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Capítulo 16

—Eres tan terca —se quejó Darío pasándose una mano por la cara sacando a relucir su desesperación—. Si te encuentran aquí, vas a estar en problemas de nuevo como ya es costumbre para ti.

Ni siquiera lo miré a la cara, solo traté de buscar algo con lo que pudiera desviar el tema, y lo encontré, un detector de metales estaba recargado contra la pared del establo, Darío pensaba igual que Marceline y yo, ahora sería mas fácil que encontráramos el teléfono de Kathe, estaba casi segura de que tenía que estar por algún lugar entre los árboles alrededor de la finca.

—Que bueno que trajiste un detector de metales, ahora nos será mas fácil encontrar el teléfono —dije caminando hasta donde se encontraba el artilugio.

Una mano me pescó justo cuando estaba a punto de tomar el detector de metales.

—No, me será mas fácil solo a mi, tu regresas a la escuela —estaba a punto de hacer un berrinche cuando escuché pasos viniendo hacia nosotros, era mas que obvio que alguien venía hacia acá.

Sin avisarle a Darío me zafé de su mano, corrí para darle la vuelta a las caballerizas y que no me vieran, en mi camino tomé el detector de metales.

Darío apenas se dio cuenta de todo lo que estaba ocurriendo, estaba sembrado en el mismo lugar en el que lo dejé cuando el policía y Fernando aparecieron, la adrenalina corría por mi cuerpo, pero la curiosidad se desbordaba de mi, así que mirar a escondidas fue lo que hice.

—¿Estabas hablando con alguien? —preguntó Fernando mirando a todas partes con los brazos cruzados, casi me descubre mirando a hurtadillas, pero mis habilidades ninjas me ayudaron a evitarlo.

—Estaba hablando por teléfono —se pronunció Darío sacando a la luz su lado mentiroso.

¿Quien diría que el señor justicia era un buen mentiroso? Darío era una caja de sorpresas muy linda.

Algo dentro de mi hizo clic y supe que era mi momento de triunfar, con el detector de metales en mano caminé hacia los árboles que rodeaban las caballerizas cuidando que no me vieran.

Cuando estaba lo suficientemente lejos encendí el detector de metales, caminé en dirección a la entrada de la hacienda, yendo por un costado de la gran finca que se alzaba en decoración colonial y ventanas gigantes, solo esperaba que esta vez nadie me viera como la ultima vez que estuve aquí con Marceline.

El detector de metales hacia sonidos muy raros, nunca había usado uno y solo podía basarme en conocimientos que había adquirido en múltiples películas de detectives y acción.

Mi mirada estaba pegada al suelo, cada que sonaba aquel aparato infernal mi corazón se desbocaba y me daban mini infartos, hasta el momento no había tenido éxito, solo encontré latas de cerveza, corcholatas y pedazos de metal oxidados que parecían tener mil años.

Cuando el detector de metales volvió a sonar no me emocioné demasiado, sabía que había una gran posibilidad de que solo fuese otra lata de cerveza, pero no, cuando quité la hojarasca que cubría al objeto pude ver una pantalla estrellada, opaca por la tierra pero aun reconocible entre las hojas secas que la rodeaban.

Me apresuré a quitar toda la suciedad, y pude verlo al fin, el teléfono de Kathe, era irreal verlo y no verla a ella. Una lágrima furtiva surcó mi mejilla y no pude reprimirme mas, lloré como un bebé sin miedo a que alguien me escuchara. Mis piernas de repente ya no estaban, ahora solo había tierra debajo de mis rodillas, y frente a mi un objeto que ya no pertenecía a nadie, el preciado artefacto de mi amiga ahora solo era una pila de basura sin lugar en el mundo.

Mi cabeza comenzó a doler después de un rato y cuando creí que me estaba calmando un sonido parecido al de las olas del mar golpeando tierra me hizo voltear al cielo, las puntas de los árboles se mecían por el aire. El sonido de las hojas estremeciéndose me ponía a pensar si esto fue lo que mi amiga escuchaba en la oscura noche de su muerte.

Mis teorías solo me hicieron estremecer y ahogarme en el llanto como ya lo había estado haciendo.

