—¿Realmente creíste que me desnudaría para ti? Ni en tus sueños.
—Fuiste tú quien se ofreció, además de que ya te he visto más o menos así.
—Es cierto, en tus redes subes muchas fotos semidesnudo, ¿Por qué te molestaría mostrar a tus fanáticas, lo que muestras en tus redes? — preguntó Lucia.
—Yo no soy su fanática, Lucia.
—¿Dices eso, cuando te babeaste tantas veces por sus abdominales? Estuviste a punto de un ataque, ¿y ahora me sales con eso?
—Y hablan de orgullo. Tras de pervertida, acosadora también. — comenté riendo.
—Ya está bien, lo admito, pero eso fue antes de conocer cómo eras. Ahora me produces asco. Eres odioso, presumido, grosero, acosador y patético.
—¿Patético?— otra vez dice esa palabra, y es irritante.
—De todas las palabras que dije, ¿esa es la más que te sorprende?
—Si me pongo a describirte a ti, creo que me quedaría todo el día hablando.
—Y luego pides disculpas, idiota.
—¿Qué sucede entre ustedes? Se hablan como si se conocieran de toda la vida. ¿Por qué pelean tanto?
Ambos nos quedamos callados, y desviamos la mirada.
—¿No dirán nada?
No me había fijado que Ruby tenía un bolígrafo en su pelo. Estaba distraída y quise hacerle la maldad de quitárselo. Lucia me miró y sonrió. Le hice seña para que se quedara callada. Ruby no se había dado cuenta de que se lo quité.
—Me tengo que ir— me levanté de la silla, y ellas hicieron lo mismo.
Salí de la casa y ellas me siguieron hasta el auto. Encendí el motor y bajé la ventana.
—Gracias por el jugo y el bolígrafo— se lo mostré y lo sacudí—. Buenas noches— puse el auto en marcha.
—Desgraciado ratero, ¿A dónde vas?
Miré por el retrovisor y la vi en medio de la carretera gritándome. ¿Tanto drama por un bolígrafo?
Ruby
—¡Maldito desgraciado!
—No es para tanto, Ruby. Como se nota que le gusta verte molesta. ¿Será que le gustas?
—Deja de decir estupideces. ¡Lo detesto!
—A mí me parece que se llevan muy bien.
—Pues que no te parezca. Jamás me llevaría bien con alguien como él, y tampoco me interesa hacerlo. ¿Cómo se atrevió a llevarse mi bolígrafo?
—¿Por qué haces tanto berrinche por un bolígrafo? Ve, y compra otro.
—Ese tiene un valor especial, y ese idiota se lo acaba de llevar.
—¿Valor especial?
—Olvídalo. Tengo que descansar, mañana tengo universidad.
—Descansa, y no pienses mucho en el odioso.
—Eres tan estúpida.
Entré a la casa y me tiré en la cama. Estaba ida en pensamientos de mi madre, cuando mi teléfono sonó y me di cuenta de que era mi papá. No sé ni para que me llama.
Llamada telefónica:
—¿Cómo estás, hija?
—Bien, ¿Y tú?— respondí indiferente.
—Bien, ¿Qué haces a estas horas? ¿No me digas que escribiendo?
—No.
—Hija, deberías dejar eso. No te va a traer nada bueno. A tu madre le gustaría verte progresar en la vida, y haciendo eso que haces, morirás de hambre. Sacrificas muchas veces tu sueño para escribirle a desconocidos, no tienes vida social, casi nunca sales de la casa. Chicas de tu edad es para al menos tener un novio, amistades, salir y esas cosas, no para estar encerrada en esas cuatro paredes. No pierdas tus mejores años en esto, por favor. Es una pérdida de tiempo, y cuando te des cuenta, será demasiado tarde.
—No sueles llamar a diario, y cuando lo haces, es para darme consejos que no te he pedido. Solo me llamas cuando te sientes solo o cuando te acuerdas de que tienes una hija. Luego de la muerte de mi mamá, me has abandonado por completo para irte con tu nueva esposa. No creo que tengas derecho ni de darme consejos, ni muchos de meterte en mi vida. Si no tienes nada más que decirme, tengo que colgar. Mañana tengo universidad y necesito descansar— colgué la llamada, y alcancé la almohada para ponerla en mi cara.
Te extraño tanto, mamá. Como quisiera que estés aquí. Tú si me apoyabas en esto. Eras mi único apoyo, motivación y compañía; y ahora que no estás, me siento tan sola.
Adrián
—Saca el pasaje para mañana, Vanessa.
—¿Estás seguro que deseas volver?
—¿Y para qué más voy a quedarme? Ya se resolvió el asunto, y no puedo seguir perdiendo tiempo.
—¿Qué pasó mientras estabas allá? No la cagaste con ella, ¿Verdad?
—Es difícil de tratar. Es odiosa y grosera.
—¿Y ese bolígrafo que tienes en la mano? No parece muy masculino que digamos.
—Lo encontré por ahí.
—¿Por ahí? No sabía que había una marca de bolígrafos llamada Ruby.
Miré el bolígrafo y tenía su nombre. No me había dado cuenta, y lo guardé rápidamente en mi bolsillo.
—¿Desdé cuando eres un ladrón de bolígrafos, Adrián?
—No es lo que crees, Vane—suspiré, y caminé al otro lado de la habitación—. Olvídalo.
Vanessa rio, y la miré.
—¿De qué te ríes?
—No viniste de mal humor, supongo que te sirvió de mucho ir a verla. ¿Te despediste apropiadamente?
—¿A ti qué te pasa? Estás teniendo ideas equivocadas.
—Esta bien, lo que digas. Viajar 45 minutos para ir a verla, teniendo su número de teléfono, es como exagerado, ¿No lo crees?
—Ella no me hubiera respondido la llamada. Me tiene bloqueado.
—¿Lograste convencerla?
—¡Maldición, lo olvidé!
—¿Lo olvidaste? ¿Y de qué era lo que estaban hablando hasta ahora?
—Nada importante. Compra los pasajes, y ve a descansar. Mañana tenemos mucho que hacer.
—Como ordenes, jefecito — Vanessa se fue de mi habitación, y me senté en el sofá.
El bolígrafo me molestaba en el bolsillo, así que lo saqué.
¿Esto utilizas para escribir esas cosas? Pervertida.