—¿Qué más? —preguntó inclinando la cabeza y llegué a la conclusión de que apuñalarlo con un cuchillo en ese momento era la mejor elección que había dejado pasar.
—¿No deberías disculparte, su alteza? —dije en voz alta y él solo se rió.
—No es como si estuvieras herida, Marianne, y aun si lo estuvieras, ¿acaso una persona arrepentida podría remediar las cosas? Ahora eres una archiduquesa, y este mundo está lleno de política, deberías aprender a entender estos trucos ya. Dices ser tan experta en muchas cosas, ¡usa ese conocimiento o es que solo es para alardear! —me regañó, ¿puedes creerlo?, ¡me regañó por su error!
Quería decir que habría estado más alerta si no hubiera sido un regalo suyo, pero sabía que eso solo aumentaría la discusión, es mejor dejarlo pasar. Así que solo asentí con la cabeza y él me devolvió el gesto.
—Killian, ¿te gustaría tener este cangrejo de río, está muy picante? —le tenté y él asintió.
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