Unos brazos me rodearon sorprendiéndome por el inadvertido gesto, aun así supe quien era de inmediato. Darío estaba de rodillas junto a mi tratando de consolarme, con voz ronca susurraba palabras reconfortantes.

—Esta bien, llora todo lo que quieras, no te lo guardes —el nudo en mi garganta y el dolor de mi pecho comenzaron a desaparecer, y cuando pude dejar de llorar me di cuenta de la escena que había protagonizado frente a Darío.

El teléfono de Kathe estaba donde lo encontré, lleno de tierra y hojas secas, yo estaba de rodillas sobre una pila de tierra, mis manos estaban tan sucias como el teléfono y mis pantalones, y a un lado de mi, Darío, con los brazos aun alrededor de mi. Su mirada no dejó mi rostro, estaba examinándome, cada gesto en mi rostro estaba bajo el análisis del guapo hermano de mi amiga, mi rostro, un rostro hinchado por llorar y con un montón de mocos escurriendo.

Darío también se dio cuenta de la posición en la que estábamos y me soltó lentamente, aun de rodillas me dio una ultima mirada y suspirando dijo:

—¿Así que aquí estaba el teléfono? —si quería romper el hielo con sus palabras, no lo logró, solo me hizo sentir mas incomoda.

No dije ni una palabra solo me levanté y traté de sacudir la tierra de mis pantalones.

Ahora venía el lado problemático de encontrar el teléfono de Kathe, la policía se lo llevaría y no me daría tiempo de darle mas de una mirada, además de que era obvio que nadie me hablaría de lo que pudieran encontrar en el teléfono. Si no actuaba por mi cuenta, no me enteraría de nada.

—¿Qué harán con el teléfono? —pregunté luciendo de lo mas inocente, aun y cuando calculaba mis posibilidades de huir con una prueba crucial de un asesinato.

—Se lo llevará un forense para examinarlo y repararlo, intentaran ver todo lo que hay en el —respondió sin pensar mucho en que se lo estaba diciendo a una adolescente que intentaba encontrar al asesino por cuenta propia.

Mirando de un lado a otro comencé a calcular que tan rápida tendría que ser para que Darío no me alcanzara, después de todo no tenía tiempo para pensar en otras maneras de tomar el teléfono, solo se me ocurría una, y no era muy pacífica ni mucho menos inteligente.

—Oye Darío, ¿crees que de verdad encuentren algo en el teléfono para atrapar al asesino antes de que desaparezca o asesine a alguien mas? —no se si solo trataba de asegurarme de que lo que estaba a punto de hacer estaba justificado por mis buenas intenciones de atrapar a un asesino, o solo trataba de escuchar palabras que me dieran el valor para robar pruebas de un homicidio.

—No lo sé, estando en un pueblo tan pequeño no podrán hacer las pruebas necesarias aquí, probablemente las envíen a la capital y tarden semanas o meses dependiendo del trabajo que los forenses tengan.

Efectivamente el tener las pruebas sería mas rápido para mi, estaba segura de que Román tardaría menos de una semana, el único problema era el adonis parado frente a mi.

—Lo siento mucho, Darío —me disculpé buscando en mi mochila la bolsa de plástico que había puesto ahí esta mañana, cuando la tuve en mis manos y la mochila de regreso en su lugar, mi espalda, caminé hacia atrás un par de pasos.

—¿Por qué te disculpas? —preguntó desconcertado Darío en su ignorancia a mis próximos actos vandálicos.

Tomé vuelo con dirección hacia Darío, y terminé por centrar toda mi fuerza en mi puño que dio justo en su pómulo. El pobre hombre se tambaleo hacia atrás y cayó con la ayuda de algunas raíces que sobresalían del suelo.

La adrenalina fluyó por todo mi cuerpo, y en cuestión de segundos ya había tomado el teléfono de Kathe del piso con la bolsa de plástico, estaba evitando contaminar posibles rastros o pruebas.

Corrí directo a la puerta principal de la hacienda, esperando que no hubiese policías. Me repetía mentalmente como un mantra: "corre estúpida, corre".

Cuando llegué a la verja estaba abierta, no vi a nadie, así que seguí corriendo como alma que lleva el diablo, y no paré hasta que había dejado a varios metros atrás la endemoniada hacienda de la familia Mausan.

