La llave le parecía familiar a Ian en algún lugar. La había visto antes pero no podía recordar bien cuándo la había visto. Viendo lo oxidada que estaba la llave, Ian dudaba que fuera la llave de habitaciones nuevas. La llave parecía tener más de veinte años y él lo sabía por su experiencia.
—Es la llave de mi habitación —explicó Elisa. Ahora, viendo la llave con más luz, notó el color corroído de un marrón amarillento con una capa áspera sobre los metales. La llave entera que una vez fue de color oro, se tornó marrón, y no solo ella sino también Ian lo notó.
Ian puso su mano en su barbilla, doblando cuatro dedos con solo su dedo índice golpeteando el lado de su barbilla. Su expresión hacia Elisa parecía como si estuviera pensando profundamente con el ceño fruncido. ¿Sabía Ian lo que ella había hecho y cuánd-
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