Al salir de la ducha, Helena llegó a su habitación. Lo primero que vieron sus ojos fueron las cortinas sueltas cubriendo su cama, teñidas de un color azul tan oscuro que era imposible ver a la persona recostada detrás de ellas. Antes de abrir las extensas cortinas, la chica desenrolló la toalla de su esbelto cuerpo y la arrojó al suelo, quedando completamente desnuda. Con un movimiento sensual, abrió las cortinas, revelando a un hombre en el mismo estado que ella, sin nada cubriendo su cuerpo, pero él ya estaba más que preparado para disfrutar de un día de pasión.
La morena subió a la cama gateando mientras Stanly avanzaba hacia ella con pasos lentos y deliberados, sus ojos ardiendo con deseo, tocando la suave piel de Helena y el aroma de su cabello, una mezcla embriagadora de jazmín y vainilla, llenaba la habitación.
Se encontraron en un beso apasionado, sus cuerpos presionados uno contra el otro con una urgencia que solo podía provenir de la anticipación del placer. Helena gimió en voz baja y cuando estaban a punto de alcanzar el clímax, un teléfono sonó con un chirrido estridente, rompiendo el hechizo del momento.
—¡Carajo, es mi papá! Debo contestar—exclamó el rubio con urgencia, y con una agilidad inexplicable, se deslizó sobre las sábanas para tomar el celular de su mesa de noche. Después, se alejó con determinación.
Helena solo se quedó mirando, conteniendo sus risas. Se llevó las manos a la cara y, después de unos minutos, se las quitó al escuchar una pequeña discusión que venía desde su balcón. Decidida, se levantó de la cama en busca de un blusón y justo al salir de la habitación, Stanly ingresó con un celular destrozado en la mano.
—¿Estás bien? ¿Qué pasó? —preguntó, quitándole el celular y tratando de encenderlo.
—Mi padre me quiere urgentemente en casa—respondió él con voz desolada.
—Le dijiste que irías mañana —recordó ella.
—Sí, pero es mi padre. Él no acepta un no por respuesta. Pero... tienes razón, no iré.
—No, mi amor. Esto puede esperar, pero tu papá no. Y tranquilo, no pasa nada, estaremos bien—respondió ella, tratando de calmarlo y ofreciéndole su apoyo.
—¿Segura?—preguntó Stanly, arqueando la ceja.
—Sí, muy segura. Mira, tu teléfono aún funciona. Deberías comprar otro protector y no dejar que se te vuelva a caer, tontito—sugirió ella.
—Tú, mi escritora linda, no sabes cuánto te quiero —dijo él con gratitud y amor en sus palabras. Sujeto a Helena entre sus brazos y la llevó de nuevo a la cama.
Inició besando su cuello y se detuvo en sus senos, notando negación por parte de ella.
—Entonces, ¿ya alistamos las maletas o que pasa, que tienes?
—No es nada, pero, pensándolo bien, creo que no quiero volver a mi pueblo. Lo haría solo por mis padres, pero de ahí, como que... —Helena dejó su pensamiento en el aire, expresando su indecisión.
—¿Nunca te gustó, verdad?—intervino Stanly.
—¿Qué...?
—Tu rancho.
—No, de hecho, hubo un tiempo en que me encantaba ese lugar. El campo deportivo era todo mi mundo —dijo mientras recordaba con nostalgia los días de su infancia y a la vez acariciaba el cabello de su contraparte.
—Es cierto que te gustaba jugar con la pelota—comentó él.
—Sí, lo amaba...pero no solo eso, el vivir en un pueblo pequeño tiene sus ventajas .
—¿Cómo cuáles? Ilumíname con tus palabras, ya sabes a qué me refiero.
—Sentir la tranquilidad al asomarse con el viento fresco de los árboles, junto al sonido de los pájaros diciéndote que hay un nuevo día que disfrutar. El aroma de la tierra mojada resaltando la llegada del trabajo al campo y en las noches, las calles se irradian de una luna creciente que hace visible a una comunidad con mucha alma y anhelo. Eso, y entre otras cosas más, me hacían sentir bien. Creía ser la chica más afortunada del mundo por vivir en un lugar como ese —concluyó rememorando los aspectos especiales de su vida en el pueblo.
