—¡Ahí está! —Cirino señaló el lugar específico donde el cuerpo de Rosina yacía desnudo en la hierba. A su lado estaba Vanda con un orbe en la mano.
—¡Rosina! —Draco exclamó y corrió hacia Rosina. Quería comprobar si estaba bien, pero fue detenido por la mano de Vanda.
—Por favor, no te acerques más —dijo Vanda con firmeza. No le tenía miedo a Draco y protegería a Rosina a cualquier costo.
—¿Quién eres tú? —preguntó Draco. No le gustaba cómo Vanda le impedía ver a su esposa.
—No quieres saberlo —afirmó Vanda con expresión impasible mientras colocaba la túnica negra que llevaba sobre el cuerpo desnudo de Rosina.
Bertrando avanzó y se arrodilló en el suelo. —Déjame ayudar a la Reina a su cámara.
Vanda frunció los labios y sostuvo la barbilla de Bertrando mientras miraba dentro de sus ojos, donde podía ver su alma. Quería saber si estaba diciendo la verdad o mintiendo sobre rendir la manada a Rosina.
—De acuerdo —asintió Vanda después de terminar de examinar a Bertrando.
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