La expresión de Damien se oscureció ante las palabras de Annie. Se inclinó hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa, la tensión irradiando desde él como un viento frío. Sus ojos se fijaron en los de ella, agudos y serios.
—Annie, Ryan nunca será escondido. Es mi hijo, nuestro hijo, y nada cambiará eso —dijo Damien, su voz baja pero resuelta—. Jamás permitiría que sea tratado como algún secreto ilegítimo.
Los labios de Annie se apretaron mientras buscaba en su rostro alguna señal de duda.
—Eso es más fácil decirlo que hacerlo —murmuró ella.
La mandíbula de Damien se tensó, su mano instintivamente aferrando su taza, la tensión visible en sus dedos.
—Ya hemos pasado por esta discusión antes. No hay necesidad de traerla a colación otra vez.
Annie exhaló lentamente, pero su preocupación permaneció.
—Damien. Pero he visto cómo funciona tu mundo. Lobos, manadas... la política, el estatus. Nunca has pasado por las cosas que yo he experimentado.
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