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Capítulo 13

Luces rojas y azules iluminaron el Bar y no hubo escapatoria para nadie en aquel lugar, el cantinero había llamado a la policía después de que Marceline volara por los aires gracias a Fernando.

—Van a tener que acompañarnos, señoritas —alegó uno de los policías mientras sus colegas hablaban con el cantinero chismoso.

—Nosotras solo nos defendimos, él fue el imbécil que nos atacó —nos justificó Marceline mientras apuntaba a Fernando al otro lado del lugar, el baboso no se había salvado de los golpes y ahora también tenía un moretón en el ojo.

—Eso lo pueden explicar en la comisaría, nosotros solo acudimos porque el cantinero reportó una pelea —Marceline y yo no dijimos nada mas y nos subimos a la patrulla, nunca había estado en la parte trasera de una, y estarlo no me preocupaba, pero a la que si le afectaba de sobre manera era a Marceline.

Mi amiga tenía una cara de espanto colosal, se notaba que estaba asustada por toda la situación en la que nos habíamos metido, y no la culpaba por eso, si a Fernando se le ocurría decir que Marceline y yo habíamos entrado a su casa sin permiso hace una semana, y que después lo habíamos estado siguiendo estábamos perdidas, si nos escapábamos de una correccional de menores o una multa, no lo hacíamos de nuestros padres y el asesino por estar investigando el asesinato de Kathe.

Al llegar le contamos lo sucedido en el bar a un policía, quien nos pidió entregar nuestras pertenencias para después llevarnos a una celda vacía.

—Estamos jodidas, ahora llamarán a nuestros padres y de esta no saldremos vivas —vociferé dando vueltas de un lado a otro en la pequeña celda gris en donde nos habían dejado, después de un rato de meditar sobre toda la situación había comenzado a entrar en pánico. Por suerte no había mas personas detenidas, todos los que habían llegado con nosotros se habían ido tan rápido como pudieron pagar la fianza, apenas si habían tocado el suelo de la celda. Ahora teníamos de vecino a un señor dormido que despedía un olor a borracho que se podía detectar a kilómetros.

—En realidad solo llamarán a mi hermano, estoy segura de que puedo convencerlo de que no le diga nada a nadie sobre este asunto —cuando nos estaban pidiendo información de lo ocurrido también nos pidieron un número para llamar a nuestros padres o tutores, la única que pudo dar esa información fue Marceline ya que yo no tenía teléfono y no me sabía ningún número de memoria, la tecnología solo nos estaba haciendo inútiles a situaciones de vida o muerte como esta.

—Esperemos que sea así, sino estamos acabadas —murmuré mirando a Marceline quien se encontraba en un rincón abrazándose a si misma mientras trataba de no tocar ni un poco la celda que nos encerraba.

—Oye Marceline, ¿como hiciste para poner los ojos así de llorosos mientras fingías ser la novia engañada de Fernando? —le pregunté después de cinco minutos de silencio donde mi cerebro divagaba esperando a que apareciera el hermano de Marceline.

Mi amiga sonrió por primera veces en todo lo que llevábamos de la tarde y dijo:

—El olor a cigarro me irrita la nariz muy fácilmente, en realidad estaba tratando de no estornudar en todo momento mientras fingía frente al cantinero —una carcajada que resonó en las celdas mayormente vacías se me escapó sin querer.

Quien hubiera dicho que confundí una de las alergias de Marceline con talento de actuación.

Nos reímos un rato y cuando el borracho de la celda de al lado se despertó descubrimos que no era una mala persona, solo había decidido dormir en un espació publico después de emborracharse casi hasta el coma etílico, el nos dijo su nombre y nos aconsejo no beber mientras intentaba parar el hipo que lo atacaba, de lo mas normal cuando estas en la cárcel un martes por la tarde.

Justo cuando creí que el hermano de mi amiga no aparecería, lo hizo, y de que manera apareció.

—Ya vinieron por ustedes niñas, denle las gracias a Darío por hablar con Fernando, lo convenció de no presentar cargos por invadir propiedad privada y acoso —nos informó uno de los policías que nos había traído hasta aquí mientras le abría la puerta a alguien detrás de él.

Darío Caruso, el hermano de mi amiga era mucho mas alto que el policía y condenadamente guapo, vestía una chamarra de cuero, camiseta gris, pantalones de mezclilla y vans negras, la poca luz de las celdas no me dejaba ver bien sus facciones, pero era evidente lo guapo que era, su cabello era de un rubio oscuro casi castaño atado en un moño en la parte de atrás de su cabeza y algunos mechones de cabello mas cortos caían en su cara, tenía una mandíbula cuadrada y fuerte que estaba enmarcada por una barba de un par de días, lucía como una persona a la que tenerle miedo si estabas en la situación en la que Marceline y yo estábamos.

