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Cap. XXI

ʚ El amor y sus estilos ɞ

 

17 de febrero

 

James estaba sentado bajo la sombra de un árbol en la universidad. Le gustaba recordar la declaración correspondida a Nicolás. Fue interrumpido cuando Tom llegó con comida y una guitarra a sus espaldas. Eran los fingers que más le gustaban a James, aunque el pelirrojo no le agradaban las grasas iba a hacer una excepción ese día.

—Sé que te sientes muy mal por todo lo que ha pasado, pero encontrarás la forma de levantarte. Yo lo sé. Nico te quitó la venda que te forzaron a usar desde que naciste y nunca volverás a usarla. —Tomó una papa sumergiéndola en salsa.— Hoy vamos a celebrar, porque fui aceptado en la Academia. Un mes entero arreglando papeleo y ahora formo parte de la tradición familiar por parte paterna. —James aplaudió. Tom se inclinó haciendo reverencias.— Gracias, gracias. Aquí viene el mejor policía que verás en tu vida. Meteré a tu padre en prisión y nada volverá a pasarle a los dos.

James se apoyó contra el tronco. Tom intentaba animarlo todos los días haciendo diferentes actividades, quedándose a su lado para no estar con su padre y dándole noticias de Nicolás. Sin embargo, se sentía cada vez más enjaulado. Deseaba poder hacer algo más, crecer y enriquecerse de cultura. Nuevamente pensaba en las maravillas de la vida sin la riqueza del dinero, solo viviendo tocando un instrumento con algún grupo folklórico o estudiando una carrera diferente, que lo envolviese con la gente. Extrañaba hablar con Nicolás acerca de las ocurrencias que se le venía a la mente. En realidad, James extrañaba expresarse así como a su fiel oyente.

—Vamos a tocar un poco —exclamó entregándole la guitarra—. Yo canto y tú tocas, ¿sí? —James arqueó la ceja observándolo con malicia.— No, no, no. Nada de cosas en ingles, no seas naco. Algo en español, sácate una ranchera allí. Jimmy, deja de verme así. Mi pronunciación es terrible y solo te vas a burlar de eso. En español, punto.

Imitó el gesto de risa abriendo un poco la boca, pero no se emitía ni un sonido. Tom sintió pesar de ya no tener la oportunidad de escucharlo reírse, esa hubiera sido la primera vez si pudiese hablar. James se acomodó la guitarra sonando los primeros acordes de la canción que quería.

—¡No! —Se avergonzó.— Esa no. No. ¡Jimmy, deja de tocar a Moderatto! —El contrario negó.— Sí serás bien maldito. Jimmy... —Se encogió haciendo un puchero, pero el contrario continuaba con la misma canción.— Te aprovechas de mi nobleza. —Lo señaló.— Bueno. Desde el principio, la cantaré —refunfuñó—. Solo porque estás malito.

Nicolás se encontraba recibiendo sus tutorías. Había logrado avanzar mucho en sus clases que no encontraba momento para hablar con Luis, este seguía apegado a él tratándolo de una manera muy linda que se le hacía imposible creer, que fuese un manipulador. Ciertamente estaba siendo bastante querido por Luis. Se había disculpado con Dylan y Helena por su actitud. Ahora volvían a estar juntos como amigos, había abandonado ese comportamiento tan posesivo de antes. Nicolás quería creer que él cambió y que se dio cuenta de sus errores.

Tomaron un descanso para continuar con otro tema después. Nicolás salió del aula observando el maravilloso paisaje que ofrecía la universidad. El primer sábado al que asistió reconoció una familiaridad en el lugar. Cada fin de semana al llegar, exploraba un poco reconociendo más edificios y aumentando la sensación de haber estado allí antes.

Escuchó a lo lejos varios gritos sollozando y enfurecidos a la vez. Caminó por los pasillos escuchando mejor la voz del pelirrojo, quien parecía estar apunto de quedar afónico. Al visualizarlo notó que estaba con James gritándole, llorando, alzando los brazos y haciendo muchos gestos como expresiones. Siguió acercándose más.

—¡Ahh! ¡Te odio, Jimmy!

El rostro se le había colorado hasta las orejas, sus ojos se hinchaban en llanto y las lágrimas no cesaban.

