Los rayos del sol se filtran a través de las delicadas cortinas de gasa, y la falsa de Milennia ya está lista.
Hoy es el día en que escapara del palacio.
Las dos recién llegadas escoltas permanecen inmóviles, justo delante de su puerta; pero eso no le preocupa.
Sabe que debe ser cautelosa, ya que el emperador duerme en la habitación contigua.
Una vez que abrazo su papel dentro de su propio libro, comenzó a explorar su cuerpo. De esta forma, decidió desplegar su máximo potencial.
Los días en el jardín no se limitan a compartir momentos agradables con el apuesto adolescente; en realidad, ella está absorbiendo energía.
Durante las noches, este proceso de recolección experimenta una transmutación que la acerca a su objetivo, llevando a Milennia un paso más cerca de su meta.
Su núcleo posee un poder innato, pero anhela alcanzar la cúspide. Cuando llegue a ese punto y Darius la desposea de ella, ya no habrá margen para dudas: la caída desde esa altura significará la muerte.
No habrá fallas; regresará a casa.
Acompañar a Philip le ofrece beneficios en múltiples aspectos; esta oportunidad no puede desperdiciarse.
No es el momento de lanzar rayos y electrocutar a la gente; en su lugar, necesita actuar con discreción.
A unos metros de la puerta, la mujer traza un patrón intrincado en el suelo y lo activa, provocando un sutil hilo de humo púrpura. Este serpentea a lo largo de la ranura antes de dividirse en dos y ascender sigilosamente por los cuerpos de las escoltas.
En un abrir y cerrar de ojos, el humo los penetra por las fosas nasales. Debido a la falta de olor y la tenue presencia, las escoltas no se percatan de su presencia hasta que caen rendidas en un profundo sueño.
La puerta se abre y una mujer, vestida con ropa de hombre, emerge del cuarto. Con precaución, se dirige hacia donde se encuentra Philip y no puede evitar soltar una risa. Le resulta nostálgico vestir pantalones, recordando la comodidad y la sensación de liberación que solo estos pueden proporcionar.
En ese instante, siente como si caminara sobre las nubes, agradecida de que el joven haya accedido a llevarla y hasta le haya conseguido un uniforme de aprendiz.
Ataviada de negro y con el cabello recogido, Milennia corre emocionada en busca del adolescente. Apenas lo divisa, se lanza hacia él en un abrazo efusivo.
—¡Philip! ¡Gracias, gracias, gracias!
En la retaguardia del palacio, él la aguarda con ansias, rodeado de dos majestuosos caballos negros, preparados para la partida.
Ante el afectuoso encuentro, los ojos del adolescente centellean con una mezcla de timidez y emoción, mientras una sonrisa modesta acentúa la frescura de su juventud.
—Por favor, procure no generar demasiado ruido, señorita. Es hora de marcharnos.
—¿Eh? ¿Por qué hay dos caballos? ¿Estamos esperando a alguien más?
Los dos se observan por un instante, y resulta que Milennia no sabe cómo montar a caballo. El pobre animal extra vuelve a la caballeriza.
Philip es abrazado con temor durante más de cinco largas horas.
¿Pero hacia dónde se dirige este par, no pareja, que sí parece serlo?
Se dirigen hacia "Última Luz", un orfanato situado a varios kilómetros del palacio que el adolescente ha establecido como parte de un acuerdo con el emperador.
El abrumador número de niños que se ven obligados a huir de sus hogares es una triste e inevitable consecuencia de las guerras. Sin embargo, esa cifra disminuye drásticamente en cuestión de días.
Philip carga bolsas repletas de monedas, destinadas a complementar la asignación mensual que otorga el Imperio de Obsidian.
Ha llegado un grupo de niños en busca de refugio tras la purga llevada a cabo en el este por Linxz.
El emperador muestra un gran interés en esta ocasión. Anhela cualquier tipo de información que pueda surgir de estos testigos.
Darius tiene la convicción de que los niños siempre dicen la verdad y está en la búsqueda de la información que solo ellos pueden proporcionarle.
El joven y la mujer comparten un viaje en silencio, sin necesidad de palabras.
Milennia se deleita en el hermoso paisaje. El imperio resulta más impresionante de lo que había imaginado: las montañas se alzan hacia el cielo en tonos de verde, los árboles frutales bordean los caminos y el aroma a flores dulces y silvestres renueva el espíritu.
Los ojos de Philip, por su parte, se regocijan en algo aún más bello.
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En cuestión de seis horas llegan a destino. «¡Ouch! ¡Mierda mis nalgas!», piensa la mujer, mientras apoya sus piernas entumecidas en el suelo. Pero el dolor y la molestia se desvanecen cuando más de veinte niños se acercan a recibirlos, gritando con alegría: ¡Philip! ¡Philip! ¡Philip!
Todos los niños lo rodean con entusiasmo, pero cuando ven a Milennia, la curiosidad los invade. ¿Philip tiene novia? ¿Ella es la esposa de Philip? ¿Es más grande que Philip?
Los niños plantean una variedad de preguntas, pero la mujer las descarta con ternura, recordando que son solo niños.
Una niña de alrededor de cinco años hincha sus mejillas rechonchas al verla:
—¡Es muy vieja!
El rostro de Milennia se contorsiona por un momento. «¿Vieja? ¿Vieja? ¡¿Cómo qué vieja?!»
Inhala y exhala, esbozando una sonrisa incierta, explica:
—Pequeña, no soy vieja, pero es cierto que Philip es solo un amigo.
Sin embargo, la niña se aferra a las rodillas del joven:
—¡Es vieja! ¡Philip mío!
El rostro de la santa se contorsiona en una mueca horrible. No va a enredarse en una discusión con una niña pequeña, pero su orgullo femenino se siente herido. Aún es joven y hermosa.
Philip acaricia la cabeza de la niña.
—Pequeña señorita, no sea así. —Mira a la mujer con ternura. — Ella es Milennia y es una amiga mía, así que espero que la trate bien.
—Mío, mío, mío. — Se agarra con mayor fuerza, mientras sus cachetes se hinchan aún más.
La mujer extiende la mano y esboza una sonrisa.
—No te preocupes, estoy aquí para jugar contigo. Si me das la oportunidad, podríamos ser amigas.
Pero es un caso perdido, la niña no suelta a Philip.
La santa no la presiona, está segura de que ella tiene sus propios motivos para comportarse de esa manera. Al fin y al cabo, todos tienen pasados difíciles.
En ese momento, se da cuenta de que hay una parte de la historia que se ha desarrollado por sí misma.
Aun así, no quiere contemplar de qué manera esto influirá en su camino. Desea corregir algunos errores, como el hecho simple de haber creado un mundo donde todos sufren.
La directora del orfanato sale a recibirlos y los invita a entrar a su estudio.
En total, son nueve los nuevos refugiados. Aún no se han adaptado al lugar; son tímidos y temerosos.
La directora comienza a relatar las acciones de Linxz, durante la "Expiación Roja" en el este.
Con cada palabra que sale de su boca, la atmósfera se vuelve sombría.
Milennia aprieta los dientes con fuerza. «¡Maldito hijo de perra!».
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