La mirada que nos daba era de absoluto enfado, incluso sin estar enojado podía intuir que su mirada siempre resultaba intimidante, las facciones fuertes de su rostro anguloso lo hacían lucir de esa manera.

El policía estaba a punto de abrir la reja que nos separaba a Marceline y a mi de la libertad cuando Darío habló:

—No la abras, todavía no, tengo que hablar con ellas estando de ese lado —el policía miró a Darío con cara de no entender su petición y después se fue susurrando un "Ok".

La voz de Darío era gruesa y con tono dominante, no me atrevía a decir sexy por respeto a su hermana que estaba justo a mi lado comiéndose las uñas.

—¡¿Me puedes decir que demonios hicieron, Marcela?! —de verdad estaba irritado, y eso lo hacia mas sexy. Perdona me Marceline por pensar que tu hermano es sexy estando en la situación en la que estábamos.

Mi amiga solo me miró y después dijo en un tono débil y bajo:

—¿No te lo dijeron allá afuera? —la respuesta/pregunta de mi amiga solo hizo que el bombón enojado se enojara mas.

—Si me lo dijeron, pero ahora quiero escuchar tu versión —Darío se cruzó de brazos y esperó a que mi amiga hablara, mi amiga no habló, no lo hizo por unos segundos, tal vez estaba tratando de pensar en que mentira contarle a su hermano.

—No hicimos nada grave, solo golpeamos a un imbécil en un Bar —dije tratando de salvar a mi amiga de todo aquel desastre que habíamos creado juntas y que yo había comenzado.

La mirada de Darío cayó en mi, el corazón me comenzó a latir a mil por hora y todo el calor en mi cuerpo subió hasta mis mejillas, el estomago me dio vueltas, una sola mirada y ya estaba hecha un desastre gracias a él.

—No solo lo golpearon, entraron a su casa sin permiso y después lo estuvieron siguiendo por una semana —me corrigió mientras yo buscaba una buena excusa para todo eso.

—No tiene pruebas, esta mintiendo.

—Nos mostró fotos de ustedes dos detrás de una arbusto espiándolo, además de que un trabajador de la hacienda dijo haberlas visto saltando un muro para entrar —nos reprochó Darío aun con su mirada fija en mi, si no me dejaba de mirar así me derretiría de este lado de los barrotes de la celda.

—¡Me lleva el diablo!, ¿como es que tiene pruebas y yo no me di cuenta? —gruñí frunciendo el ceño ante mi incompetencia.

Un pequeño golpe en las costillas de parte de Marceline me hizo darme cuenta de la estupidez que acababa de decir, prácticamente lo había confesado todo.

Darío nos saco de ahí, no sin antes gritar nos y darnos un sermón sobre las leyes que habíamos roto y como pudimos haber terminar en un reformatorio si Fernando no hubiera quitado los cargos, me enojaba pero me gustaba, este hombre había aparecido hace menos de una hora y ya estaba haciéndome cuestionar seriamente sobre si tenía bipolaridad por lo que me hacía pensar y sentir.

—¿No me dirán por qué estaban invadiendo la privacidad de Fernando de esa manera? —preguntó Darío cuando entramos en su auto.

Marceline y yo hicimos como si no hubiéramos escuchado lo que dijo, y seguimos poniéndole las agujetas a nuestros tenis ya que los policías nos habían hecho quitárselas, lo normal cuando eres un adolescente rebelde que evade la justicia.

—Esta bien, si yo no les saco esa información sus padres lo harán —un nudo se formo en mi garganta, si mis padres se enteran de esto me van a matar y después enterrarme en un convento.

—No lo hagas, por favor confía en mi, te juro que lo que hacíamos con ese imbécil era por una buena causa, además, ¿no me digas que no crees que Fernando se mereciera el gas pimienta y el puñetazo que mi amiga le propino? —dijo Marceline dándole la espalda a la puerta del copiloto para mirar a su hermano de frente.

—Tal vez se lo merecía, pero dos niñas de 17 años no tenían por que golpearlo y acosarlo.

La única menor de edad era Marceline, yo si que podía ir a la cárcel, cosa que no se notaba, y que me dio mucho en que pensar mientras estábamos tras las rejas, pero sabía que Marceline no me dejaría ser una reclusa.

Después de un rato de suplicas de parte mía y de Marceline para que no le contara nada a nuestros padres y un montón de negativas de su parte, Darío por fin puso el auto en marcha con el horizonte pintándose en naranja y purpura, nos dirigíamos a la casa de Marceline para dejarla, después Darío me llevaría a mi casa y hablaría con mis padres, no estaba ni por asomo ansiosa de llegar a casa.