—Tenías que pedirme cantar la de Chayanne... ¡Me recordó tanto a Jen! ¡¿Por qué no me ama?! ¡Yo soy bien lindo con ella! —Se desplomó buscando consuelo en los brazos de su amigo, quien le acarició la cabeza.— Me utiliza siempre y yo bien enamoradito, obediente y un reverendo estúpido. ¡¿Por qué me va tan mal en el amor?! —Se apartó alzando los brazos y quedando de rodillas.— ¡¿Qué más quieres de mí, Dios?! Estoy tan maldito en lo amoroso. Nadie me ama y yo que bien me quiero, pero supongo que no lo suficiente si siempre caigo con ella. ¡Jimmy, ¿por qué tuviste suerte?! ¡Nico era un bello novio! —Volvió la mirada al cielo.— ¡¿Eso es lo que quieres?! ¡¿Que me haga gay?!... —Observó por un momento a James antes de alzar la vista.— ¡No quiero ser penetrado por hombres como Jimmy! ¡Tráeme un ángel, estoy preparado!

James se cruzó de brazos esbozando una mueca, cuando a Tom se le pasó el escandalo y se regresó limpiándose las lágrimas. Estaba cantando hace poco cuando prestó atención a la letra, que según él, lo describía a la perfección. No pudo evitar romper en llanto.

—Estas hormonas —balbuceó—. Soy un hombre sensible y no me ayuda en nada ser hormonal también.

—Hola —saludó con timidez Nicolás.

—¡Ahh, no! ¡No me mires llorando! —Gritó afónico dándose la vuelta. Su rostro volvió a enrojecer, pero volvió la mirada al cielo.— ¡Ahora quiero tener mi placa de policía! —James lo sacudió del brazo para que dejase de hacer tanto ruido. Tom se cubrió el rostro con las manos para luego apoyarlas en sus rodillas.— Que vergüenza, Nico me vio llorando. No me mires, estoy feo. —Nicolás se acercó hacia ellos.— Ahorita no, joven. No hay servicio.

—Eres divertido —exclamó risueño tomando asiento cerca de él—. Es bueno que dejes salir los sentimientos y no se te acumulen adentro. Recuerdo que una maestra me decía: "Si el hombre llora, no sufre de infartos".

—Pues ya me hice inmortal. —Se descubrió un poco notando una pequeña sonrisa en Nicolás. Apoyó su cabeza contra el hombro de este.— Hazme piojito, me gusta que me digan lo lindo que soy. Aquí, exactamente aquí. —Le tomó la mano llevándosela al punto indicado.

—Que lindo eres —dijo entre confusión y dulzura—. Es la primera vez que veo tu verdadero yo.

—Estoy bien malito ahora por culpa de este monstruo sin corazón —señaló a James—. Me hizo cantar la de "No sé por qué" del Chayanito y me hizo llorar bien feo.

—Que lástima. Me perdí tu concierto. Me hubiera gustado escucharte antes de la tragedia.

—Cántame. —Pidió recostando la cabeza en el regazo de Nicolás.— Ay, pero que suavecito —soltó con un pequeño gemido—. A lo mejor, comes mucha grasa y por eso te engorda los muslos; pero están bien cómodas.

—Tom... Yo no sé cantar.

—Cualquiera está bien. Inténtalo. Jimmy, tócale una allí bien bonita... No me hagas llorar de nuevo, desgraciado.

James arqueó las cejas con una sonrisa pequeña. Tom era demasiado cambiante, se podría decir, que hasta bipolar. Esos cambios de humor extremos llegaban a ser divertidos, cuando no permanecía mucho tiempo decaído por Jen. Le gustaba verlo expresarse, porque reconocía que Tom ocultaba demasiado sus sentimientos gracias a su noviazgo fallido. Decidió tocar una canción divertida para animarlo. No fue sorpresa de que Nicolás la reconociera, porque James sabía que era de sus favoritas de Julieta Venegas.

