Draco parpadeó y volvió a encontrarse en la misma habitación de la casa de Palecrest, pero no estaba solo.
—He vuelto —Draco recorrió la habitación con la mirada e intentó ajustarse ya que no tenía ninguna vela consigo.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Rosina, creando una llama negra en su palma para iluminar el lugar.
Ante ellos estaba la versión más joven de Rosina, encadenada. Llevaba un vestido negro desgarrado, pero lo que captó la atención de Draco fue el vientre abultado de Rosina.
—Estás… embarazada —Draco susurró conmocionado. No esperaba que Rosina tuviera una historia de embarazo.
—Sí, y el padre es Perise —respondió Rosina suspirando profundamente. Era duro mirarse a sí misma, especialmente los ojos muertos y sin esperanza que tenía antes.
La puerta se abrió y Cleto entró con su cinturón.
—Ah, me divierte cómo huyes y vuelves con un bebé. Una zorra siempre será una zorra —dijo Cleto con dureza, lanzando el cinturón hacia Rosina.
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