—¿Vengarte de ti? —siseó Nerio—. Por tu culpa, me convertí en un criminal en mi hogar. Porque tu padre me persiguió, ni siquiera pude quedarme en el Mar de Jade. Ustedes me expulsaron de mi hogar. ¿Y hablas de vengarte? Debería haberte matado o haberle pedido a Ukdah que te matara. Eso debería haber sido tu castigo. ¡Violada y asesinada! Pero ese demonio quería un hijo tuyo, así que esperó.
La ira de Taiyi no conocía límites. Levantó la mano y le dio una bofetada. Alrakis sacó su espada a tiempo y Nerio cayó al suelo. Los guardias lo rodearon y lo agarraron. Taiyi nadó hacia él y le dio otra fuerte bofetada. —Ahora te voy a encerrar en una prisión donde recibirás el mismo trato que recibí yo en esos años. No, te mereces peor. Voy a
—¡Cállate, puta! —gritó Nerio—. ¡De eso se trata con tu padre y tú! —Imitó su voz—. Este castigo y aquel.
El soldado detrás de él le agarró el cabello y le tiró la cabeza hacia atrás. —¿Quieres que lo matemos? —preguntó.
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