—Tengo miedo —la voz de Talia sonó en la mente de Damon, sacándolo de sus pensamientos.
Damon se reprendió a sí mismo. ¡Este no era el momento para el auto desprecio! Su gatita lo necesitaba para hacer las cosas mejor.
Damon soltó un suspiro agudo, junto con algo de su negatividad, y entonces tuvo una idea.
Cogió a Talia en sus brazos y comenzó a caminar hacia la salida de la sala de estar. —Vamos.
—¿A dónde? —preguntó Talia mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello para estabilizarse.
—A correr —dijo él—. Cuando me siento abrumado, correr ayuda a despejar mi cabeza. Deja que tu lobo tome el control y vaya a donde te lleven tus patas. Estaré justo detrás de ti, gatita, así que no te preocupes por nada y simplemente corre.
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