Terminé por cansarme, decidí seguir caminando rápidamente y con la capucha de la sudadera en mi cabeza para que nadie me viera, en mi mano estaba el teléfono de Kathe envuelto en la bolsa, juraba que Román podía sacar información del pedazo de desecho tecnológico por el que había golpeado al hermano de mi amiga, que era policía y además podía contarle todo a mis padres, por no mencionar que también podía arrestarme por tres crímenes diferentes, todos cometidos en menos de una hora.

Seguí andando hasta que vi la gasolinera en la que me había detenido a comprar agua cuando aun no cometía mis fechorías, lucia como el cielo, no por su apariencia, sino por lo que representaba, podría descansar un minuto en los baños de mujeres rezando porque Darío comenzara a buscarme en algún lugar lejano a este. Metí el teléfono en la mochila sin descolgarla totalmente de mi espalda y seguí caminando hasta llegar a donde me proponía.

Pasé enfrente de los encargados de la gasolinera aun con la capucha de la sudadera cubriendo mi rostro tratando de lucir de lo mas normal, lo que probablemente no funcionó, ya que sus miradas curiosas me seguían sin reprimirse ni un poco. La situación no mejoró cuando entré al baño, el lugar era hediondo como solo un baño de gasolinera podía ser, claro que sabía que iba a ser así, pero nunca dejabas de sorprenderte. No había nadie, solo yo y mi criminal alma, ¿que había estado pensando al golpearlo?, era evidente que no lo había pensado, mi voluble personalidad había hecho acto de presencia en el momento menos oportuno y ahora estaba en problemas otra vez.

Ya había dado varias vueltas en el baño pensando en como dar mi siguiente paso, y por mas que pensara en llegar a la casa de Román, seguía teniendo miedo, ¿que pasa si Darío le dice a mis padres lo que he estado haciendo?, me asesinarán si se dan cuenta de mi pasado detectivesco y mi presente vida criminal.

—Mejor entrega te, te tenemos rodeada —mi alma salió de mi cuerpo y mis pies dejaron de tocar el suelo por un segundo.

—¡Maldita sea! —grité poniéndome una mano en el pecho, mientras la otra la apoyaba en la sucia pared a mi lado.

Por un segundo no entendí lo que sucedía, hasta que vi a Darío apoyado en la puerta del baño con los brazos cruzados y su pómulo derecho enrojecido, en ese momento supe que estaba perdida.

—Oye Darío, de verdad siento mucho haberte golpeado de manera tan cobarde, pero necesito que alguien vea este teléfono antes de que lo haga la policía, se que ellos son los indicados para ocuparse y toda esa sarta de charlatanería que estoy segura estas a punto de soltar, pero tengo un amigo que puede sacar toda la información del teléfono y dejarlo como si nunca lo hubiéramos tocado, solo tienes que darme una oportunidad —me detuve un momento para tomar aire.

—Se que tus amigos policías archivarán todo lo que encuentren y tardarán décadas en encontrar al asesino, y mientras yo este viva no dejaré que ese maldito o maldita psicópata acabe con otra persona como lo hizo con mi amiga —Darío me miraba sin parpadear ni perder su postura, era una estatua de mármol, una estatua hecha por ángeles si la veías desde donde yo estaba, la luz de verdad le favorecía desde este ángulo, o mejor dicho, desde cualquiera.

Darío dio un par de pasos hacia mi, ahora podía ver mejor donde lo había golpeado, y vaya que le había hecho daño, para ser un hombre que parecía duro por fuera, si que le había causado una lesión a su hermoso rostro.

Me tomó por sorpresa cuando su mano fue hasta la mía, la sostuvo con mucha delicadeza para ser el tipo de hombre que aparentaba, hombre del que ahora dudaba que su fachada fuese verdadera por el gesto que acababa de tener conmigo a pesar de la situación.

—¿Te duele? —ladró poniendo toda su atención en mi mano. Al no haber respuesta de mi parte despegó sus ojos de mi mano entre las suyas.

—Tengo cara dura, podrías estar lastimada— claro que no, tiene cara hermosa. Pero no dije eso, solo balbuceé un "no" como bebé empezando a hablar y traté de liberarme de su agarre, cosa que no logré ya que si que me dolía un poco la mano.