—Y entonces, ¿qué pasó?
—No lo sé, simplemente ya no sentía la misma paz y tranquilidad que me hacía querer ese lugar, todo eso desapareció en un instante —respondió con una nota de tristeza en su voz. Sus pensamientos se volvieron oscuros, recordando algo más que solo buenos tiempos.
—¿Por qué? ¿Hay otra cosa por la que no quieres ir a ese lugar? —Stanly percibió la incomodidad de Helena, notando sus piernas inquietas.
—No, porque sería sino.
—Bueno, digo, yo solo quiero saber todo sobre ti. Si hay algo que estás ocultando, lo entiendo, solo que...
—No, ya te lo conte todo, pero si quieres saber más detalles de mi vida, te haré un manuscrito ¿está bien?—ella habló enojada y rodó de la cama para darle la espalda.
—Espera,no seas así, es que nunca habíamos hablado sobre eso y sabes que me siento muy curioso con todo lo que tenga que ver contigo, por que me importas mucho, Helena.
—Lo siento, perdóname, no hay nada que esté ocultando, simplemente hay cosas que preferiría olvidar. Además estoy muy estresada con solo pensar que regresaré al pueblo y no lo sé, pero algo extraño está pasando en el mundo y la incógnita de no saber nada me abruma demasiado.
—Tranquila, ya no pienses más en eso, estoy aquí contigo, eso es lo que importa. Si te preocupas de que estaremos lejos el uno del otro, no lo veas así. Siempre hablaré contigo en cada momento, así que será como si nunca estuviéramos separados —Stanly, cerro su discurso besando la frente de Helena mientras la abrazaba con mucha fuerza.
—Vaya, ahora tú eres el optimista. —respondió ella, con una sonrisa leve en su rostro.—Yo...te extrañare un montón, no sabes cuánto—añadió acariciando su rostro una última vez antes de dirigirse al aeropuerto.
...
La multitud se extendía hasta donde alcanzaba la vista, un mar de rostros desconocidos y maletas que se movían sin cesar. El bullicio era ensordecedor, una mezcla de voces en diferentes idiomas, anuncios por megafonía y el rugido de los motores de los aviones. El aire estaba impregnado de un aroma a café, perfumes y comida rápida. Stanly avanzaba a codazos entre la multitud, con la frente fruncida por la frustración. Su objetivo: llegar a la taquilla lo antes posible y conseguir los últimos billetes para sus vuelos. Helena se arrastró con dificultad por la terminal, buscando un asiento libre donde descansar sus pies cansados. La espera se antojaba interminable y la ansiedad empezaba a apoderarse de ella.
Ya sentada en un asiento, comenzó a revisar por tercera vez su maleta. Para ella, la verificación oportuna solía ser un punto clave para un viaje de gran escala, especialmente sin saber cuánto tiempo estaría fuera de su zona de confort. Por lo tanto, aseguro primero sus libretos que pertenencias como ropa o enseres de lujo.
Después de esperar un tiempo, el rubio ya tenía los boletos en la mano. Llegó a ella y le plantó un gran beso, llamando la atención de todos los presentes.
—Oye, mira.
—¿Qué es?
—Tu nuevo celular.
—¿Qué?—Helena agarro su nuevo teléfono, se levantó del asiento y le dió un abrazo pero esta vez le susurro algo al oído, sacando una carcajada al chico.
Sujetaron sus manos y tomaron asiento esperando sus vuelos.
"Estimados pasajeros, les informamos que el vuelo Aero8len con destino a la ciudad de Mixeca está por partir. La salida está programada para las 14 horas 45 minutos y les solicitamos que se presenten en el andén 12, número 4213. Por favor, aborden el avión de manera ordenada. Agradecemos su atención y preferencia. La aerolínea Aero8len les desea un viaje feliz y confortable. ¡Buen vuelo!"
Cuando la pareja de enamorados escuchó el anuncio, se miraron detenidamente. Helena ahora tomó la iniciativa y besó los labios de su novio.
Jamás imaginaría...que ese sería el último de ellos.