Tres días después:
—Acabo de recibir la carta de la demanda de Lily. Va muy en serio con esto, Adrián — me notificó Vanessa.
—Voy hablar con ella y trataré de arreglar nuestras diferencias. Terminaré la película, y luego seguiré haciendo lo que más me gusta.
—¿Y ese cambio tan repentino? ¿Vas a volver con ella?
—Solamente por la agencia. Buscaré que me dé algo de tiempo.
—¿Sucedió algo?
—No, es solo que ya tengo claro lo que quiero. Necesito hacer algunos cambios y eso haré.
—Hablando de cambios, había algo que quería decirte.
—¿Qué sucede?
—Hoy es el cumpleaños de Ruby.
—¿Su cumpleaños?
—Sí, asumí que querías saberlo.
—¡Claro que sí!— respondí automáticamente—. Quiero decir, claro que no. ¿Por qué querría saber sobre eso?
—Entiendo — sonrió—. Me tengo que ir. Dejé la citación del tribunal y la carta sobre la mesa.
—Gracias, Vane. Te veo luego.
—Adiós— se fue, y me quedé a solas
No puedo felicitarla directamente o ella creerá que estoy pendiente a ella. Si le escribo de otro número, sabrá rápidamente que soy yo. Si le regalo algo ella lo va a malinterpretar.
Maldición, ¿Qué se supone que haga?
Sin darme cuenta, había manejado hasta el centro comercial. ¿Y ahora qué hago aquí?
Me bajé y di algunas vueltas.
¿Qué podría comprarle? ¿Una lencería o una joya? No sé ni siquiera que le gusta. De hecho, no conozco nada de ella, solo ese poder del demonio que me tiene alucinando.
Pensar en esas cosas no me ayuda para nada. ¿Ahora qué se supone que haga en medio del centro comercial, frente a una tienda de Victoria Secret, y la pinga parada? Pensarán que soy un pervertido que se excita viendo maniquíes en ropa interior. ¿Qué demonios me pasa? Incluso sin estar aquí, su cuerpo me atormenta.
Me di una cachetada a ver si despertaba de ese trance en el que estaba y una madre con un niño pasó por el lado mío.
—¿Ese hombre está bien, mamá?
—No te detengas. Sigue caminando, hijo.
¿Ahora me tratan de loco? Será mejor que me vaya de aquí.
Caminé hasta la puerta de entrada y vi una joyería. Hubo un collar que me llamó la atención y entré a mirarlo.
—¿Le gusta, Señor? — preguntó la empleada.
—Sí, es muy bonito.
—¿Es para alguien especial?
—Claro que no.
—Cada diamante y letra tiene un significado. El diamante rojo significa pasión y deseo, el azul significa amor puro y eterno, el verde significa amistad, el violeta significa lealtad y el amarillo significa sabiduría. Es muy bonito el mensaje detrás de este collar, ¿No lo cree?
—¿Puede empacarlo?
—¿Lo quiere?
—No es para nadie especial, por si acaso. Es para mí— sonreí nervioso.
—Ya lo preparo, Señor.
¿No tuve otra idea mejor? Que mucha vergüenza he pasado hoy. Trágame tierra y escúpeme lejos.
Lo compré, pero ¿De qué vale? Lo más probable ella no lo acepte y me lo tiré en la cara. Tengo que ser más inteligente y adelantarme a ese hecho.
Llamada telefónica:
—¿Bueno? — respondió Ruby.
—Necesito asistencia. Te paso a recoger en una hora.
—¿No podías avisar con tiempo?
—Resulta que la calentura me dio ahora, y deseo bajarla ya, así que prepárate; te pasaré a buscar en una hora— colgué la llamada, y no la dejé responder.
Tiene prohibido negarse.
Me fui a la casa y me bañé. Eliminé la bolsa en la que guardaron el collar y lo dejé solo en la caja. Se vería muy comprometedor, y no quiero que se niegue sin verlo. Estaba muy nervioso, jamás le he regalado nada a una chica.
Hoy no nos vimos y tenía deseos de verla, no necesariamente para acostarme con ella, pero si ella quiere que solo la busque para eso, pues eso haré.
Dio la hora y fui a buscarla. Se veía muy linda, pero traté de contener esas ganas de brincarle encima.
—¿Estás bien? — me preguntó al verme.
—Sí, ¿Y tú?
—Sí.
—¿Puedes girarte?
Me miró confundida y lo hizo. Me fui a su espalda y saqué la pequeña caja de mi bolsillo. Mis manos estaban temblando como nunca antes. Estaba esperando que no lo rechazara. Sería otra vergüenza más pasar por eso.
Besé su hombro y alcé un poco su pelo para poner el collar en su cuello.
—Estamos en público, Adrián.
—¿Y eso qué?
—¿Qué estás haciendo? — miró el collar, y luego me miró—. ¿Esto qué significa?
No se veía molesta ni nada parecido.
—Nada interesante. Solo quédate con el.
—Adrián, ¿Por qué no comprendes las cosas?
—Ya cállate. Imagina que es un collar de perro. Sí, eso mismo o quizás un premio por coger bien— estaba tan nervioso, que no sabía qué decir.
Ruby rio.
—Me gusta cuando estás nervioso. Te hace ver tierno — apretó mi cachete, y sonrió.
Bajé la cabeza, y sonreí.
—Gracias, es muy hermoso; aunque no entiendo porqué me lo regalas.
Quise cambiar el tema por lo nervioso que estaba.
—Tengo mucha hambre. Vamos a un restaurante. No puedo tener sexo sin comer algo. Las bolas no se llenarán así de fácil.
—Yo las lleno— sonrió pícara —. ¿Y por qué no comiste antes de llamarme?
—Tenía ganas de cogerte en ese momento, y no sentía tanta hambre como ahora. ¿Cuál es el problema? ¿Te da miedo que me vean contigo?
—Al menos, saca una cita antes o avísame.
—¿Ahora tendré que sacar una cita contigo para salir a comer algo? ¿Qué te crees? ¿Madonna? ¿Britney Spears? ¿Jennifer López?
—Yo estoy mucho más buena.
—Sin duda— respondí automáticamente, y ella sonrió.
—No dudaste en decirlo, y saber que antes pensabas que era fea.
—Las cosas han cambiado.
—¿Lo crees?
—Sí, lo creo.
—¿Y por qué?
—No es importante. Evitemos entrar en ese tipo de tema, ¿De acuerdo?
—Será lo mejor— puso su mano en mi entrepierna, y sonrió—. ¿Puedo dejarla ahí?
—Claro, puedes hacer lo que quieras conmigo. ¿Es eso lo que querías escuchar?
—Sí, eso mismo.