Tom se sintió cómodo ante ellos. A pesar de lo que vivieron estaban superando las cosas a su manera. James no se veía recio frente a Nicolás, más bien, su comportamiento se había ablandado mucho más. Allí estaban los dos entre canto y guitarra, con uno de ellos recordando todo lo que vivieron y el otro sin saber por qué le resultaba tan familiar el ambiente. Le resultaba un amor interesante, que se basaba en dejar fluir las cosas con naturalidad. James no estaba forzándolo a recordarlo, ni demostrando una actitud cariñosa. Él comprendía que era la manera de mantenerlo a salvo de Salomón, aceptaría si Nicolás consiguiese una nueva pareja con el tiempo y allí estaría como un buen amigo para apoyarlo.

—¡Tom! —Una chica llamó desde una esquina.

El pelirrojo se reincorporó al ser llamado por su ex novia y futura madre de su bebé. Jen se presentaba con una gran sonrisa, el cabello arreglado en una cola alta dejando su fleco cubriéndole la frente. Tom se levantó siendo detenido por James. Ambos cruzaron miradas por un momento, pero este continuó avanzando.

—Estaré bien —murmuró neutral.

Siguió su camino hacia ella observándola detenidamente. Un maquillaje sencillo y natural; vestida con un overol café, tenis blancos y un suéter amarillo. Tom sentía que era jalado hacia ella, como si fuese un perro que vuelve a su dueño con un simple llamado. Al quedar frente a ella observó sus ojos azules escondidos tras los lentes redondos. Jen sonrió más ampliamente llevando su mano contra la mejilla del pelirrojo.

—No te imaginas cuánto te extrañé —exclamó dulce.

—La última vez me dijiste que había arruinado tu vida y que todo era mi culpa por dejarte embarazada —comentó bajando la mirada.

—Eso es el pasado, mi amor. Vas a ser un estupendo padre, ya lo verás.

—Te ves tan hermosa —halagó volviendo la mirada—, como siempre cuando vuelves conmigo e igual a cuando me rompes el corazón. Esta sería la quinta vez, ¿no? ¿Cuánto duraremos en esta? ¿Lo que te reste de embarazo?

—Estás actuando como un verdadero idiota —exclamó con un puchero. Se inclinó para besarlo, pero el contrario no correspondía—. Tom, bésame. ¿Qué pasa? Soy tu novia, háblame.

—¿Lo eres? —Inquirió con la voz temblorosa.— No lo sé, Jen. Siempre dices que las cosas van a cambiar, que serás más dulce conmigo y yo termino creyéndome eso. Ya sé lo que va a pasar si me quedo. Los primeros días tendremos citas, las cuales yo pago; después invitas a tus amigas y yo debo quedarme en una esquina mientras compran lo que quieren, sí, porque yo soy el de las tarjetas de débito... —Desvió la mirada hablando más rápido y con quiebres.— Luego, cuando te digo que ya me terminé todo el dinero que tenía empiezan las discusiones. Me pides más dinero que ya no tengo y le tengo que pedir a mi madre, porque solo así, serás más amable conmigo. Te marchas finalmente cuando ya no tengo nada y regresas cuando escuchas que volví a conseguir algo.

—¿Me estás acusando de interesada? Tom, yo te...

—Amo —terminó la oración—. "Mi niño hermoso". "Eres lo mejor que me ha pasado en la vida". "Te amo muchísimo"... "Eres un imbécil". "Espero que te mueras". "Deja de llorar, no eres marica". —Amplió la mirada negando con la cabeza.— Ya me las sé de memoria —susurró.

—No puedes hacerme esto. Estoy...

—Lo sé —llevó sus manos contra el vientre de Jen—. No estoy negándolo, lo sé. Me haré responsable, porque en una corte ganarías, lo sé. Jen, lo sé. No tienes que venir aquí a mentirme más. Es nuestro bebé, supongo. Lo único que no sé, es si realmente lo quieres o solo viniste aquí para que te pague un aborto.

—Tengo miedo —exclamó al borde del llanto—. Preferiría tenerlo a abortar, porque no sé lo que me pasaría y siento que no va a ser seguro.

—¿Te marcharás luego de tenerlo?

—Sí —asintió con la cabeza—. Yo no quiero ser madre. No ahora... No contigo.

—¿Ves lo fácil que es decir la verdad? —Esbozó una sonrisa amplia observándola fijamente.— No cuesta mucho y duele menos.

—¿Qué te pasó? —Preguntó pasándose la manga del suéter por la mejilla.— Nunca has sido así.