—Claro que estas lastimada, tus nudillos se han empezando a hinchar.

Parecía que de verdad estaba preocupado por mi mano, no había mencionado el teléfono, eso solo significaba algo: esto era una trampa, él estaba a punto de arrestarme y podía estar segura de que afuera había policías esperándome, tenía que salir de aquí ya.

—¿Me vas a arrestar? —tenía que saberlo, estaba segura de que lo haría, pero aun así tenía que escucharlo de su boca.

—Debería hacerlo, pero no lo haré —dijo despegando su mirada de mi mano otra vez. Ahora me daba cuenta de como su mirada me afectaba seriamente, con un solo movimiento de los músculos de su cara yo me estaría derritiendo en el suelo de este baño de carretera.

—¿Por qué?, te golpee y luego huí con evidencias de un homicidio, claro, eso sin contar que entré de nuevo en propiedad privada sin permiso —este no era el momento para enumerarle mis crímenes, pero como mi única neurona se había suicidado al ver su deslumbrante belleza, ahora solo me quedaba improvisar y esperar lo mejor.

—Porque sé que no te detendrás, seguirás inmiscuyéndote en la investigación incluso si estas en la cárcel, y no importa cuantas veces intente detenerte, seguirás haciéndolo, así que será mejor que te deje intervenir conmigo observándote —contestó Darío.

—¿Entonces significa que puedo seguir investigando? —le pregunté con alegría en la voz.

—No, significa que me dirás todo lo que planeas hacer, yo te acompañaré a cualquier lugar a donde quieras ir a investigar, tu no te expondrás a situaciones peligrosas, y yo te iré informando los avances en la investigación —habló pareciendo complacido con lo que acababa de proponer.

—Eso quiere decir que no me dejarás hacer nada, solo te daré información de todo lo que se me ocurra, y tu a mi solo me dirás en que terminó.

—Podrás acompañarme a investigar cuando no sea peligroso.

—Estoy segura de que eres el típico macho alfa que cree que todo es peligroso para una mujer, así que estoy segura de que no me dejarás hacer nada al final.

—Investigar un asesinato es peligroso, y más cuando ya te han amenazado para que dejes de hacerlo, así que deja de quejarte antes de que me retracte y no te deje acompañarme ni una sola vez.

No sabia como responder a lo que acababa de decir, me estaba dejando seguir "investigando" junto a él, era lo mejor que podía obtener para descubrir al asesino, un policía que pudiera acceder a los expedientes de la investigación en el caso de Kathe, claro que también me estaba diciendo que solo iría en situaciones que no fuesen peligrosas, por lo que si, seguía estando en el punto en el que no me dejaría ayudarlo a investigar, tal vez tendría que moverme con cuidado por las sombras para conseguir mas información por mis propios medios.

—¿Que pasará con el teléfono de Kathe? —le cuestioné sintiendo la mochila pesada justo donde estaba el teléfono.

—Siento curiosidad por el chico que dices que puede recuperar todo lo que había en ese teléfono, podría dejar que recupere todo lo que pueda y después decir que encontré el teléfono en la hacienda —algo me decía que no solo estaba haciendo esto por evitar que interviniera en esta investigación a lo idiota como ya lo estaba haciendo, estoy segura de que él también sabía que la policía tardaría un montón en examinar el teléfono de Kathe.

Darío condujo hasta la casa de Román, clara y obviamente yo hice de GPS guiándolo, en menos de 20 minutos ya estábamos fuera de la tienda de reparación de celulares que estaba al lado de su casa.

—¿El negocio es suyo? —me preguntó Darío apuntando a la cortina de la cochera que estaba mas decolorada que pelo de idol coreano.

—Creo que no, Marceline no mencionó que trabajara arreglando teléfonos.

—¿Marcela conoce a este chico? —siguió cuestionandome con cara de pocos amigos.

—Si, ella me lo presentó —no esperé a que me hiciera mas preguntas, me bajé del auto y caminé hasta la puerta de la casa de Román.

Toqué la puerta y esperé a que abriera.

Darío estuvo a mi lado justo antes de que alguien apareciera en la puerta. Una señora de pelo gris nos abrió con una gran sonrisa.

