderías ahora. Y no tenemos tiempo para discutirlas", concluyó su padre, con evidente intención de zanjar el tema.
Mientras esto sucedía, Zeref observaba en silencio desde su lugar. Aunque quería intervenir, sabía que cualquier palabra suya solo complicaría más la situación. Sin embargo, no podía negar que también tenía dudas sobre por qué su padre había tomado esa decisión con Natsu.
La conversación terminó cuando su padre, tras despejar un rincón de la habitación, se dirigió hacia la puerta. Presionó un punto en la pared, y segundos después, un botón rojo apareció mágicamente junto a él. Sonrió levemente, satisfecho.
"¡Natsu! ¡Zeref!", llamó. Su voz era fuerte, pero tenía un dejo de nerviosismo que ninguno de los dos había escuchado antes. "Vengan aquí. Ahora mismo".
Ambos hermanos se apresuraron a obedecer, moviéndose rápidamente hacia donde estaba su padre.
Cuando los tuvo frente a él, habló de nuevo, esta vez más serio: "Escuchen con atención. Necesito que ambos entren en la habitación de seguridad. Es el único lugar donde estarán a salvo".
Natsu, confundido, frunció el ceño. "¿Qué habitación de seguridad, papá? Aquí no hay ninguna".
"Está aquí", dijo su padre, inclinándose para levantar una manija oculta en el suelo. Tanto Natsu como Zeref lo observaron con asombro. La entrada estaba perfectamente camuflada.
Al abrir la trampilla, reveló una habitación pequeña, con paredes y piso completamente rojos, como si estuvieran manchados de sangre. Solo había una cama y un foco en el techo que parpadeaba débilmente.
Los hermanos, sorprendidos, se acercaron a mirar mejor. Sin embargo, el suelo comenzó a temblar violentamente. El refugio entero crujía como si fuera a derrumbarse en cualquier momento. Su padre no perdió tiempo: empujó a ambos dentro de la habitación y pateó varias cajas de comida tras ellos.
"Esto será suficiente para que sobrevivan", dijo apresurado. Pero antes de poder cerrar la trampilla, un estruendo más fuerte lo detuvo.
"¡Papá! ¡Falta mamá! ¡Mamá sigue afuera!", gritó Natsu desesperado, intentando levantarse.
El padre de ambos miró a su hijo con el corazón roto. "Natsu, ya no queda tiempo para..."
No pudo terminar la frase. Un estruendo aún más cercano lo interrumpió, como si las puertas del refugio hubieran sido aplastadas. Su rostro cambió: era consciente de que no había marcha atrás.
Rápidamente, se inclinó hacia sus hijos, sosteniendo sus cabezas con ambas manos. "Perdónenme, mis niños. No podré estar con ustedes mucho más tiempo... No logré traer a su madre para que los acompañara, pero les prometo que estarán a salvo".
Otro golpe más sacudió la puerta principal, abollándola hasta casi romperla. El padre de los hermanos se levantó, sacó la piedra mágica de su bolsillo y la sostuvo con fuerza.
"Vivan. Sobrevivan. Sean felices. Nunca se rindan, y hagan siempre caso a lo que sus corazones les digan. Los amo, mis pequeños", dijo antes de cerrar la trampilla con un movimiento rápido, bloqueándolos por completo.
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Natsu, tras caer al suelo por el empujón, se levantó de inmediato y golpeó la trampilla con fuerza, pero no logró abrirla.
"¡Papá, por favor! ¡Ven con nosotros! ¡No quiero que nos dejes, papá!", gritaba desesperado, golpeando con ambas manos.
Zeref lo abrazó por detrás, intentando calmarlo. "Natsu, basta. Papá estará bien. Él es fuerte. No va a morir", decía, pero sus palabras sonaban quebradas.
"¡Déjame! ¿Qué no te importa? ¿Por qué no haces algo? ¿Por qué no lo detienes?", gritó Natsu entre sollozos, hasta que su voz se apagó.
Zeref también comenzó a llorar, incapaz de seguir fingiendo que todo estaba bien. "Crees que no me importa... ¡me importa tanto como a ti! Pero no quiero desobedecerlo. Él está haciendo esto para salvarnos, Natsu. No quiero que lo que haga sea en vano...".
Ambos hermanos terminaron abrazándose, llorando juntos en la pequeña habitación roja, sin más compañía que el eco de sus lágrimas.
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Mientras tanto, afuera, su padre se preparaba para lo inevitable. Empuñó su espada con fuerza, sus músculos tensos, su mirada fría. Sabía que no volvería a ver a sus hijos, pero estaba decidido a cumplir la promesa que le había hecho a su esposa.
De repente, el techo del refugio fue arrancado de golpe. La tormenta, que ya era intensa, ahora rugía con una fuerza sobrenatural. Frente a él apareció una figura, flotando en el aire, rodeada por un brillo blanco cegador.
"Vaya, vaya. Pensé que este sería otro pueblo aburrido, pero tú… Tú eres interesante", dijo la figura con tono burlón, mientras descendía lentamente.
Cuando la luz se desvaneció, el padre de los hermanos vio a un hombre de cabello blanco puntiagudo, ojos azules y un traje noble. Pero había algo en él que le puso la piel de gallina.
"¿Sabes? Este lugar fue el menos emocionante de todos. Ningún guerrero, ningún mago decente. Los humanos son tan débiles que dan pena", continuó la figura, riendo de forma siniestra.
El padre de los hermanos lo observó detenidamente, hasta que lo reconoció. Sus ojos se abrieron con horror.
"Un… dragón", susurró con el aliento atrapado en el pecho.
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Gracias por leer la historia y espero que les haya gustado este capitulo, en el siguiente se vendrá la primera pelea de esta historia y espero les guste.
Estoy planeando hacer una nueva historia pero esta vez en ingles, si les gusta la idea apreciaría sus comentarios, mañana en la siguiente actualización les dejare las ideas para la siguiente historia.
Gracias por leer y espero sigan apoyando esta y la otra historia que tengo.
Nos vemos mañana.