—Siento que encontré un mejor modelo a seguir —volteó la mirada a la pareja detrás de él—. Un amor que resiste más. —Bajó la mirada volviendo al vientre.— No te odio. Simplemente deseo que te vaya mucho mejor, encuentres a alguien que puedas amar y seas feliz. Yo sí te amé... más de lo que debí. Adiós, Jen. —Se inclinó estampando un beso sobre su mejilla.

Sin más, se giró sobre su eje para regresar devuelta con sus amigos. Jen también se marchó sintiéndose extraña al no haber obtenido lo que esperaba. Tom se sentó frente a James apartándole la guitarra para acurrucarse entre sus brazos, ocultó su rostro entre el saco de este y permitió que sus lágrimas fluyesen.

—Ahora estoy bien —murmuró para el contrario.

James le acarició la cabeza consolándolo mientras se despedía de Nicolás con un gesto de la mano. Él ya tenía que regresar a sus tutorías. Tom se quedó dormido luego de unos minutos con el pensamiento de que habían otras maneras de amar.

—Nicolás, ¿te sientes bien? —preguntó su profesor.

—Estoy un poco cansando, es todo. Puedo continuar hasta el final, el lunes empiezan los exámenes y quisiera descansar mañana.

—De acuerdo, pero avísame si sucede algo. Recuerda que no puedes forzarte tanto y desencadenar muchos momentos a la vez, podrías sufrir un derrame. ¿Ya conocías esta universidad?

—Siento que estuve aquí en una ocasión.

Después de la tutoría final Nicolás regresó con los chicos. James notó que estaba caminando lento, tambaleante y muy cerca de la orilla. Sacudió a Tom para señalar al menor. El pelirrojo se apresuró para alcanzarlo antes de que se cayese. Nicolás se derrumbó en los brazos de Tom bastante desorientado. No podía escuchar lo que estaba diciéndole porque tenía la mirada fija en James. El lugar estaba apareciendo en su memoria, con dificultad podía recordar la conversación y estuvo muy cerca de ver mejor las imágenes, pero un recuerdo más fuerte lo bloqueó.

Todo va a estar bien.

Necesito que me olvide, por favor.

Olvide el jardín de mi casa...

Olvide...

La cena navideña...

Olvide...

Nuestro primer beso.

Estaremos juntos eternamente, yo sé que así será. Milord, por favor, viva sin mí ahora. 

Prometo que lo buscaré...

Cuando esta locura termine yo vendré por usted.

Volveré por usted...

Solo olvídeme, por favor...

Necesito que me olvide...

Nicolás, te amo.

—¡Nico! —Gritó Tom alterado.— ¡Nico! ¡Jimmy, pásame el celular! ¡No está respirando!

James tomó lugar a su lado mientras Tom llamaba a emergencias. Nicolás estaba estático en su lugar recordando el quirófano de Tiberius. James inició el RCP al verlo empalidecer. El menor se quedó observando el color verde de su ojo, sintiendo que lo había visto antes. Estar allí a su lado estaba despertando varios recuerdos, pero se bloqueaban a la mitad por las últimas palabras de James.

Necesito que me olvide...

Nicolás, te amo.

Necesito que me olvide...

Cuando esta locura termine yo vendré por usted.

Estaremos juntos eternamente...

Nicolás, te amo.

Necesito que me olvide...

Necesito que me olvide...

Milord.

Una vez más, Nicolás despertó en un cuarto de hospital. James estaba a su lado y al juzgar por su condición actual, se dio cuenta que ya era tarde. Él estaba dormido en el asiento. Su cabeza dolía, pero sentía que algo faltaba, como un gran hueco dentro de él y eso lo preocupó. Luego de haber avanzando tanto en su proceso se encontraba nuevamente con menos recuerdos que antes, sin embargo, reconocía lo sucedido en las últimas horas antes de desmayarse en la universidad.

—James, ¿Tom está aquí? —preguntó con suavidad una vez que despertó.

"Tuvo que irse. Mañana se muda a la Academia". Escribió en una libreta. "¿Necesita algo?".

—Una enfermera —respondió con un quejido—. Lo siento. —Esbozó una pequeña sonrisa.— Me encantaría saber lenguaje de señas, así no tendrías que escribir. En verdad, lo siento. Creo que me forcé demasiado en recordar... Es que siento que te conozco de toda la vida y en verdad, en verdad quise recordarte. Estuve cerca.

