- Mientras caminaba por las calles del reino de Lumeria, no podía evitar sentirme impresionado por la amabilidad de la gente que me saludaba. Me preguntaba por qué no mostraban tristeza ni miedo, sabiendo que otras razas no los querían. Continué mi camino hasta llegar a la salida de la ciudad. Ante mí se extendía una gran llanura, y a lo lejos, un bosque majestuoso. La inspiración me invadió; quería explorar estos nuevos paisajes, ciudades y razas que nunca habría imaginado conocer. Sin embargo, me detuve a pensar: si me convertía en explorador, ¿quién protegería esta ciudad donde vive mi raza? No podía irme así sin más.
Antes de regresar al castillo, sabía que debía hablar con el rey. Caminé durante unos minutos y vi a unos hombres comiendo y bebiendo. Mi estómago rugió; no había comido en horas, desde que fui teletransportado a este mundo. Aprieté mis manos y entré al castillo sin perder tiempo.
Al entrar, el rey se acercó a mí y me dijo que había un banquete en la sala principal para darme la bienvenida a este humilde reino. Sonreí de oreja a oreja y me dirigí rápidamente hacia el banquete. Me senté y comí con avidez, aliviado de poder calmar mi hambre.
Después de comer, el rey se acercó nuevamente y me dijo que debía salir a explorar el mundo para ganar conocimiento y despertar mi poder mágico. Esa idea me llenó de felicidad; quería viajar por este nuevo mundo, descubrirlo y averiguar si había una forma de regresar a casa. Si no la había, aprendería a vivir aquí, lo que tampoco me importaría tanto.
El rey llamó a una sirvienta y le pidió que me mostrara el camino a mi habitación. Ella accedió con gusto, y yo la seguí. Tras un buen rato, llegamos a mi habitación, donde se despidió y se alejó. Entré y me acosté en la cama, pensando en cómo podría vivir una vida normal en este mundo lleno de magia, dragones y razas diversas.
- Iwatani: Mierda, si tan solo existieran otros héroes, yo no tendría que ser el héroe de este mundo. ¿Espera, otros héroes? Exacto, si existieran, podríamos invocar a más héroes, ¿no? Mañana le diré al rey que intentemos invocar a otros héroes.
El cansancio me venció y pronto me quedé dormido, mientras pensaba en cómo invocar a más héroes.
Ocho horas después, desperté renovado. Salí de mi habitación, me arreglé y me dirigí a la sala del trono, donde el rey me esperaba tranquilamente.
- Iwatani: Rey, ¿sabes si se pueden invocar más héroes?
- Rey: Lo siento, héroe, pero eso es imposible; solo se puede invocar a un héroe cada millones de años. Así lo permiten las gemas. Nadie sabe qué pasa cuando se invoca un héroe. Es una leyenda tan antigua que ni los dioses creen en ella.
- Iwatani: ¿Eso significa que tuvimos suerte conmigo?
- Rey: Sí, héroe, solo tuvimos suerte. Lo siento si no pude responder tu pregunta, y tampoco existe magia para volver a tu mundo, si es lo que piensas.
Frustración y rabia se apoderaron de mí al saber que no podría invocar a más héroes ni regresar a casa.
- Iwatani: Oye, rey, esas gemas son poderosas.
Pensé que si las gemas me habían invocado, tal vez podría usar su poder para crear humanos artificiales capaces de utilizar magia y proteger a la raza humana.
- Rey: Sí, las gemas son muy poderosas; cada una puede incluso matar a tres dioses. Las gemas vitae mantienen el equilibrio entre el bien y el mal; son una balanza de poder.
- Iwatani: Ya veo, rey. ¿Me das permiso para estudiar las gemas vitae? ¿Me las puedes dar?*
- Rey: Está bien, no veo problema, héroe; de todas formas, no me servirán de mucha ayuda aquí. Nosotros no podemos usar magia.
- Iwatani: Gracias, rey. Entonces me alistaré para mi viaje y para utilizar mi poder mágico.
- Rey: Te deseo un buen viaje, héroe. Ten cuidado en el camino; te regalaré comida de despedida. Cuídate.
- Iwatani: Muchas gracias, rey.
Me despedí del rey, retrocedí y salí de la sala del trono, comenzando así mi viaje por este nuevo mundo. Mi objetivo: encontrar una manera de crear héroes artificiales gracias a las gemas vitae y utilizar mi poder mágico. Así pasé un año entero hasta llegar al reino de los demonios.