Justo cuando estábamos a unas cuantas cuadras de la casa de Marceline y Darío algo extraño comenzó a pasar, un montón de carros de policía aparecieron por todos lados, unos nos adelantaban, otros venían detrás de nosotros y otros simplemente se veían por el retrovisor a lo lejos, ¿que estaba ocurriendo? ¿por que tanto alboroto?

El celular de Darío comenzó a sonar, lo sacó de la bolsa de su chaqueta y contestó, sus ojos se hicieron grandes, algo estaba ocurriendo de verdad.

—¿Ya confirmaron si no hay nadie adentro? —preguntó Darío, y luego de que no dijera nada que me diera contexto de la situación, por fin colgó.

—¿Que pasa? ¿por que tienes esa cara? —Marceline comenzó a interrogar a su hermano, a lo que él le contestó rápidamente mientras nos acercábamos mas a su casa.

—Me llamaron para decirme que alguien había reportado un incendio en nuestra casa, al parecer el fuego inició en tu cuarto, ya lo están apagando —Marceline volteó a verme en cuanto su hermano dijo que el fuego inició en su habitación.

El miedo corrió por mi espalda, ¿y si alguien descubre las fotos de Kathe y las grabaciones de audio de Salvador que había en el ático de Marceline?, el miedo a Darío contándole sobre estar en la cárcel a mis padres había desaparecido, y ahora solo tenía en la cabeza que la policía podía enterarse de lo que yo y Marceline estábamos tratando de hacer, incluso podía ser peor, ¿que pasa si se corre la voz de que estamos investigando el asesinato y el asesino se da cuenta?, definitivamente no solo nos meteríamos en problemas, probablemente incluso habría alguien queriendo matarnos por investigar a fondo el asesinato, por que si somos honestos, la policía no estaba haciendo un gran trabajo con este caso como para dejarlo en sus manos.

—¿Ya entraron a la habitación de Marceline? —pregunté alarmada viendo a Darío sortear coches para llegar mas rápido a su casa.

—¿Por que te preocupa que hayan entrado o no? ¿y por que la llamas Marceline? —me cuestionó Darío frunciendo el ceño por mi pregunta fuera de lugar.

—Curiosidad, y así le digo de cariño —proclamé tratando de parecer lo mas inocente posible.

Llegamos a la casa de Marceline en menos de 5 minutos y desde una calle atrás podíamos ver una columna de humo alzándose, era evidente que el incendio había iniciado en su habitación, el resto de la casa parecía estar intacta, o al menos así lucia desde afuera.

—Quédense aquí dentro, voy a hablar con la policía —Darío bajó del auto y se dirigió a un policía que hablaba con una persona que era parte de un cuerpo de bomberos perteneciente a un pueblo cercano, ¿como habían llegado tan rápido hasta aquí?

—Tenemos que saber que están diciendo, tenemos que saber si ya encontraron las fotos y las grabaciones de lo que nos dijo Salvador en el ático, si no lo han hecho ya, lo harán en cuanto las llamas cesen —habló Marceline mirando a su hermano quien apuntaba al auto y después a la casa.

—¿Y como hacemos para entrar a tu habitación antes que nadie y sin que nos vean? —era imposible hacerlo, no con Darío siendo super protector e intenso con Marceline.

—Creo que tengo una idea, pero crearemos un escandalo, será necesario correr como locas esquivando policías y bomberos, y que una de las dos entretenga a mi hermano, Darío corre como ladrón aun siendo policía —soltó Marceline viendo su teléfono.

—¡¿Darío es policía?! —grité sorprendida saliéndome del tema. Nunca me imaginé que Darío pudiera ser policía, por las pintas que llevaba parecía más un motero de afición, como esos oficinistas que los fines de semana se desprenden de sus trajes para montarse en motos y enfundarse en cuero, Darío hasta tenía la cara que supongo les piden en todo club de motociclistas, esa cara de tener poca paciencia y querer pegarle a cualquier cosa cuando se enojan.

Mi amiga se dio la vuelta en su asiento para mirarme con desesperación.

—¿En serio?, ¿te hablo de un plan para entrar ahí y tus únicas dudas son sobre mi hermano? —había sido demasiado obvia con mi interés en su hermano. Que vergüenza, no tanta como la que estaba a punto de sufrir con mi interpretación de primera actriz para mantener a Darío distraído, pero aun así vergüenza.

Hablamos no mas de 5 minutos para ponernos de acuerdo en quien iba a correr hacia la casa y quien iba a distraer a Darío, incluso inventamos una historia de porque una de nosotras dos corrió como loca dentro de la casa, el plan estaba mas que armado.

Marceline y yo salimos del auto para poner en marcha nuestro plan maestro, caminamos hasta Darío y el policía, y ahí fue cuando comenzó mi actuación.