Al llegar la enfermera, James se marchó. No quería dejarlo solo después de que sus padres informaron que no podían recogerlo. Nicolás tendría que quedarse allí toda la noche, porque no saldría sin un tutor responsable. Fueron muy amables en dejarlo quedarse a pesar de no ser un familiar, pero tenía que marcharse o Salomón lo buscaría. De regreso a la residencial pensó en lo feliz que se sentía al lado de Nicolás, aunque no lo recordase. No obstante, ese problema lo regresó al hospital y si llegaba a recuperar sus recuerdos, podría significar ver nuevamente a Tiberius. Tom abandonó la arquitectura para hacer algo justo y correcto, pero él estaba allí, pensando en qué podría hacer para proteger a Nicolás.

A la mañana siguiente se despertó temprano para despedirse de Tom. Conociéndolo, el pelirrojo armaría un escándalo y una emotiva despedida. No quería hacerlo esperar o eso empeoraría la situación.

—Estoy bien... —exclamó agitado. Estaba llorando y su rostro había enrojecido. Sorbió por la nariz.— Tengo la docena de camisetas, calcetines, calzoncillos. Todo blanco. Ah... Mi cepillo de dientes, porque dudo que vaya a conservar mi cabello. Los zapatos. Mi fotografía autografiada por la princesa Leia. —James lo observó confundido.— Bueno, creí que sería raro si me llevaba una fotografía tuya con Nico. Necesito recordarme que soy tu única esperanza y por eso estoy haciendo esto. Por la justicia... Debí llevar mejor la fotografía autografiada por Batman. —Lo pensó por un momento.— En fin, listo. La llevó.

Los labios de Tom temblaron al saber que había llegado el momento. Durante cuatro años estaría en la Academia, pero todas sus influencias familiares lo ayudarían a prepararse y avanzar más rápido para alcanzar su objetivo. Fue recibido en los brazos de James cuando se derrumbó en llanto. No quería dejarlo solo.

—No puedo llevar mi celular, pero escríbeme, ¿sí? —Se limpió las lágrimas.— Vendré los fines de semana, son los únicos dos días que me dejan descansar. Podré leer tus mensajes. Si necesitas cualquier cosa te dejo el número de mi primo, ah, Helena también puede ayudar. —Retrocedió muy poco observándolo fijamente.— Cuídate. Si no estoy aquí, siento que te vas a deprimir mucho. Intenta salir un poco, come algo y no te encierres, ¿sí?... Jimmy, por favor. No quiero que te pase como a Helena, menos si no estoy aquí para ayudar.

James esbozó una sonrisa torcida mientras sacaba su libreta. Escribió en ella y recortó el trozo para entregárselo. Tom se alivió relajando su cuerpo, volvió la mirada nuevamente a su amigo y asintió.

"Voy a estar bien, Obi-Wan Kenobi".

—Lo tendré en el bolsillo siempre. Necesitaré leerlo cada mañana para recordarme que lo vas a estar. —Lo abrazó con fuerza una última vez.— Te veré luego.

Esmeralda llegó al hospital para llevarse a Nicolás. Rellenó un formulario, esperó junto con otras personas y luego de una hora pudo ver a su hermano. Le informaron que no había sido nada grave, pero les preocupaba la apariencia notoria del menor. Por una cantidad moderada de dinero, unos exámenes y revisiones verían qué sucedía; sin embargo, Esmeralda ya conocía el sistema en ese hospital y sabía que eso era mentira. Iba a llevárselo a su casa, avisarle a su papá que se lo quedaría y luego irían con un amigo para atenderlo. Lo segundo ya no sería necesario, después de salir del hospital.

—¿Qué haces con Nico? —preguntó su madre.

—Hacer lo que ustedes no hicieron: Llevarlo a casa. A una en donde vaya a estar bien.

—Esmeralda, lo siento —exclamó su padre avergonzado—. Fue mi culpa no haberlo recogido ayer, pero estamos aquí.

—No, papá. No. No volverás a hacer lo mismo. No con él —alzó la voz. Señaló a su esposa—. Esa mujer no te ama, te extorsiona. Vive a cuestas de tu trabajo. Te obligó a sacarme de la casa. Era nuestra casa y la preferiste a ella sobre tu hija. Ahora, Nico está enfermo. Míralo —balbuceó—. Él no está bien y quiero encargarme de que mejore.