—Hola, buenos días, —dije devolviéndole la sonrisa— estoy buscando a Román.

La señora que parecía tener una edad avanzada me miró de arriba a abajo, mi pantalón estaba lleno de tierra, lo mas probable era que pensara que soy una vagabunda, y luego miró a Darío, el dios del olimpo a lado de mi tenía una mejilla con un pequeño moretón floreciendo, definitivamente la señora estaba juzgando si eramos amigos de Román.

—Hola, claro que si, lo llamaré —la señora entró en la casa de nuevo.

Minutos después un muy ojeroso y desalineado Román salió a la puerta para encontrarse con nosotros.

—Alexis, ¿que haces aquí? —verbalizó tallandose los ojos.

—Encontré algo esta mañana —saqué la bolsa de plástico con el teléfono de Kathe de mi mochila.

Román abrió los ojos de golpe como si alguien hubiese vaciado un cubo de agua fría sobre él.

—¿Ese es el teléfono de...? —ni siquiera dijo el nombre de Kathe cuando ya estaba extendiendo la mano para tomarlo.

—¿Puedes sacarle toda la información aunque estuvo mucho tiempo a la intemperie? —Román no contesto a mi pregunta con palabras, solo asintió y lo tomó para volver a entrar en su casa sin despegar la mirada de la bolsa de plástico.

—¿Podemos pasar? —le grité la pregunta para que recordara que seguíamos aquí.

—Oh claro, siganme —Román caminó hasta su guarida bajando las escaleras, me sorprendió que no preguntara quien era Darío, probablemente lo había emocionado demasiado saber que habíamos encontrado el teléfono que ni siquiera le importaba el papel que Darío tenía en todo este embrollo.

Estando en la guarida de Román tuve que sentarme de nuevo en los sillones que no eran sillones, perfecto, así me puedo caer frente a Darío y verme como una idiota.

Tratando de no moverme mucho me enfoque en el teléfono de Kathe.

—Román, este es Darío, el hermano de Marceline —le presenté a Darío mientras el chico seguía enfocado en los vestigios del teléfono de mi difunta amiga.

—Mucho gusto, soy Román, amigo de Marcela y Alexis —dijo Román dirigiendo la mirada a Darío quien estaba ahora de pie, al parecer a él tampoco le encantaron los sillones/bolsas de basura de Román.

Los dos se dieron un apretón de manos, y después el ambiente se puso pesado ya que nadie decía nada. Así que me di a la tarea de intervenir en el incomodo ambiente que se había formado.

—¿Cuanto crees que tardarás en sacarle la información?

—Tal vez dos o tres días, seré lo mas rápido que pueda —Román ya había puesto el teléfono con todo el cuidado del mundo sobre su escritorio, y ahora estaba concentrado en mirarlo.

—Tienes que tener en cuenta que no puedes dejar tus huellas digitales en él, lo entregaremos al laboratorio forense de la capital, te podrían inculpar por homicidio si no tienes cuidado —le dejó claro Darío mirándolo de arriba a abajo.

—Claro, usaré guantes y pinzas si es necesario.

—Román, no puedes decirle a nadie de esto, Darío es policía y no deberíamos haberte traído el teléfono —hablé mirándolo con determinación, esto no podía afectar a terceros por culpa mía.

—Lo sé, Marcela me llamó hace un rato, me contó que probablemente estabas planeando algo, ahora veo que estabas haciendo.

Marceline podía parecer incrédula como yo, pero era perspicaz, y solo las personas que la conocían lo suficiente lo notaban, no era de extrañar que supiera que planeaba algo desde que salí de la escuela a la hora del almuerzo.

—Al parecer tu y Marcela son muy cercanos —señaló Darío de la nada.

Diablos, por un momento había olvidado que Marceline era la hermana pequeña de Darío, y ahora yo lo había traído a conocer a su posible cuñado.

Solo yo podía meterme en este tipo de situaciones, ¿qué faltaba?, ¿qué el mismísimo asesino tocara la puerta para traernos café y galletas para hacer esto mas ameno?

Alguien llamó a la puerta en ese momento y la voz de la señora que nos abrió la puerta a Darío y a mi se escuchó desde el otro lado:

—Román, ofréceles algo de tomar a tus amigos.