—¿Te pedí que te fueras? Siéntate.
Las palabras de Calhoun eran firmes y eso hizo que Madeline volviera a sentarse en su silla. El comedor estaba silencioso, excepto por los pequeños sonidos que provenían de los cubiertos en uso. Madeline no sabía qué hacer más que obedecer.
Habiendo sido ya disciplinada por sus acciones de ayer y esta mañana, no quería instigar ni probar su paciencia. Todo el mundo sabía que no se debía desafiar a un Rey porque lo que él decía era absoluto y Calhoun tenía sus propias maneras de hacerle entender en qué posición se encontraba. Al mismo tiempo, no le gustaba cómo la trataban sus parientes.
Era verdad que su familia era pobre, pero eso no les daba derecho a la gente que estaba sentada en la mesa de burlarse de ella.
—Mi Rey, quedaría mal si usted come con alguien tan inferior —expresó la Señora Rosamunda con sus palabras—. Sería
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