Tras escuchar el recordatorio, Apolo y Hermes se pusieron nerviosos y abrazaron los libros que cargaban con fuerza, como si de peluches se tratasen. No obstante, pasaron dos pasillos y Adam no escuchó nada.
Sin embargo, la cantidad de huellas en el piso del siguiente pasillo era tal que el piso estaba teñido de verde, por lo cual el joven héroe prefirió esperar unos minutos más escuchando, antes de seguir avanzando.
Al ver que no se escuchaba nada raro, Adam dio la orden y el grupo caminó con cuidado por el pasillo. Pero cuando el grupo estaba por la mitad del mismo, unos burbujeos pudieron escucharse desde el próximo pasillo y estaban cada vez más cerca, sin embargo, se acercaban muy, muy lentamente.
Al escuchar el ruido de burbujas estallando, Adam detuvo la marcha y gritó con fuerza; así el viejo también podía escucharlo:
—Suelten los libros y agarren una estantería: ¡No la suelten por nada y esperen a que yo les diga para soltarla! Si ven al tintero solo tomen aún más fuerte la estantería.
Adam puso al viejo en el suelo, cerca de la misma estantería que él tomaba. Luego le indico a los dos chicos que tomaran la estantería y los cubrió con parte de su túnica, intentando que no vieran a la criatura y soltaran la estantería por el miedo.
Por más que Adam haya gritado, el viejo no pudo escucharlo, por lo que vio la extraña escena con aturdimiento; sin embargo, el viejo observó la mirada de susto de los niños y entendió que esta era la manera de sobrevivir, por lo que se aferró con fuerza a uno de los tablones de la estantería.
Pasó el tiempo y los burbujeos se hacían cada vez más fuertes: cuando los niños comenzaron a notar el ruido, la lenta criatura todavía no había cruzado. Pero Adam con cautela miraba a la esquina mientras los minutos pasaban.
Cuando el viejo asustado pudo escuchar los burbujeos, que para Adam eran fuegos artificiales en este momento, fue cuando una pierna se aproximó desde la esquina del pasillo.
La pierna del tintero era negra y chorreaba algo similar a la tinta, era muy larga: solo la mitad de la pierna era todo el cuerpo de Adam, no obstante la pierna era muy fina y en la punta de la pierna estaban las garras chiquitas que el pelirrojo pudo notar por todo el suelo.
El resto del tintero comenzó a mostrarse desde la esquina: La criatura no era muy alta para sorpresa de Adam y era ligeramente superior a él. Las 8 piernas largas del tintero se doblaban en numerosos ángulos para poder sostenerlo, lo cual lo hacía muy extraño a la vista.
El cuerpo de la criatura era una masa de carne que chorreaba tinta negra al suelo y su cabeza parecía ser varios rostros humanos sin piel pegados uno al lado del otro. A todos los rostros les faltaba la mandíbula y tenían lenguas negras muy largas, moviéndose por todos lados.
Adam se asustó bastante cuando la criatura lo notó; sin embargo, su lentitud la hacía menos terrorífica, pero aún recordaba que al viejo le faltaban las piernas y no hace mucho un grupo de bibliotecarios murieron por esta criatura.
La criatura miró al grupo pegado a las estanterías y continuó avanzando con lentitud, hacia ellos, cada paso que hacía el tintero le tomaba un buen tiempo, el cual estaba siendo una tortura para Adam.
Finalmente, el tintero llegó hasta donde ellos estaban agarrados y como si estuviera curioseando, varias lenguas de los rostros humanos sin piel se extendieron y chuparon a Adam manchando con tinta su cuerpo. El tintero chupó a los cuatro por un rato, hasta que perdió el interés y continuó su lenta marcha hacia adelante.
Para sorpresa de Adam, de la tinta en el suelo y en su ropa comenzaron a surgir burbujas negras que estallaban violentamente en el aire, a medida que la se evaporan y desaparecen los rastros de tinta. Lo cual terminó llenando al pasillo de burbujas negras que estallaban por todos lados, impidiendo la visión del joven con la criatura. Las explosiones eran bastante fuertes, por lo que eran muy molestas para Adam.
Sin molestarse en los cuatro bibliotecarios, el tintero caminó lentamente por el pasillo hasta doblar la esquina, no obstante el grupo no pudo ver la escena, ya que el pasillo estaba lleno de burbujas negras.
Cuando las burbujas dejaron de aparecer y Adam escucho que los burbujeos estaba lo suficientemente lejos, soltó su agarre de la madera y murmuró:
—Tomen los libros y continuamos.
Los niños tomaron los libros, mientras el viejo sin piernas miraba con una sonrisa amarga la esquina por donde se había ido el tintero, sin poder entender como una cosa tan estúpida como tomarse de un estante podía salvarle la vida ante semejante criatura. El viejo quería decir algo, pero ya estaba algo débil y prefería conservar las fuerzas, por lo que se limitaba a sonreír a la mala fortuna del resto de bibliotecarios con los que se había cruzado.
—¿Ya están?—preguntó Adam concentrado en escuchar a las burbujas alejarse.
—Si—Respondió Hermes con valentía y con sus manos llenas de libros.
Acto seguido, Adam se acercó al viejo y volvió a cargarlo en la espalda. El grupo continuó caminando por los pasillos, por suerte parecía que no había otro tintero por estos pasillos, por lo que lograron llegar hasta el espejo a salvo.
El espejo tenía un marco de oro y tenía el tamaño de una puerta doble. Todo el marco del espejo contaba con una hermosa decoración de angelitos soplando trompetas y una inscripción que decía en el idioma del piso medio: 'Feliz sea aquel que logre salvarse de su condena injusta'
Adam miró a los niños y dijo con una sonrisa:
—Los tres damos el mismo paso a la vez, al salir afuera es más seguro, esta era la parte complicada del viaje a la tienda de dulces.
Los dos niños con felicidad se prepararon para dar el paso y cuando Adam notó que estaba listo, gritó con una sonrisa infantil en su rostro:
—¡Fue un gran día de aventuras, pero el héroe tiene que regresar a casa!
Acto seguido los tres jóvenes dieron el primer paso para cruzar el espejo al mismo tiempo. Al tocar el espejo, Adam sintió como si algo lo chupara y su cuerpo desapareció en el aire junto al viejo en sus hombros.