Jael se detuvo frente a una puerta y Damon la abrió de golpe. Jael entró y Damon se quedó junto a la puerta, indeciso sobre si entrar o no.
—Deja las bolsas junto a la puerta y ciérrala bien —dijo Jael y Damon simplemente asintió y hizo lo que Jael había pedido. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en la habitación. Ella seguía en brazos de Jael.
—Ya puedes soltarme —dijo ella, mirándolo fijamente.
—Hmm —dijo él y la bajó cuidadosamente al suelo.
Ella cayó al suelo y se quitó las botas. Se preguntaba cuál había sido el propósito de ellas. Inmediatamente se puso de pie, sus pies descalzos se movían sobre la alfombra, se había quitado los calcetines, le resultaban un poco constrictivos.
Se quitó la bufanda del cuello. La habitación estaba más cálida que afuera y ya no necesitaba la bufanda. La habitación era similar en tamaño a su propia habitación de vuelta en el castillo.
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