—No —murmuró el menor—. Esto fue mi culpa. Mamá y Paul me lo contaron todo. —Agachó la cabeza.— Sé que me mintió para quitarme el nuevo celular, pero está bien. Simplemente he sido un muy mal hijo. No hago nada bien... Papá fue bastante amable de venir, a pesar de estar decepcionado de mí. Lo siento, yo no tenía una idea de que tuve novio. Ahora no recuerdo nada de él.

—¿Eso le dijiste? —preguntó enfadada.— ¿Que era un mal hijo? ¡Arpía!

Nicolás se congeló al ver la confrontación entre su hermana y madre. Esmeralda estaba atacándola a gritos, empujones y jalones de cabello. Su papá tuvo que separarlas, pero rápidamente ella se quitó la mano de encima y retrocedió.

—¿Cómo pudiste? —exclamó decepcionada viendo a su progenitor.— Es solo un niño. Si lo hubieses visto al lado de ese hombre te hubieras dado cuenta, que no era una fase. Yo lo noté. —Le dio la espalda para regresar con su hermano.— Vámonos, por favor. No es un buen lugar para ti.

Pasaron de lejos, aunque eso no evitó que Nicolás viese lo molesta que estaba su madre y el mismo comportamiento distante de su padre. En el viaje hacia la casa de Esmeralda, se preguntaba si volverían a aceptarlo en su hogar cuando la visita terminase. Estarían enojados con él, tendría que hacer el doble de trabajo y probablemente no volverían a dejarlo quedarse con su hermana. No pudo evitar pensar en lo que pasaría al regresar. De cualquier forma, debía volver. Esa era su familia, la única que tenía. No habían otros lugares para él. Las palabras de su madre y hermano habían funcionado muy bien en hacerlo un ser sumiso. Nicolás no pensaba en nada más que en volver para disculparse y rogar que su madre lo perdonase.

Al entrar a la sala retrocedió violentamente perdiendo el equilibrio. Esmeralda encontró a Nicolás asustado con la mirada fija en algo, ella no podía ver a qué. Lo ayudó a levantarse y le revisó la mano, solo se raspó, pero no le restaba importancia a lo que acababa de pasar.

—¿Tuvimos una fiesta? —exclamó nervioso. Se frotó las manos.— ¿Reunión? ¿Algo?

—Sí —respondió logrando tranquilizarlo—. ¿Qué viste?

—Tal vez era Tom... No lo sé. Me asusté, porque se vio grotesco. Fue borroso.

—Nico. Estoy muy preocupada por ti, esto no es normal. Tú no eras así.

—No sé quién era... No sé nada. Confieso que estoy asustado, de quien fui. Me gustaría seguir adelante y rehacer mi vida. —La observó afligido.— Intento dar lo mejor de mí y parece que nada funciona. Ya no sé qué hacer.

—Te ayudaré a recordar —afirmó elevando la voz—. Por ti y por todos aquellos que has olvidado. Todo estará...

—¿Bien? —preguntó instantáneamente.— Puedo escuchar esa voz diciéndome que todo saldrá bien, que vendrá por mí, que me ama y estoy asustado.

—¿Hace cuánto que lo escuchas? —Interrogó con suma preocupación.— ¿Se lo contaste a alguien más?

—No. —Suspiró.— Siempre que quiero recordar, él me habla y me bloqueo. Tal vez debería rendirme y dejarlo atrás, ¿no? Me parece menos arriesgado. Supongo que me ahorraría viajes al hospital.

—Nico...

—Quiero descansar. Mañana empiezan mis exámenes.

—Te recogeré para que vayamos con un amigo, ¿sí? Si ya no puedes recordar, al menos, que tu nuevo comienzo empiece bien.

—Gracias. —Esbozó una sonrisa. La abrazó con poca fuerza siendo perceptible para ella.— Me siento tan cansado —murmuró débil.

El resto del día, Nicolás descansó en su cama. Tenía secuelas del acontecimiento pasado, solo podía escuchar esa voz masculina hablándole y pidiendo que olvidase todo. Fue la primera vez que estaba dudando de su cordura.